19- En el que ya no podemos seguir fingiendo

834 104 123
                                    

CAPÍTULO FINAL

-19-

En el que ya no podemos seguir fingiendo

KAT

Despertó en una especie de sopor. La envolvía un claro estado de sedación que le impidió reaccionar del todo. Estaba en una cama, en una habitación blanca, con gente que iba y venía, revisándola.

Kat intentó levantarse una vez más, pero simplemente no pudo.

—Siga descansando —dijo una cálida voz en un idioma que ella al fin entendió—. Le dimos un sedante para el dolor, le ayudará a dormir. No se preocupe, se pondrá bien.

Su cuerpo pareció recibir aquellas palabras como una orden, y se apagó.


Volvió a reaccionar en medio de la noche a juzgar por la luz de la habitación apagada y la oscuridad más allá de la ventana. Su vista logró adaptarse rápidamente al ambiente, notando que estaba en la misma habitación de hacía un rato, sin duda en una clínica; tal vez la misma donde estuvo internada luego de la explosión en la facultad de arte.

Intentó enderezarse en la cama, tenía sed. Pero su cuerpo reaccionaba lento, adolorido. Una de sus manos le pareció mucho más pesada que la otra y le dolía la muñeca.

Debe estar rota.

Al mismo tiempo que ese pensamiento cruzaba su mente, el monitor junto a la cama comenzó a sonar más y más rápido: los latidos de su corazón habían aumentado, disparando una alarma y encendiendo una luz roja.

Inmediatamente la puerta se abrió y la luz se encendió. Kat cerró los ojos de golpe, pero aun así el rayo luminoso pareció penetrar en su cráneo como si se tratase de una espada de acero.

—Señorita Pizarro —dijo la misma voz cálida.

Kat abrió los ojos con lentitud. Le hubiese gustado taparse la luz con una mano, pero se sentía tan débil que le fue imposible levantarlas. La persona que hablaba era una enfermera; se encontraba de pie junto a su cama y examinaba tanto a Kat como el monitor de sus signos vitales.

—¿Cómo se siente? ¿Le duele algo?

—Tengo... —su voz no fue más que un susurro; le dolió aclararse la garganta—. Tengo sed...

La enfermera le puso una bombilla en la boca y Kat bebió. El agua humedeció su lengua, lubricó su garganta y pareció despertarla al fin. Tuvo las fuerzas para mirar a su alrededor y confirmar que sin duda se encontraba nuevamente en la misma clínica.

—¿Qué hora es? —preguntó.

—Casi las cuatro.

—¿De... de la tarde?

—No. De la madrugada. Señorita Pizarro, ¿sabe por qué está aquí? ¿Recuerda lo que pasó?

Sí. Kat sí recordaba. Pero le habría gustado no hacerlo.

—Caí por las escaleras... —murmuró—. ¿Qué tengo...? En mi cuerpo... ¿Qué me... pasó...? Dígame... por favor... Por qué... apenas me muevo...

Sus ojos se llenaron de lágrimas y el nudo en su garganta le impidió seguir hablando. La enfermera se inclinó junto a ella, tomando su antebrazo con suavidad y dedicándole una sonrisa que dentro de todo le pareció reconfortante.

—Se siente débil porque el sedante que le dimos es bastante fuerte. Sufrió varios golpes y quisimos evitar su dolor en el máximo posible. Le hicimos radiografías, afortunadamente no tiene fracturas, pero sí una luxación en su muñeca derecha. Con reposo y buenos cuidados, se pondrá bien.

Finge que me quieres © ✔️Where stories live. Discover now