La historia de las hermanas Céleris y Celestis

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Aún habiéndose logrado la formación del Gran Imperio, existieron aún muchos niños y niñas huérfanos de diversos clanes, pues a pesar de haber reforzado en gran medida su seguridad y de poder abastecer mejor regiones bastante remotas, los peligros amenazaban en cielo y tierra, la posibilidad de ser abandonado o de perder a sus padres en peleas contra dragones no era algo fuera de lo común. Este es el caso de estas dos hermanas, Céleris y Celestis, quienes fueron adoptadas por una familia de faunos que vivieron en la aldea de Pagus.


Celestis era una pequeña celeste de grandes alas largas parecidas a las de una golondrina, color gris, delgada y testaruda, con el ceño siempre fruncido y con una atención minuciosa e incansable en cada detalle de sus extraños ojos azules como el mar. Ella había sido encontrada abandonada entre las ruinas de una aldea independiente pero pequeña que había sido arrasada por los goblins cuando era apenas recién nacida. Céleris, por otra parte, era una pixie con cabello verde y alas, parecidas a las de una mariposa, rosas como las bugambilias. Sus ojos dorados siempre se posaban por todas partes y parecía no dedicar mucha atención a nada. Céleris, a comparación de su hermana, y por razón de su clan, era de una estatura más baja que Celestis. Ella había perdido a sus padres en una exploración a una cueva misteriosa, nunca se supo nada más de ellos, y sin más familiares que pudieran hacerse cargo, fue llevada al centro de adopción. Ambas adoraban los vestidos que su madre confeccionaba con las flores que se dedicaba a cultivar, siempre iban hermosamente arregladas.


Céleris y Celestis, a pesar de todo, nunca se llevaron bien. Muchas veces discutían por sombreros y brazaletes. Culpaban la una a la otra delos accidentes en casa. Regularmente había noches enteras en que discutían para saber quién tenía la razón por temas bastante nimios y triviales, como por qué los cocodrilos son carnívoros o por qué los días son de 24 horas. Para colmo, ambas eran terriblemente competitivas y no pasaba un día en que ambas se debatieran en una competencia por ver quién volaba más alto o más rápido o quién llegaba primero a algún lugar. Y nunca, por ninguna circunstancia, se llamaron la una a la otra por el nombre de "hermana", a pesar de todos los esfuerzos de sus padres. Aún viviendo en el mismo techo y con los mismos padres, dentro de sus corazones no se consideraban hermanas. Ya habían vivido en el orfanato juntas y, si no lo eran entonces, no tenían por qué serlo ahora. Ambas provenían de familias distintas, eran de clanes distintos y no pertenecían a los faunos. Y, de acuerdo con ambas, no había nada que aquellos dos faunos, que se hacían llamar sus padres, pudieran hacer para cambiar las cosas. Sin embargo, como es la naturaleza fáunica, a sus padres no parecía preocuparles, siempre y cuando ambas tuvieran un techo seguro dónde crecer.


Fue entonces cuando la competitividad llegó a su límite. El día del cumpleaños de su madre, ambas se decidieron por encontrar el mejor regalo y lo único que adoraba la mujer que decidió adoptarlas eran unas extrañas bayas que crecían lejísimos, en los peligrosos riscos de la cordillera, a las afueras de la aldea. Celestis decidió que iría a buscar las bayas ella misma, directamente a la cordillera, porque consideraba que directamente de la naturaleza sería mejor; mientras que Céleris se decidió por intercambiar su más preciada posesión por una gran canasta de esas bayas, su madre quedaría encantadísima con toda una canasta.


Celestis partió de madrugada, con una capa sobre sus hombros y un saco. Mientras, Céleris fue a medio día al centro de la aldea a completar el trato con aquel fauno que le había prometido la canasta. Por desgracia, Céleris no se percató de que había dado el nombre incorrecto al hombre, y que las bayas por las que había concretado el trato no eran las que su madre adoraba, sin embargo aceptó considerando que tal vez su madre debería de probar algo nuevo y que tal vez le llegarían a gustar incluso más (por lo menos eran comestibles, se dijo). Cuando Céleris regresó a casa, se extrañó de que Celestis no hubiera llegado aún, en menos de una hora comenzaría a atardecer, y eso significaba que podría llegar a ser muy peligroso. La celebración se canceló cuando, pasada la noche, Celestis aún no había regresado a casa.


Su madre, preocupada, decidió llamar a la guardia de la aldea y comunicó el incidente con el general a cargo. Pronto se desplegaron varios grupos de faunos que se dispersaron por toda el área donde Celestis posiblemente podría estar, sin embargo, para el día siguiente aún no lograban hallarla. Luego del amanecer, Céleris despertó y miró por la ventana, justo frente ella se desplegaba en el horizonte parte de la cordillera. Pero los faunos no estaban buscando en aquella área, pensó. Si decidió ir en línea recta yregresar en línea recta, era una ruta bastante fácil, la aldea estaría exactamente frente a ella y podría regresar sin ningún problema. Fue entonces cuando se percató que definitivamente no estaba perdida. El tramo era demasiado sencillo, e incluso así, le pareció muy extraño que Celestis, meticulosa como era, no hubiese dejado pista alguna para regresar a casa. La idea le inquietaba, así que se levantó decididamente a buscar a su compañera de casa por cuenta propia, porque no había nadie que pudiera conocerla como la conocía ella, probablemente los faunos ya hayan perdido mucho tiempo buscando en lugares a los que ella nunca iría, considerando que ellos no volaban (la idea, aunque ingenua, le pareció aceptable).


Alzó el vuelo y se dirigió justo en línea recta desde su casa hacia la cordillera, no tomó mucho tiempo en notar que, llegando a la cordillera, había grandes tramos de arbustos aplastados y árboles cuyas ramas habían sido estropeadas por el paso de un gran animal. El corazón de Céleris se aceleraba a medida que se acercaba más y más al área donde aquellas bayas crecían en gran cantidad. Vio, entonces, que Celestis alzaba una mano hacia ella, llamando su atención, estaba entre varias rocas, con un ala atorada debajo de una pesada piedra. "¡Estoy bien! Pero dile a nuestra madre que lo siento mucho" Céleris se acercó a ella y Celestis explicó que un lagarto gigante corría por la cordillera persiguiendo un grupo de cabras y, con su enorme fuerza, había derribado una roca sobre ella.


Céleris fue a la búsqueda de algunos guardias quien auxiliaron a Celestis para quitar la roca de sobre su ala y así, por fin, fue escoltada de regreso a casa. Llegando a casa, la tragedia parecía continuar. Su madre angustiada exclamó a ambas "¡Lamento mucho haberlas obligado tanto tiempo a vivir juntas! Desde ahora cada una podrá decidir dónde vivir, porque he decidido que regresen al resguardo del Imperio y, ahora, pueden decidir si quieren seguir en la aldea de Pagus o desean vivir en algún otro lugar." A los que ambas hermanas quedaron atónitas y se miraron la una a la otra, por fin reconociendo su familiaridad.


Al final, sus padres decidieron que no las regresarían al cuidado del Imperio y pocas veces volvieron a pelear.



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