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𝐎𝐥𝐢𝐯𝐢𝐚

Falta exactamente una semana para nuestro décimo aniversario. Y no se como podre soportarlo un segundo más. He dejado de querer a Héctor, es la verdad, pero tampoco concibo una vida sin él, sin la estabilidad que me ofrece dentro del caos. Este matrimonio es todo lo que tengo, le he dado diez años de mi vida. Diez. ¿Qué se supone que haré sola? ¿Comenzar de nuevo? A mi edad no se puede, es totalmente ridículo pensar siquiera en la posibilidad. ¿Trabajar? No tengo experiencia, salvo como mesera. ¿Retomar mi carrera? Es factible, pero a estas alturas, terminaría la carrera mientras que los de mi generación comienzan su trámite de jubilación.

Odio admitirlo, pero Héctor tiene razón al decir que solo haría el ridículo.

No he podido dormir en toda la noche por estar dándole vueltas al asunto, pensando en todo lo que ha pasado en los últimos años, mientras Héctor duerme tranquilamente a mi lado. He logrado superar la crisis que me arrastró al borde de la desesperación, pero también me di cuenta de algo repulsivo: si quiero conseguir algo, debo mostrarme complaciente, inofensiva y sumisa ante mi esposo, porque sí se siente complacido, me dará lo que quiero. Y si me da lo que quiero, podré volver a sentirme un poco viva.

Me pudre tener que hacerlo, sabiendo que él me trata peor que basura cuando algo le molesta o esta de mal humor, pero es la única opción que encuentro —dejando de lado morir cruelmente a manos del dolor o perder la razón—. Revelarme contra él no ha servido de nada, solo me ha traído miseria. Y honestamente, estoy harta de eso, necesito que las cosas sean como antes, cuando no discutíamos por nada, pero claro, antes era más sencillo. Héctor no era la horrible persona que es ahora; era dulce, cautivador, gentil y siempre me daba todo lo que deseaba. Cambió tanto, que nadie me creería como es ahora, mucho menos la Olivia de diecinueve años, llena de sueños absurdos y ambiciones.

Finalmente la alarma comienza a sonar. Y por ende, comienzo a hacer lo mismo de todos los días con un ligero cambio: este día, mi motivación no es sentarme al piano, es conseguir que Héctor me de lo que quiero. Así que cuando el desayuno está listo, me siento a esperar pacientemente a que mi esposo aparezca en la cocina.

—Buenos días, Héctor —tomó la iniciativa apenas lo veo entrar, lo cual le sorprende aunque trata de disimularlo—. ¿Cómo te encuentras? Hice tus pancakes favoritos, con arándanos. —forcé una sonrisa para después darle un sorbo a mi taza de té, mientras él me miraba tratando de ocultar su confusión.

—¿A qué se debe tanta amabilidad? —preguntó un poco incómodo—. Por cómo resultaron las cosas anoche, pensé que recibiría el mismo trato indiferente de siempre o incluso uno peor, pero no esto.

—¿Te molesta?

—En lo absoluto.

—¿Entonces?

—Exijo saber qué sucede.

—Estuve pensando en lo que me dijiste anoche y creo que tienes razón —parece que estoy mintiendo, pero no es así, porque en el fondo sé que tiene razón en todo lo que dijo. Y no tengo más opción que ser una buena esposa, aunque no lo quiera—, no debería pensar en tonterías, sino, centrarme en mi casa, en nuestro matrimonio. ¿No falta una semana para nuestro décimo aniversario? —asintió, sin apartar la mirada, como si tratara de descifrar algo—. Me gustaría ocuparme en eso... si te parece bien.

Odiaba tener que decir eso, pero tenía que hacerle sentir que todo dependía de él y no que lo estaba manipulando solo para salir de este encierro, ni mucho menos para obtener lo que quiero, en este caso, dinero sin límites y un poco de libertad.

—Me alegra que hayas entrado en razón —respondió con una sonrisa. Tenía justo lo que quería y yo estaba apunto de obtener lo mismo—, porque justo, estaba por pedirte que te encargaras de eso, como una forma de hacer las paces. Sé que anoche fui un poco rudo, pero a veces hay que hablar con la verdad para que las personas que amamos nos entiendan —se acercó para tomar mi rostro entre sus manos—. Olivia, amor mío, tú sabes que te amo más que a nadie en el mundo. Tu felicidad es lo más importante para mí y lo único que hago, es protegerte.

ᴍᴇᴛᴀᴍᴏʀғᴏsɪs Where stories live. Discover now