Fulgor

223 31 44
                                    

Siempre volvía a mi en cada noche, en cada sueño, sentir como mi ser completo se desvanece cuando te vi en aquel estado deplorable y ser expectante de tus últimos suspiros, hace que quiera volver al instante en donde todo comenzó, todo lo que fue de nosotros.

Fuiste tan convincente, de niño siempre tuviste esa chispa en tus ojos y es por eso que ciegamente te seguí, decidí creerte aun sabiendo como terminaría. Tus ojos eran penetrantes en determinación pero tu mirada mostraba una agobiante preocupación, estabas dudando y eso era lo que más te asustaba.

"¿Alguna vez te he mentido?" resonaba la misma pregunta en cada despertar y en mi ansiedad constantemente buscaba tu silueta en la magna oscuridad, alguna señal de que todo lo que pasaba era una pesadilla y no una realidad pero solo me bastaba con escuchar tus leves resuellos para saber que estabas acá. Repentinamente tu voz se volvió una armonía que calmaba mi interior pero cuando la noche caía esa paz desaparecía. Muchas veces trataba de despertarte susurrando tu nombre y aunque lo detestas, con tu carente energía siempre me respondías con un "estoy aquí"

Sabias que eso no era suficiente, necesitaba más para saciar esa angustia y lo supiste esa noche cuando llame por tu nombre con mis ojos hundidos en lágrimas esperando que los sollozos dejaran de retumbar en mi pecho. Me sentía patético porque sabía perfectamente que estabas ahí, te miraba y podía comprobar que estabas vivo, que no eras una ilusión mía pero si estaba tan seguro... ¿Por qué sentí que te había perdido?

Te levantabas de tu cama y venias a darme consuelo, tus abrazos eran tan cálidos que se convirtieron en mi refugio y tu aroma era tan dulce que llenaba mi mente de pura nostalgia, pasabas minutos acariciándome hasta quedar dormido y cuando era el momento volvías a tu cama, estabas cansado, lo sé pero sentía un gran vacío cuando te ibas que inconscientemente tome de tu brazo para que te quedaras un poco más, aún cuando tu expresión fue de sorpresa podía visualizar tus caídos párpados batallando para mantenerse despiertos fue en ese entonces que suavice mi agarre y te solté, estaba siendo egoísta al querer que te quedaras por mi capricho, así que pidiéndote disculpas volviste a tu lecho. Quería llorar otra vez así que me volteé y esperaba a que el sueño se apodera de mí sin embargo mi nombre hizo presencia en tu hablar.

— Ven, acuéstate conmigo — Dijiste mientras te ubicas a un lado de la cama y en ella, dabas suaves palmaditas.

De seguro debí verme como un desesperado porque al momento en que diste el último toque invadí tu espacio y me acomode lo más cerca posible para estar frente a ti, tú solo soltaste una ligera risa. Analice cada detalle de tu rostro y mientras más observaba me daba cuenta que más te necesitaba, no me bastaba con mirar o que respondieras a mi llamado... quería tocarte.

En ese momento agradecí a cualquiera quien haya escuchado mis plegarias, el mar de tus ojos me observaba con tal delicadeza que sonrojaba mi frenético corazón. Me cubriste con el calor de tus sábanas y llevaste una de mis manos a tu suave y gentil rostro.

— No tienes porque llorar más, mírame, estoy bien, si todavía siguen las pesadillas puedes dormir conmigo cuando gustes, quiero que tengas presente que estaré contigo esta noche, lo prometo.

La luz de la luna era tenue pero aun así me ayudaba a ver lo colorado que se encontraban tus orejas y esa característica luz que se reflejaba en tus ojos cuando me mirabas. No podía evitarlo, sentía como una especie de vaivén de emociones que cubría todo mi cuerpo hasta llegar a mis piernas, sentía que mi estómago estaba ardiendo y tenía fuertes impulsos de cubrirte con mis brazos aun sabiendo que no te iba a soltar hasta la noche siguiente.

En cuestión de minutos caíste preso por el sueño mientras yo te seguía atesorando, te volteaste, y en eso lograba escuchar como los latidos de mi corazón rebotaban contra tu espalda preocupado de que los escucharas.

Estaba consciente de lo que hacía, mi brazo subió lentamente por tu cintura en tanto que mis manos se dirigían delicadamente en la parte baja de tu pecho y sin vergüenza alguna te envolví en mi esencia, tu cuerpo era tan pequeño que pensé que si apretaba mas de lo debido te ibas a romper. Y por primera vez, dormí en tal solemne serenidad.

