Jung Lia ni siquiera estaba destinada a nacer, pero lo hizo, no tuvo la mejor vida, pero no podía hacer nada ante eso.
La "vida" de Lía empieza a ser más amena cuando conoce un joven que se interpuso en el trabajo de su equipo.
Tal vez ya estaban de...
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Flores que caen.
Lia se encontraba con el señor Lim en la oficina, estaban trabajando en un caso, al parecer un idiota en línea le está dando consejos a la gente sobre una muerte segura e indolora.
– Ten cuidado – Le dijo Lim a la jefa en llamada.
– Eso es raro – respondió la pelirrosa– que te preocupes por mi.
– Oh vamos– exclamó Lia con una sonrisa – sabes que no hablaba de ti.
– Me refiero a la gente de allí – le siguió el hombre.
Ya la jefa había colgado y habían pasado unos minutos en silencio.
– No crees que a veces es un poco ruda? – se atrevió a preguntar la joven.
– Pues siempre ha funcionado – Le respondió el emisario a Lía a la vez que veían como las ganas de morir de los individuos disminuían considerablemente, la joven solo hizo una mueca– es hora de irse, vamos a comer algo?
– Solo si es pollo.
Entre risas salieron de la oficina y respectivamente, de Jumadeung.
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Lia siempre había amado el cielo, especialmente de noche, pero desde que había muerto había empezado a ver el cielo de otra manera, específicamente a las estrellas, tan brillantes y hermosas como siempre, pero ahora las veía distinto, con un sentimiento de deja vu, esa sensación de haberlas vista en otro lado, y no exactamente en el cielo mismo.
Se encontraba esperando a la jefa koo y al señor Lim, tenían otro caso y Lía lo tenía justo en frente, un vagabundo en un puente con muchas ganas de saltar, Lia lo veía acercarse lentamente al medio del puente y a la baranda, lo que la joven no había notado era que había alguien más presente, si no hasta que por evitar que el vagabundo saltará el desconocido hizo acto de presencia.
