PRÓLOGO.

25 6 8
                                    

Estaba tan indignada. No podía creer que mi adorable abuela me chantajeara y terminara acompañándola a una tienda de instrumentos.

Conforme íbamos acercándonos a la tienda pensé que no sería tan aburrido, pero terminé perdiéndome.

Ahora me encontraba sentada en un cómodo sillón esperándola. El lugar era grande y era fácil perderse si no prestabas atención a las indicaciones —cosa que no hice, por supuesto—, también intente llamarla pero cuando contestó la primera vez me dijo que estaba ocupada; terminando la llamada al instante, así que intente una segunda vez y mando directamente al buzón de voz. No intente una tercera ¿para qué? probablemente ya habría apagado su celular para que no la molestara más.

¿Qué era tan importante como para dejarme a mi suerte en una tienda tan grande? Vale, exageraba un poquito. No era una tonta como para no poder buscar ayuda por mi propia cuenta.

Estaba aburrida de mirar a la gente mientras veían los instrumentos, así que me levanté y me puse en marcha.

(...)

Frustración.

Eso sentía justo ahora, encontrar a mi abuela lo más rápido posible hizo que terminara adentrándome en pasillos lejanos; perdiéndome nuevamente en lugar de haberle pedido ayuda a un empleado desde el principio.

¿Desde cuándo la tienda era tan grande cómo para perderme?

«Por eso debes pensar antes de actuar» reprochó mi mente. Muevo mi cabeza a modo de negación y observo a mis costados antes de que comience una ridícula e innecesaria pelea con mi conciencia.

Lo primero que noté fue que me perdí tanto que había dejado de ver a la demás gente, ni empleados habían cerca... estaba sola. Me quedé quieta por un instante hasta que mi pecho comenzó a agitarse y el sudor se deslizaba desde la frente hasta llegar a la barbilla, lo cual es raro porque la tienda tiene aires acondicionados.

Respirar y exhalar.

Lo hice hasta que mi respiración volvió a la normalidad y con la manga del jersey limpio el poco sudor que me queda. Estar sola sin duda comenzó afectarme y más si estaba en un sitio enorme.

Quería dar media vuelta y regresar a ese cómodo sillón; pero una melodía captó mi atención, apenas podía escucharla pero sin pensarlo mucho me dejé guiar.

Por un momento olvidé todo lo demás.

Conforme avanzaba no solo era la melodía lo que oía, sino también voces y eso fue un gran alivio, pues ya no era la única persona en aquellos pasillos.

Ahora que estaba cerca podía escuchar con más claridad, y para mí sorpresa el sonido venía de un precioso piano blanco, pero no podía ver quién tocaba porque habían más personas que me impedían ver. No estaba convencida con aquella vista así que volví a caminar hasta estar en el otro lado de la estancia para poder tener una mejor vista.

Los halagos que decían sobre la persona que seguía tocando el piano eran increíbles y estuve totalmente de acuerdo con ellos. Aunque quería que guardaran silencio por un momento, podían halagarlo después y mejor enfocarse en apreciar la hermosa melodía como se lo merecía.

Deje de prestarles atención y cuando di media vuelta vi que era un chico quien estaba tocando: movía los dedos despacio y con delicadeza, pero algo que noté al instante fue que hacía pequeñísimas pausas para después tocar ciertas teclas haciendo que la melodía tuviera un toque más especial.

Tenía sus párpados cerrados, se movía al compás de la melodía como si sólo fueran él y el piano, haciéndolo lucir tan relajado y tranquilo.

Siendo sincera toda mi atención la tenía él, estaba tan fascinada mirándolo que cuando abrió sus ojos lentamente sin prisa alguna, me miró.

No. Puede. Ser.

Me estaba mirando.

Fue tan inesperado que no pude apartar la mirada. Diablos.

Un extraño cosquilleo recorrió por mi pecho seguido de un revoltijo nervioso en el estómago, sorprendiéndome, pero traté de disimularlo y que no se notara que me afectó.

Mientras que él seguía mirándome cómo si nada, como sino estuviera provocando que mi corazón latiera más de rápido de lo normal y eso me asustara un poco. Seguíamos mirándonos y no pude evitar sonrojarme de la vergüenza, aunque tampoco aparté la mirada.

La distancia no me permitía apreciar con detalle su rostro así que solo noté sus ojos de un color café claro, o eso creía.

Trate de concentrarme en la melodía nuevamente pero no podia, su mirada tan fija en mí me ponía demasiado nerviosa. Sentía una atmósfera íntima y diferente entre los dos. Nunca había sentido algo así, era incluso absurdo porque es un desconocido. Estaba sintiendo tanto en poco tiempo que mi respiración en cuestión de segundos comenzó a ser irregular de nuevo y tuve que llevarme ambas manos al pecho para tratar de calmarme.

¿Por qué seguía viéndome?

Ya basta por favor. Inhala.

¿Y yo, por qué seguía viéndolo?

Détente. Exhala.

Siguió tocando el piano pero en ningún instante nuestras miradas se apartaron a pesar de mi pequeña alteración, y tal vez eran ideas mías pero noté que sus ojos adquirieron un brillo algo peculiar, solo que no quise profundizar más porque todavía me sentía abrumada.

Cuando la melodía terminó los aplausos no se hicieron esperar provocando que regresara a la realidad, y aunque quise unirme a ellos no pude. Las emociones fuertes de hace unos momentos seguían presentes impidiéndome hacer cualquier movimiento.

En lo único que podía pensar fue que él realmente me vió.

Era una locura pero quise acercarme sin saber en lo que le diría cuando lo tuviera de frente, solo tenía esta inmensa necesidad de estar cerca suyo, pero  antes de dar tan siquiera un paso fui consciente de que alguien estaba sacudiendo mis hombros.

Me sobresalté.

—Por Dios, Minji, ¿dónde estabas?

Aparte la mirada del chico lo más disimulado posible consiente de que mi abuela me miraba preocupada esperando una explicación, y lo que menos quería era que se hiciera ideas absurdas. Quité sus manos de mis hombros y las entrelacé con las mías.

—Abuela, eso debería preguntar yo. —Suspiré, y antes de que dijera algo más, proseguí:— Fui a buscarte por mi cuenta y terminé perdiéndome. Llegué aquí hace un rato, no te regresé las llamadas porque creía que tendrías el celular apagado después de haberme colgado —le digo, resaltando las últimas palabras en un reproche.

Me mira apenada y niega con la cabeza soltando mis manos—. Discúlpame cariño, es que me he topado una vieja amiga y nos estábamos poniendo al corriente —explica, acariciando mi mejilla suavemente, mirándome un instante y habla—. ¿Estás bien? te veo algo pálida y...

No estaba bien pero tampoco quería darle explicaciones justo ahora, solo necesitaba tomar algo para calmar esta sensación tan mala. Así que la interrumpo:— Por favor, vámonos —es lo único coherente que digo, deseando que ella entienda la súplica en mi voz.

Estaba dándole la espalda y aún así eso no parecía importarle porque podía sentir su intensa mirada.
¿Cómo era posible que contemplé siquiera acercarme? Es un desconocido. No tiene sentido.

Ya eran demasiadas emociones en un rato. Por suerte la abuela no dijo nada más y demasiado preocupada tomó mi mano para ir directamente a la salida, que casualmente estaba a dos estancias más de dónde estábamos.

¡Hola! De todo corazón espero que les haya gustado y le den una oportunidad a Minji y YoonGi ya que es un libro al que le tengo muchísimo cariño.

Prepárense que se vienen capítulos increíbles y gracias por estar aquí. <3

El chico del pianoWhere stories live. Discover now