¡ uno !

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Recostado sobre el mostrador de la cafetería en la que trabajaba con actitud de indiferencia se encontraba un Yang Jeongin sumido en sus pensamientos, cuestionándose a sí mismo desde la razón por la que estaba en ese lugar, hasta su elección de calcetines por la mañana.

Tan aburrido y desanimado estaba el joven de dieciocho años, que no lograba escuchar los múltiples llamados de parte de su compañera.

— Tierra llamando a Innie~ —canturreaba la chica hacia el mencionado a la vez que picaba su torso con sus dedos a modo de llamar su atención, lo cual obviamente no estaba funcionando— ¡Yah, Jeongin! Deja de pensar en los fanfics que lees en la madrugada y préstame atención —golpeteó suavemente el hombro de Yang, cansada de no obtener siquiera una mirada del distraído chico.

— ¿Eh? —volvió en sí, volteando hacia la chica que lo miraba fijamente—. Perdón, Tzuyu-noona, ¿decía algo?

— Sí, llevo bastante rato hablándote, ¿en qué tanto piensas?

— Oh, no es nada, cosas mías —respondió rápidamente. Conocía a la perfección a la chica frente a él y definitivamente no quería terminar siendo interrogado por ella.

— ¿Segurito? ¿No estarás pensando en alguien especial, uhm? —mencionó en tono sugerente moviendo las cejas de arriba hacia abajo.

— Sabes que no, noona —frunció los labios suspirando y apartó la mirada.

— Ay, bebito. Ya verás que tarde o temprano, espero que sea temprano —enfatizó—, llegará tu príncipe, ese que te querrá y cuidará muchito así como tú te lo mereces.

Nada le hacía tanta ilusión a la hermosa chica como imaginar a su bonito amigo con alguien que le dé mucho amor.

Se conocían desde hacía cuatro años cuando su familia se mudó a un nuevo vecindario, donde conoció al pequeño Yang de —en ese momento— catorce añitos, quien era su tierno vecinito.

No pudieron evitar encariñarse mutuamente, y ahí estaban actualmente, compartiendo la amistad más pura y bonita que podría existir. Se apoyaban siempre que el otro lo necesitara y el cariño entre ellos era inmenso. Tzuyu consideraba al menor como un hermanito al que tenía que cuidar, y Jeongin sabía que contaba con su noona para lo que quisiese.

— No creo eso, ¿quién va a gustar de mí? —dijo en tono pesimista conforme observaba la entrada del local.

— Dios, ¿cómo vas a decir eso? ¿Acaso te has visto? Eres el chico más hermoso que mis ojitos han visto, sin mencionar toda tu bonita forma de ser. Cualquier persona sería afortunada de estar contigo.

La alta chica acarició los cabellos del más pequeño mirándolo a los ojos, queriendo hacerle saber que lo que decía era cierto.

— Si usted lo dice, Tzuyu-noona —sonrió. Hablar con su querida mayor siempre era como una caricia a su corazón, no entendía cómo la fémina podía ser tan increíble.

— Ahí está esa sonrisa que tanto me gusta —le devolvió el gesto—. En fin, lo que te estaba diciendo en un principio es que necesito que limpies las mesas catorce y quince.

Una mueca fastidiada se dibujó en las delicadas facciones del de ojitos alargados.

— Anda, que ya casi acaba tu turno —le animó la pelinegra.

— Está bien —bufó, dirigiéndose a hacer lo que se le ordenaba.

── give you a kiss !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora