4.

1.4K 170 34
                                    

Cuando Bokuto le volvió a dirigir la palabra a Akaashi fue una semana después de su rechazo a vivir juntos. De hecho, Akaashi esperaba que se alejara de él; no quería seguir haciéndole daño. Sin embargo, cada que caminaban de regreso a sus casas Bokuto tomaba sus manos, las entrelazaba y mecía acompañadas del viento.

La rutina, que poco a poco se había tornado el pan de cada día de ambos jóvenes, se vió modificada a mitad de su carrera; momento en que Akaashi tuvo que ser hospitalizado por una hemorragia que casi le quita la vida. Bokuto fue el que más lloró de los dos.

Tras ese acontecimiento, Bokuto logró convencer a su amigo de vivir juntos; asegurando que, de esa manera, podría ayudarle sin importar el día ni la hora. Akaashi aceptó no muy complacido y sólo por insistencia de sus padres al apoyar la idea fervientemente (ya que ellos, por su trabajo, no podían estar con él todo el tiempo que les gustaría estar).

Akaashi sabía que el hacer aquello era un arma de doble filo; ya que, si bien casi todo el tiempo estaban juntos, el vivir en la misma casa que Bokuto le podría perjudicar sentimentalmente hablando. Estaba feliz porque Bokuto se encargaría de protegerlo pero también se preocupaba por lo que pudiera llegar a sentir hacia su compañero; he ahí los dos filos del arma.

Pasó el tiempo y Akaashi se había resignado a que no lograría alejar a Bokuto de su lado; ya era muy tarde para ello. Por ello, cuando había recorrido tres cuartas partes de sus estudios, se había permitido sentir libremente todo cuanto sentimiento se pudiera con respecto a su amigo de la infancia y, del mismo modo, se permitió expresar sólo un poco de todo aquello; logrando que, cada que se separaban (sólo en contadas ocasiones) y se reencontraban, se saludaban con un beso en la mejilla. Se abrazaban con frecuencia y solían decir cosas lindas del otro (aunque esto último con menor frecuencia).

—¿La cita sigue en pie?

—Así es, Bokuto.

—¡Bien! ¡Hoy saldré temprano y te esperaré para irnos juntos!

—Bien.

• • •

Como lo prometieron, tras terminar su día se dirigieron a un restaurante. Comieron, platicaron y rieron; fue un gran día, hasta que llegó el momento importante de la cena.

—Oye, 'Kaashi.

—¿Sí?

—Antes de pedir la cuenta me gustaría preguntarte algo.

Akaashi, quien mantenía una mirada serena, se sorprendió. No se le podía ocurrir ninguna cosa que pudiera decirle.

—De acuerdo.

Bokuto lo miró, se levantó de su asiento y miró de frente a su acompañante. Akaashi se enderezó aún en la silla ante la diferencia de altura.

—Nos conocemos de toda la vida, hemos sido amigos por veinte años y me siento el hombre más afortunado del mundo al poder vivir contigo —el pelinegro lo miraba atento, no quería pensar en lo que seguiría porque se sentiría la peor persona del mundo—. Y sabes que te amo, ¡Lo hago desde primaria!

—Bokuto...

—Sé que ni siquiera somos novios y que tú probablemente no me correspondas pero, ¡Lo he de intentar de cualquier manera! ¡Debo hacer todo lo que esté en mis manos! ¿No es así, 'Kaashi?

El nombrado no respondió, desvió la mirada y su labio inferior fue sometido a una enorme presión ocasionada por sus propios dientes al apretarlo con fuerza. Mientras se negaba a dejar escapar una lágrima.

—Por ello —al fin, el de cabello bicolor se hincó mientras sacaba una cajita de terciopelo azul «como sus ojos». Y, abriéndola, preguntó:— ¿Te casarías conmigo?

Akaashi no quería regresar su mirada a la contraria, pero sabía que su respuesta, independientemente de cuál fuera, debía hacérsela saber mirándolo a los ojos. Por ello, con un gran dolor en su corazón lo miró sólo lo necesario y respondió:

No. Bokuto, no te puedo hacer eso —y Bokuto, a pesar de que le doliera admitirlo, esperaba aquella respuesta y, aunque se lamentara por ello, sabía el por qué.

—Entiendo.

La cena terminó de manera silenciosa.

• • •

Una semana después de lo acontecido en el restaurante, Bokuto le ofreció un anillo a Akaashi.

—Bo... Ya lo hablamos.

—¡No es eso! —el de cabello negro lo miró, inquisitivo—. No es un anillo de matrimonio ni de pareja; es un anillo de almas gemelas.

—¿Eh?

—¡Somos almas gemelas! ¿No es así?

La mirada penetrante de su acompañante le hizo desviar la suya mientras respondía:

—Eh... Sí, puede ser.

—Entonces, ¡Por favor acéptalo! ¡Será una manera de tenernos siempre cerca! ¿No te parece? Además, podría ser como una promesa —Akaashi lo miró, interesado—. ¡Una promesa para nuestras otras vidas! En esta no podremos estar juntos de esa manera pero, esto será la promesa de que en las siguientes sí lo estaremos.

Akaashi admiró los ojos ajenos, llenos de vida y de amor y no pudo dar una respuesta negativa:

—De acuerdo, alma gemela.

• • •

He regresado a la uni y ya no sabía que día era hoy :p
Gracias por seguir aquí. Nos leemos luego.💕

Blue Ocean.

CINCO VECES NO [BOKUAKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora