Migaja (pt.2)

0 0 0
                                    

Llegué a casa una hora después, o al menos eso creí. El camino se sintió el más largo del mundo.

Soy consciente de que me he enamorado otras veces, pero ella superó todo. Me enamoré hasta de cómo dice mi nombre.

Tomé una ducha rápido para relajarme aunque no lo conseguí, me puse ropa cómoda; unos shorts y una camiseta de rock gigante. La amo.

No quise cenar así que solo me preparé un té y fui al balcón. Mi lugar favorito de mi hogar, podría estar ahí horas tan solo viendo lo que me ofrece la vida. Puse algo se música con mi teléfono. Cuando ya me sentía más tranquila me solté el cabello, me había hecho una coleta pero amo mi cabello suelto. Apenas me lo solté tocaron el timbre de mi departamento, ni siquiera acomode mi cabello cuando me paré a abrir la puerta.

Me fijé por la mirilla y me paralice.

No.

No.

Por favor, no.

Me debati como por 5 minutos si debía abrir o fingir que nadie estaba aquí. Justo cuando volvieron a tocar el timbre reaccioné de nuevo, tenía ganas de llorar, sabía que mis ojos ya estaban rojos. Apoyé mi cabeza en la puerta y conté hasta tres.

Uno

Dos

Tres...

Cuatro

Cinc.. Carajo, era hasta tres.

Uno

Dos... A la mierda.

Abrí muy lentamente hasta que logré verla.

Posiblemente en la misma situación que yo, aparentemente también estaba en pijama y ya duchada pero lo que me sorprendió y dio un golpe a mi corazón fue que ella tenía los ojos rojos igual que yo mientras que se mordía los labios; algo que hace cuando no se siente en sus cinco sentidos.

Me miró y no dijimos nada.

  - Mariand..
 
  - Tu c- hablamos al mismo tiempo.

  - Lo lamento - dije - mi...? - la dejé completar su oración.

  - Tu cabello está alborotado. - dijo. Tenia la mirada perdida, su respiración era rápido como aguantandose las ganas de hacer algo o decirlo.

Nos quedamos en silencio de nuevo. Por ese momento no necesitábamos palabras. Me hice a un lado invitandola a pasar, ella entró despacio. Solo dio unos pasos adentro cuando se volteó a verme. Quedamos frente a frente, menos de un metro nos separaba. La miré, miré sus ojos, sus labios, no podía dejar de estar enamorada de ella. No podía, pero tenía que intentarlo siquiera, me estaba haciendo daño quererla. Y ahora creo que ella lo sabe, si saca sus conclusiones y busca en los recuerdos sé que ella ahora sabe cuán afectada estuve en varias ocasiones.

  - Te hago daño, cierto? - susurró y vi el preciso momento que cayó una lágrima de sus ojos. - Te hace daño verme con él, te hace daño escuchar los planes que tenía con él, te hace daño escucharme hablar de él..

  - El problema no es él...

  - El problema soy yo. Yo que nunca te vi, nunca te escuché.. Si lo hubiera sabido yo..

  - Si lo hubieras sabido tú seguirías tu vida. El hecho de que yo esté enamorada de ti no significa que no seas libre.

  - Si lo hubiera sabido te hubiera visto. - soltó y me paralice.

  - No...

  - Si.

  - ¿Qué haces aquí, Mariand? Ten tantito respeto por alguien que te ama y no vengas a hablarme de tu estúpido novio. Es más, no deberías estar aquí, sabes? Sí, me hace daño verte hablar de él,  ver su relación y toda la mierda. Pero más me duele que estés aquí y que yo tengo ganas de besarte sabiendo que no eres para mi. Y quizá nunca lo sepas.

  - Tú sabes a gloria..

  - Cállate. - solté firme. Ella no podía estar diciendo esto ahora.

  - ¿Crees que lo olvidé? Siempre presumes de recordar todo después de estar ebria hasta las nubes, pero se te olvidó que soy igual.

  - Pues ebrias hasta las nubes prometimos que jamás tomaríamos ese tema. No quiero oírte ya. Vete de mi casa.

Voltee para abrir la puerta cuando la sentí junto a mi, su rostro en mi cuello, sus manos en mis caderas.

  - Te hace daño esto.. pero soy una egoísta de mierda. Quiero tenerte aunque sé que tienes presente que nunca me tendrás como él me tiene. Pero cariño, solo yo quiero saborear la gloria de ti.

Esa noche, esa maldita noche me prometí olvidarla, mientras ella metía sus manos dentro de mi playera, mientras a acariciaba mi cuerpo igual que la primera vez que lo hicimos. Extrañaba su calor corporal, extrañaba sus labios en mis pechos, extrañaba la forma en como me toca ahora. No demoró mucho en meter su mano en mi short y darme placer como solo ella sabe y puede. En cada jadeo, en cada beso demandante, en la cama donde nos trasladamos, me prometí olvidarla.

Me puso en cuatro para comerme como sabía. Sus manos, sus labios, siempre seré amante de ellos. Cuando hicimos el sesenta y nueve conmigo arriba fue maravilloso escuchar como yo la hacía gemir, tan fuerte. Siempre tan ruidosa. En ningún momento dijimos una palabra además de: Más, por favor, rápido, fuerte.

Esa noche donde a acabamos en más de una ocasión, esa noche ella solo se despidió con una mirada, la misma mirada que tenía cuando llegó. La misma, mirada que solo los condenados a nosotros mismos tienen, y no podemos ser libres.









"... O puedo pasar por la prueba y quedarme con una migaja de ti."

From me to herWhere stories live. Discover now