Capítulo 9

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-Es hora de irnos -escuché, pero mi vista estaba clavada hacia la puerta-. Es obvio que no vendrá, él se lo pierde. Vámonos.

Tras un par de minutos más comprobé que lo que me había estado repitiendo la chica todo el día era cierto. Él no vendría a despedirse.

Llegamos hasta el aeropuerto y la miré confundida cuando noté que nos dirigíamos a la fila para abordar un avión comercial y sonrió.

-¿Pensaste que nos iríamos en un avión privado? Nena, acostúmbrate. A partir de hoy vuelves a ser una mortal.

No dije nada, no tenía ánimos de ir en contra la corriente. Abordamos el avión y seguí a Maria, quien caminó con paso seguro hasta primera clase.

-Eres una mortal con una amiga rica, ¿Si? -no pude evitar sonreír y nos acomodamos en los cómodos asientos.

Si me lo preguntan a mí, el viaje había sido eterno, pero luego de un par de escalas, un montón de comida chatarra y unas cuantas botellas de champán, Roma por fin estaba bajo nuestros pies. Fuimos por nuestras maletas.

-Aquí nos separamos -dijo y la vi con atención-. Afuera habrá un taxi con tu nombre, te llevara a tu nuevo departamento, ahí encontraras todo lo que necesites -asentí y me abrazó-. Mucha suerte, nos vemos en unos días en la entrevista.

Me regalo un guiño coqueto y una cálida sonrisa y se fue por el lado opuesto al que yo debía dirigirme. Suspiré profundo, tomando valor y caminé hacia la salida.

El ajetreo ensordecedor de los aeropuertos hizo que me perdiera un poco, el puto ojo falso que tenía empezaba a molestarme y por más que leía los carteles no encontraba ninguno con mi nombre.

-Disculpe, ¿es usted Camila? -me regañé al escuchar al chico que había tenido enfrente todo este tiempo, definitivamente, ese no era el nombre que buscaba en los carteles. Asentí y él sonrió con amabilidad-. Por aquí.

El sol se despedía de las enigmáticas calles de Roma y yo miraba encantada el lugar, el ambiente era increíble. Después de casi una hora, el auto se detuvo en un edificio con fachada antigua de no más de cinco pisos.

-Buena zona, buena elección -espeto el hombre que hacía de mi chofer y se bajó para sacar mi equipaje del maletero.

Lo seguí, pues al parecer tenía más conocimiento que yo de donde debía ir y llegamos hasta el último piso. Nos paramos frente a la puerta al final del pasillo y dejó mis maletas en el suelo.

-Es aquí, pase linda noche -sin más, se fue y yo abrí la puerta de la que sería mi nuevo hogar.

Caminé con cautela, como se suele ir cuando vas por un lugar desconocido. El apartamento era amplio, pero no en exceso. La cocina y la sala se dividían con elocuencia con un hermoso desayunador de un fino mármol blanco que iba a juego con los estantes y en el que, por cierto, había una laptop, un nuevo celular, las llaves de un auto y el código de acceso para entrar a la casa.

Abrí una de las puertas y descubrí lo que al parecer sería la habitación principal, en la que la amplia cama era definitivamente la protagonista. Los colores pasteles y sobrios reinaban por todo el cuarto. Una puerta corrediza llamó mi atención y al abrirla descubrí una pequeña terraza con una vista impresionante de la ciudad.

Seguí andando lo poco que quedaba del pequeño, pero acogedor lugar y supe que lo habían acomodado con mucho cuidado, con todas las cosas que pudiera a llegar a necesitar y unas cuantas cosas más. Ya tendría tiempo de seguir explorando, pero por ahora solo me importaba ducharme y descansar.

***

Una semana después.

Desperté y como de costumbre, estiré mi cuerpo hacia el lado derecho de la cama en busca del cálido cuerpo de mi esposo, no estaba. Abrí los ojos y encuentre la realidad. Mi teléfono empezó a sonar como si hubiera estado esperando pacientemente a que abriera los ojos.

-¿Hmmm? -dije con voz adormilada sin ver siquiera de quien se trataba.

-No me vas a decir que te acabas de despertar, ¿verdad?

-Quieres la verdad o te miento -le lancé con una sonrisa desvergonzada pintada en la cara.

-Nena, ¿hoy no era la entrevista? -abrí los ojos como un par de platos y me levante de inmediato viendo la hora en mi teléfono-. ¿Pitufa? - escuché la voz de Giancarlo desvanecerse mientras lanzaba el teléfono a la cama y fui corriendo hacia la ducha.

-¡Maldita sea! Maria me va a matar.

Me bañé en tiempo récord y me detuve frente a mi closet. Como aún no me convencía el estilo de Camila, hoy optaría por vestirme como Abigail.

Unos treinta minutos fueron suficientes, no tenía otra opción o llegaría aún más tarde. Di una vuelta en el espejo, tome mis gafas de sol, mi bolso y mis llaves.

Las calles por la que me metía el GPS definitivamente no eran las más amplias, pero las seguía obedientemente, pues prometían ser la vía más rápida a mi destino. En mi afán por llegar a tiempo, me detuve abruptamente en una intersección al darme cuenta de que no iba a lograr cruzar la calle sin que el semáforo cambiara y el golpe que recibió mi auto en la parte trasera, hizo que mi cuerpo fuera impulsado con fuerza hacia adelante. Agradecí al cielo estar llevando el cinturón o posiblemente mi cuerpo ahora estaría en la vía.

-¡Me estás jodiendo! -me queje de dolor y de inmediato me quité el cinto. Bajé para ver como había quedado mi coche luego del choque. Un hombre que casi me doblaba en tamaño, se bajó con cara de pocos amigos e hizo lo mismo.

-¿Eres ciego? -él enarcó uno de sus ojos sin dar crédito-. ¡¿Qué?!

-Es tu culpa, ¿quién mierda frena así? -su marcado acento en otra situación me había hecho reír.

-¡No viste el puto semáforo! - grité y volví a ver los daños-. Maldita sea, no tengo ni una semana con este auto.

-Pues debería ser la última. Como se nota que eres americana -sacó su teléfono.

-¿Qué mierda dijiste? -me ignoró y empezó hablar en italiano a través del dispositivo.

-Espero que estés llamando a tu seguro -dije y rodó los ojos, empezó a caminar hacia su auto. Con paso seguro me interpuse en su camino-. No pretenderás huir, ¿cierto?

-Cielo santo, eres demasiado pequeña para hablar tan alto. Quítate ,no voy a huir, tienes que pagar por los daños -esto era el colmo. Miré la hora en mi reloj, era un hecho, llegaría tarde.

Fui por mi teléfono y le marqué a Giancarlo.

-Palumbo -contestó a mi llamado tan rápido como siempre.

-Me chocaron -le lancé sin anestesia viendo como el hombre hablaba con alguien que no podía ver en la parte trasera de su auto. ¿Era un puto chofer y conducía así?

-¿Cómo? ¿Estás bien? ¿Dónde estás? -lanzó preocupado.

-Estoy bien, mi lindo BMW no -acaricié la carrocería viéndolo con pena. El hombre al otro lado de la línea empezó a reír a carcajadas.

-Dios mío, Nena. No tienes ni una semana sola y ya estás causando problemas -rodé los ojos-. ¿Alguien está herido?

-No... -resople.

-Entonces no pasa nada, haré que preparen otro auto para ti. Uno más pequeño y barato -dijo luego en tono burlón e hice un berrinche.

-¡Quiero este! ¡Me gusta este! -respiro profundo buscando paciencia.

-Está bien, está bien. Solo no te alteres, recuerda no debes llamar la aten....

-¿A dónde demonios crees que vas? -grité viendo como el desvergonzado se subía al auto con intenciones de irse.

-Tú y tu jefe son dos irresponsables -chillé y el vidrio de los asientos traseros empezó a bajar con lentitud. Un hombre con una ceja enarcada me miró y me tensé.

Había personas con malísima suerte, luego estaba yo.

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Lo unico que comparto con Abigail es su mala suerte.

VenganzaWhere stories live. Discover now