Se volvió una rutina cada vez que apagaban las luces esperaba a que el silencio abarcara el dormitorio y era en ese entonces que aprovechaba para dormir a tu lado, me esperabas dormido a una esquina de la cama porque sabías que muy pronto estaría ahí, había veces en las que te despertaba pero no te notabas molesto, siempre me acogías con una linda sonrisa y como si fuéramos un par de niños nos arropamos hasta la cabeza mientras susurramos entre risas nostálgicos momentos de nuestra niñez. Era obvio, las pesadillas se iban poco a poco y ya no necesitaba dormir a tu lado pero quería quedarme, quería estar junto a ti.

Cuando el claro se hacía presente, forzosamente te removías de mi agarre con cuidado para no despertarme, muchas veces te sorprendí mirándome mientras jugueteabas con la punta de mi nariz y cuando te dabas cuenta te volteabas rápidamente y te hacías el dormido, era inevitable no reír después de eso.

Nos descubrieron varias veces durmiendo juntos, lo sabía por las miradas que nos entregaban y los murmullos a nuestras espaldas, sinceramente no me importaba, no es la primera vez que hacen comentarios acerca de nosotros pero tú te veías inquieto, y cada vez que tocaban el tema te hacías el desentendido, como si tuvieras miedo de algo. Pensando en eso decidí que ya no dormiría contigo ya te incomode demasiado, no quería que empeorara, creí que si dormía mirando hacia donde tú estabas ibas a incomodarte más así que me acomode en mi cama dándote mi espalda pero no te sentiste a gusto.

— Eren ¿Estás enojado conmigo? - Por el tono de su voz inferí que estaba dolido, lo miré incrédulo, tenía una idea de porqué me preguntaba tal cosa pero quería asegurarme.

— Claro que no Armin, Es solo que... ya me ayudaste demasiado y estoy abusando de ello, además los chicos ya lo saben... Pero ya no tienes porque sentirte incómodo, ahora en adelante podrás dormir a gus...-

— Nunca me sentí incómodo - tajantemente me interrumpió, ahora se veía molesto —Estaba preocupado, tenía miedo porque gracias a esos rumores creí que terminarías asqueado de mí y te alejarías.

Te observé un par de minutos, sin decir nada, pude escuchar como tu voz se quebraba al final de cada palabra, tu cabello cubría parte de tu rostro ocultando la tristeza de tus ojos. No sabía que decir, me sentía como un tonto, asumí algo que al final, aunque no fuera cierto termino afectándote. En mi silencio, te acurrucaste y diste por hecho que ya no te estimaba. Me levanté de mi comodidad para sentarme junto a ti, tú estabas cubierto en tus sábanas, no querías mirarme.

— Armin yo... Lo siento, yo pensé lo mismo también no quería que te hartaras y creí que te sentirías mejor si ya no dormía contigo.

Parecías decidido en tu actuar, no pretendías responderme pero sé que me escuchabas, espere unos minutos y seguías en esa posición fetal, te veías como un niño sin mimar. Conozco perfectamente tus puntos débiles así que te aprisioné y te hice cosquillas en la parte baja de tu espalda, en tu lucha por deshacerte de mí soltaste una ruidosa carcajada fue entonces que nos quedamos quietos en un breve momento, analizando nuestro entorno por el miedo de haber despertado a alguien, que por suerte no fue así.

Ante nuestra calma pregunté si podía dormir contigo esta noche, no obtuve respuesta solo te volteaste, sentí una leve presión en el pecho y un vacío en el estómago, cosa que duraron un par de segundos cuando ví que con tu brazo levantabas el otro extremo de la cobija.

— Trae tu almohada, desde que duermo contigo siempre me la quitas — Acatando la orden me acomode hacia donde estabas y sin pedir permiso te abrace en mi pecho, cerré mis ojos admirando el dulce aroma de tu pelo, de pronto te giraste hacia mi y tu rostro se encontraba tan a la par del mío, sentí otra vez ese calor en el estómago que aumentó mucho más cuando posaste tus labios en la comisura de los míos.

Estabas hipnotizado por mis ojos y yo lo estaba por los tuyos pero esta vez era diferente, tu mirada me dedicaba inocencia pura y tranquilidad absoluta, esa luz que solo tú me das... Esa luz que nunca se apaga.

Esa luz que nunca se apaga  [Eremin]Where stories live. Discover now