02🌊El Precio del Oro

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     MIRANNA NO HABÍA DEJADO DE VER EL HUEVO DE DRAGÓN en toda la noche desde que encontraron un lugar en el puerto para anclar su malaventurado barco, lo que no fue difícil, ya que fue el dragón más grande vivo quien los había dejado en la abertura de la Bahía del Aguasnegras a la vista de todos. Al desatar las cuerdas, Vhagar se fue con su jinete y los ojos de Miranna apenas los siguieron cuando el príncipe cabalgó hacia las nubes, pues era difícil ignorar el arduo trabajo por delante.

    —No hay suficiente dinero para las reparaciones—Ranel había sido franca a la mañana siguiente después de volver de su caminata por el Paseo del Río y la Plaza del Pescador.

    Miranna había subido un poco su sombrero mientras se recargaba en la borda—¿Ni siquiera para las indispensables?

    —Mástil y cubierta, con esfuerzos y no esperes un trabajo de lujo. Los artesanos de aquí son caros—suspiró cruzando los brazos, mirándola expectante—. Por todo querían trecientos dragones de oro, y dicen que nosotros somos los ladrones, esos sinvergüenzas.

    —El mástil lo entiende, no es discutible, pero ¿No sería mejor arreglar los remos? Estaríamos perdiendo velocidad.

    —Mientras tengamos vela, hay más probabilidad que superemos una tormenta, pero la cubierta es vital. Setenta dragones de oro y veinte venados de plata.

   La pelirroja levantó sus manos como rendición—Tú eres la contramaestre, te creo si me dices que eso mantendrá el barco a flote.

    —Puede que ese hoyo en la cubierta se vea inofensivo, pero en realidad puede filtrar la humedad y ¡Adiós a toda nuestra comida! O peor, contraeremos alguna enfermedad, que ni el Dios Ahogado nos salvará por ser idiotas.

   Miranna había hecho una mueca, no le agradaría morir por inanición, aunque con los arreglos del barco, era probable que lo hicieran si no pensaba en una nueva fuente de ingresos que no fuera sus saqueos habituales. Estaban en tierras de corona, no era discutible a menos que quisieran a las galeras de la flota real tras ellos, o peor aún, a la de hierro por órdenes del rey.

   —¡Y tacaños, no olvides lo tacaños que son en este barco! —Vernan se quejó al pasar a su lado, provocando las dos mujeres rodaran los ojos.

    —Vuelve a tu cocina, Ojos Locos—Miranna dijo, Ranel apenas esquivo el caparazón de tortuga que el hombre lanzó desde la maltrecha escotilla para bajar a cubierta.

    —¿Cuál? Ahora está más sumida que las costillas del Nagga en el Viejo Wyk.

    Ranel bufó—Un día tendremos que abandonar a ese viejo en alguna isla.

    —¿Y quedarnos sin su sopa de tortuga? —la pelirroja colocó una mano dramáticamente en su pecho al descender por las escaleras sin dejar de ver a su contramaestre—, eso sería una verdadera desdicha.

MY TEARS RICOCHET ─── Aemond TargaryenWhere stories live. Discover now