24. El heredero de Slytherin

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˗ˏˋ CHAPTER TWENTY-FOURˎˊ˗
(THE SLYTHERIN HEIR)

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Se hallaban en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada

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Se hallaban en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.

Con el corazón latiéndole muy rápido, Raquel escuchó aquel silencio de ultratumba. ¿Estaría el basilisco acechando en algún rincón oscuro, detrás de una columna? ¿Y dónde estaría Ginny?

Sacaron su varita y avanzaron por entre las columnas decoradas con serpientes. Sus pasos resonaban en los muros sombríos. Iban con los ojos entornados, dispuestos a cerrarlos completamente al menor indicio de movimiento.

Al llegar al último par de columnas, vieron una estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo.

Raquel tuvo que echar atrás la cabeza para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo. Y entre los pies, boca abajo, vio una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido.

—¡Ginny! —susurró Raquel llorando, corriendo hacia ella e hincándose de rodillas—. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta!

Harry la siguió corriendo y se arrodilló también. Dejó la varita a un lado, cogió a Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces tenía que estar..

—G-Ginny... Por favor —Sollozaba Raquel lo más bajito que podía mientras millones de lagrimas le caían por la mejillas.

—Ginny, por favor, despierta — susurró Harry sin esperanza, agitándola. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.

—No despertará —dijo una voz suave.

Raquel levantó la mirada de su hermana asustada.

Un muchacho alto, de pelo negro, estaba apoyado contra la columna más cercana, mirándoles.

—Tom... ¿Tom Ryddle? —preguntó Harry. Ryddle asintió con la cabeza, sin apartar los ojos del rostro de Harry. La pelirroja le dio la mano a su hermana asombrada de ver a Riddle ahí.

¿Qué quieres decir? ¿Por qué no despertará? —dijo Harry desesperado—. ¿Ella no está... no está...?

—Todavía está viva —contestó Ryddle—, pero por muy poco tiempo.

Raquel lo miró detenidamente.

—¿Eres un fantasma? —preguntó Harry dubitativo.

—Soy un recuerdo —respondió Ryddle tranquilamente— guardado en un diario durante cincuenta años.

Raquel y la cámara secretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora