Lavadoras y desagües

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Prólogo
Lavadoras y desagües.

Odiaba la ropa sucia. Draco nunca había pensado en eso, porque sus túnicas siempre habían estado perfectamente limpias y sin arrugas en la mansión, todo gracias a los elfos domésticos que lavaban apenas se acumulaban tres piezas de ropa —o al menos eso pensaba él, siempre veía sus túnicas favoritas limpias—, pero ahora, en el mundo muggle y sin poder pagarse servidumbre que lo hiciera por él, tenía que bajar al sótano del edificio para buscar a alguna señorita muy dispuesta —o en su defecto a un señorito— que le ayudara con sus manos a lavar su ropa por unos cuantos coqueteos.

Para su mala suerte ése día no había nadie abajo, y bufó cuando notó que en realidad todos habían apartado un día distinto. Le pareció un poco extraño, pero los muggles siempre hacían cosas extrañas, así que solo entró y dejó su cesta sobre la mesa alargada de aluminio que había en el centro de la habitación.

El lugar no era precisamente un sitio que deslumbrase apenas entrar. Él, en un inicio, pensó que solo era un sitio sin fin con cachivaches inservibles, al menos hasta que se topó con la cesta llena de ropa que no desaparecía sola y una única túnica de su época escolar. Aún sentía vergüenza al ver al encargado, pues había ido muy furioso y con aires de suficiencia a reclamarle para que el tipo le dijera al instante que si quería su ropa limpia y guardada en su armario, tenía que hacerlo él mismo, porque allí no había servicio de esa categoría.

Draco tuvo que trasfigurar la túnica negra y simple del colegio en algo decente para poder ir a trabajar ése día, y desde entonces descubrió para que servía ese lugar lleno de trastos ruidosos muggles. El problema entonces era que no sabía cómo demonios utilizarlo y aunque un chico muy amable intentó explicarle, tuvo que recurrir al final a sonrisas bobas y a batir las pestañas porque en realidad no entendía ni un tercio de lo que le estaba diciendo, y aunque el tipo parecía replantearse su existencia cada que sacaba una túnica del cesto, al final terminó con todo limpio, seco y guardado en su armario para una nueva semana de trabajo.

Ése día no se había topado con la misma suerte, así que allí estaba, mirando las perillas y botones de las lavadoras con completo desconcierto. Las clases de runas antiguas en Hogwarts habían sido mucho más fáciles que eso. Miró dentro del aparato, y decidió que primero necesitaría agua, era esencial para limpiar cosas ¿No?.

Entonces, agua. Miró a su alrededor, pero no encontró ninguna llave parecida a la que había en su apartamento, miró entonces en el tablero del aparato y sonrío al notar una perilla con la palabra escrita arriba. La giró, y casi pudo saltar de alegría cuando vió el agua salir de algún orificio oculto, pero él era un Malfoy aún, y debía mantener la calma.

Se sentó en la orilla de la mesa, sintiéndose satisfecho consigo mismo, al menos hasta que pasaron unos minutos y el agua seguía cayendo infinitamente y la tina no se llenaba.

—¿Qué demonios sucede ahora? Por Salazar—se quejó y se acercó de nuevo, notando como el agua caía al fondo y se perdía por las rendijas y agujeros encontrados allí—¿Por qué esta cosa tiene agujeros? ¿Así como retendría el agua?.

Puso ambas manos en su rostro, respirando profundo e intentando encontrar una solución al problema. No debía ser tan difícil, era un aparato muggle, el mundo mágico tenía cosas más complicadas y había vivido años allí. Podía con eso.

¿¡Entonces por qué no le venía ninguna solución a la mente?!.

Levantó la vista solo cuando escuchó un pequeño "tack" en la habitación silenciosa y se giró a ver quién demonios era el que estaba tranquilamente apoyado a su lado. Ni siquiera se dió cuenta cuando había entrado.

Problemas de lavandería (Harco/Drarry)Where stories live. Discover now