2. Espiar

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—¡Mamá!—dije alzando un tanto la voz—. ¿Dónde esta Andy? —le pregunte, me disponía a ir hacia la cocina.

Ella estaba sentada en el sofá de la sala viendo una película llamada "La ventana indiscreta" su favorita.

Quedo un momento en silencio y luego respondió.

—Se fue con tu padre, ¿Lo olvidaste?

—Oh, sí. Hoy es el cumpleaños de la tía Ali.

Lo había olvidado por completo.

—Sí. Vendrá en la tarde junto a tus primos.

—¿Vendrá Román?

Tenía un vaso de jugo en la mano que recién había sacado del refrigerador.

—Sí, eso creo.

Estaba realmente exhausto, había durado casi dos horas para poder terminar ese examen de Química, tengo aún las manos temblorosas de lo nervioso que estaba. Solo tengo en mente que tal ves saque una buena calificación, estudie y las preguntas estuvieron algo fáciles. Creo que debería desahogarme con mamá, pero mejor no, no quiero molestarla.

—Bueno, no te molesto más. Iré arriba a dormir un poco, si me necesitas puedes llamarme.

—Claro cariño. No te olvides de tomar tu medicina.

—Esta en el termo, sí—casi lo olvidaba—. Ok mamá, te quiero.

—Igual yo.

¿Dormir? Claro que no, quería ver a la chica de la casa roja.

Cuando ocurrió lo de la sombra la noche anterior, se me vino una gran idea a la cabeza, aunque creo que tal vez parezca un psicótico o incluso un acosador. Pero desde mi perspectiva pienso que no, solo quiero observarla y ver como es en su día a día, porque no creo que este en el colegio aún, al perecer no hasta ahora. Y si en tal caso llega a mi colegio, debo estar preparado de cualquier cosa.

Esta mañana he hablado con mis amigos, Ryan y Lea. Me han preguntado sobre mi mano, y le he dicho lo que ha pasado aunque les ha parecido un tanto gracioso, lo bueno es que ya la he cerrado yo mismo y en poco se curará. Solo que aún duele.

Debo cambiar la venda, y limpiar un poco la herida.

He vuelto a tener ese sueño. Ese en el que estoy en un auto y de un momento a otro solo estoy en el aire dando vueltas con alguien que no reconozco. Es extraño. Desde hace un año y medio que no dejo de soñar lo mismo, odio que sea repetitivo, aunque mamá dice que tal vez sea un suceso que me esté pasando en un mundo paralelo. Me hace mucha gracias porque mamá ama la física.

El telescopio que me había regalado papá por mis trece años no era muy grande, pero veía a distancias muy lejanas. Desde hace casi dos años que no la utilizaba.
También tenía una cámara, la cual tenía muy buen zoom. Pero debía decidirme, ellos aún estaban ahí, desde que me fui y regrese a casa no he visto salir a nadie de la casa roja, salvo a un hombre, el cual deduzco se trata del padre.

Estaba nervioso, tenía miedo de alguna manera. Así que para calmarme fui a limpiar mi herida, no me tomo ni un minuto en hacerlo. Por ello después volví a la ventana.

Tomé el telescopio y me dispuse a mirar hacia la casa, la cual también tenía una ventana que daba a una habitación, y otras dos en el piso de abajo que eran de la sala y la cocina. Esperaba con ansias a que ella hubiera tomado la habitación con la que coincidía mi ventana, así seria más fácil verla desde donde yo estaba.

«Me siento como un loco acechando a su presa»

Una sombra que parecía esta cabizbaja se hizo ver, no se quien podría ser, las cortinas me estorbaban un poco. ¡Carajo! Había olvidado por completo la existencia del sonido, no iba a poder escuchar lo que ellos hablaran desde del otro lado. Debía pensar. Pero ni loco entraría a esa casa, aunque si ella me invitara a entrar, lo haría sin duda y guardaría mi temor en los bolsillos. Bueno, sí, tal vez soy un tonto, puedo superarlo.

La chica de la casa roja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora