Capítulo 4

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Me desperté a la mañana siguiente sin recordar qué pasó durante el resto de la noche. Estoy seguro de que la tétrica mirada de mi madre muerta me hizo perder los nervios y, finalmente, la consciencia. 
Amanecí con la mitad de la cabeza entumecida y con un fuerte zumbido en el oído. 

"Buenos días, dormilón. ¡El almuerzo ya está listo!" 

Avisó Teresa desde la cocina. Yo me levanté y estuve al menos media hora en el baño. Tenía tanto miedo de salir que podría quedarme acurrucado en la tina por el resto de mis días. Y si salgo, ¿con quién se supone que me encontraré ahora? ¿O con qué? ¿Con el tierno y escultural rostro de mi esposa, o con la putrefacta sonrisita de un cadáver en descomposición? Mira, no lo sé. Y quisiera no tener que saberlo. 

Cobré valor suficiente y salí, sentándome en la silla frente a Teresa.

"¿Dormiste bien, guapo?" 

"Ajá."
Me quedé mirando el plato de comida; una rica pasta con queso derretido. Rica en apariencia y en olor, al menos. ¿Estará envenenado? Usé el tenedor para toquetearla con duda. 

"La preparé con mucho cariño para ti. Anda, cómela."

Me incitó. Cuando volteé a verla de nuevo para explicarle que no tenía hambre, ella me estaba mirando con una sonrisita tan delgada que te hacía pensar que en cualquier momento podría darle una parálisis facial. Y sus ojos estaban abiertos de par en par. Teresa no pestañeó. Lucía como un maniquí, o una terrorífica muñeca de porcelana con expresiones congeladas. 

Preferí no discutirle y me metí el primer bocado. Qué más da, sea lo que sea, me aseguraré de fingir que en verdad me gus...¡Oh, espera! Juzgué mal. Sabe rico, demasiado rico. Tanto que no tardé más de cinco minutos en devorármelo. 

"Vaya que tenías hambre, no te recuerdo tan comelón. ¿Quieres más?" 

Preguntó en un tono divertido. Tenía pánico de volver a mirarle a la cara. Tal vez su expresión sería peor y más tétrica que la anterior, pero no. Cuando me atreví a verla, sus gestos eran como los de cualquier otra persona normal. Dulces y encantadores como los de la Teresa que conocí. De la que me enamoré y juré mi amor eterno. 

"Seh, solo uno más."

"Enseguida."

Ella se fue a la cocina y yo tomé mi móvil para revisar que no tuviera ningún trabajo pendiente. Aunque no puedo dejar de pensar en la noche anterior. ¿Habrá sido una mala jugada de mi cerebro? ¿De mis traumas? Tal vez. De todo corazón, espero que esa sea la única y verdadera respuesta. 

Desactivé el modo avión del celular, y entonces una lluvia de notificaciones repicó en mi pantalla. Actualizaciones, correos, y...espera, ¿qué? 

47 mensajes de WhatsApp. Melissa. 
12 llamadas perdidas. Melissa. 

¿Estará todo bien? Apenas ha pasado un día, acordamos no frecuentarnos tanto. 
Abrí los mensajes. 

Creí que mi hija se había ido contigo. ¿Discutieron?  (27 de Julio, 2:40 am)

Decía uno de los mensajes. No sé de qué está hablando. El siguiente mensaje lo envió diez minutos después del primero. 

Jim, ven rápido. Teresa está convulsionando, no sé qué hacer. ¿Debería llevarla al hospital? (27 de Julio, 2:50 am) 

Por favor, ven. Estoy escondida en el garaje, justo bajo el auto. (27 de Julio, 3:20 am) 

Un escalofrío recorrió mi espalda después de leerla. ¿Qué tanto hiciste mientras yo dormía, Teresa? Seguí leyendo.

TeresaWhere stories live. Discover now