la tía

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I

- Vi a una bruja-
Me dijo mi primo de sopetón, mientras jugábamos canicas en el patio de la casa de la abuela.
-Era horrible, tenía los ojos verdes, la cara arrugada y el pelo muy blanco - añadio-

La cara de mi primo tenía algo diferente. No podía determinar que, pero me preocupe.

-¿Ya le contaste a tus papás?- dije

-Ya, pero no me creen. Dicen que es producto de mi imaginación-

Esa es la respuesta clásica de todos los padres.

-¿Tu me crees?

¿Que podía decirle un niño de ocho años? No tenía yo la más mínima base para creerle, la descripción de su "bruja" era la descripción universal de las brujas. Todas eran feas, tenían los ojos amarillos o verdes y el pelo blanco. Ademas yo leia muchas historias de terror donde las brujas eran muchas veces parte importante de la historia, su confesion debo decir, no me impresiono nada. Lo que si me impresiono fue el tono palido de su piel, sus pelos tiezos y sin vida, y lo enorme que se veian sus cuencas oculares. Era como si estuviera muy enfermo.

Los padres nos contaban las historias de las brujas para dormir, o para evitar que hiciéramos algo que no querían. Los cuentos de Hans Christian Andersen y las películas de Disney nos mostraban a estos aterradores personajes como algo cotidiano en la vida de las personas. En mi pais, Mexico, incluso habia una cancion infantil que hablaba de las brujas en ella se decia lo que todos sabemos: eran malas, horrendas y venían por los niños groseros o desobedientes.

"Si no te portas bien, la bruja va a venir por ti" decían mis padres ante el más mínimo asomo de enojo o rebeldía. "Si no te comes la sopa, te va a llevar la bruja" No había niño que yo conociera que se resistiera al miedo de ser entregado a las brujas por grosero, rebelde o desobediente.

El terror era usado para que los niños hiciéramos lo que los padres querían, pero si veíamos alguna bruja de verdad o un espanto o espiritu...todo era cosa de nuestra imaginación. Las brujas segun nuestros padres no existian.

Por lo tanto ¿Que podía yo decir a mi primo?

El era un año mayor. Con nueve años, enfrentaba una serie de cosas en casa que no sabía cómo "manejar" al menos eso escuché decir a mi abuela mientras conversaba con mi tía.

"Los problemas entre tu marido y tu están afectando al niño, y el no sabe cómo manejar esas cosas. Por el bien de tu familia, haz un esfuerzo y soluciona los problemas con tu marido" fueron sus palabras textuales.

Pocos días después, mi abuela y mi madre conversaban en el jardín; mientras yo jugaba con unos luchadores de plástico pintados de Batman y Superman, y escuche algo más.

"La separación es inevitable, ninguno de los dos quiere poner de su parte, pero no podemos hacer más. Lo único que me duele son los niños" dijo mi abuela.

El veredicto de los adultos fue que mi primo estaba tratando de llamar la atención, y que por ello, inventaba historias. ¿La culpa? El inminente divorcio de sus padres. Esas cosas, según ellos, te afectan tanto; que hay que llevarte con doctores para que dejes de estar inventando cosas.

Por ello, yo nunca contaba lo que veía. Jamás se enteraron de la sombra que yo veía en la puerta de salida al jardín, o de la figura que pasaba de un lado a otro en el ventanal de mi habitación. Y mucho menos, de la señora que se sentaba junto a mi abuela en la sala mientras veía la telenovela. Yo no quería que me llevarán con esos doctores. Los adultos no sabían que los niños también sabíamos cosas.

-Te creo-le dije a mi primo.

Su cara cambio inmediatamente. Años después, como adulto comprendería yo lo importante que es creerle a una persona que se encuentra en esa situación. Una situación, donde todos te obligan a dejar de creer en algo que tú sabes que es verdad.

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