AGO 84' - Capítulo 2 (J)

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J

Cuando le sonó el despertador a la mañana siguiente, Jake no podía mover las piernas, ni nada, en general. De ahí que el levantar el brazo para apagar la alarma de las seis y evitar que Rachel se desvelara le resultase tan tortuoso.

Se incorporó como pudo, se puso de pie y maldijo para sus adentros a los entrenadores, pues no recordaba haber estado tan afectado de agujetas en toda su vida. Apoyó las manos en la pequeña mesa de escritorio e hizo movimientos con los hombros para destensarlos. Luego, con mucho esfuerzo, flexionó las piernas lentamente hasta ponerse en cuclillas. Continuó haciendo estiramientos hasta que el reloj marcó las seis y cuarto, momento en el cuál, cogió una camiseta, la echó sobre su hombro derecho y bajó a desayunar vestido únicamente con el pantalón corto que usaría para ir a entrenar.

Paul y Sara estaban en la cocina, como era habitual cuando su madre estaba sin empleo. Ella decía que era la única forma que tenía de pasar un poco más de tiempo de calidad con su marido, que siempre salía de casa en torno a las seis y media y regresaba pasadas las siete de la tarde. A veces se le hacía tan tarde haciendo algunas horas extra, que llegaba a casa cuando ya habían terminado de cenar, tan cansado que apenas tenían tiempo de hablar. Jake era consciente de lo mucho que trabajaba su padre, y de lo pesadas que podían llegar a ser sus tareas en la fábrica de soldadura Wathson. Valoraba su esfuerzo, pero jamás decía nada al respecto. En ese sentido, Jake no era muy distinto al resto de chicos de su edad. 

Se sentó en la mesa y se comió con ganas las dos tiras de bacon sobre una tostada que su madre le ofreció en un plato, junto con un tazón de leche al que él no tardó en añadir un buen puñado de cereales. Su padre se levantó para marcharse poco después de que él llegase, y su madre siguió cocinando sin dirigirle la palabra. Se debía a que habían discutido la noche anterior, después de que Derek se llevase la camioneta para llevar a casa a la amiga de Zane.

—Se lo he pedido a él, porque he supuesto que tú estarías cansado por el entrenamiento —se había justificado Sara, al recibir una acusación poco amable de su parte sobre su supuesta preferencia por Derek.

Y eso hubiese tenido todo el sentido del mundo, de no ser por todos los años de desdén que Jake llevaba acumulados, y de los que era incapaz de deshacerse. Pese a todo, ahora Jake se sentía culpable por haberse encarado con su madre como lo hizo, pero fue incapaz de decir nada antes de recoger los restos de su desayuno, ponerse la camiseta y salir a toda prisa hacia la parada de autobús. 

Dio gracias de que nunca había mucha gente por la calle a esas horas, porque su caminar dolorido fue digno de comedia.

Afortunadamente, su estado no fue algo exclusivo. Cuando llegó al estadio de la universidad, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no llegar tarde, se dio cuenta de que todos sus compañeros estaban doloridos, más en mayor que en menor medida.

A las siete y diez en punto, recibieron instrucciones de uno de los dos auxiliares de Tyler.

—Id a por pantalones, camiseta de entrenamiento y vuestras zapatillas. No necesitáis nada más.

En los vestuarios, observó que el único que no parecía perjudicado por el duro entrenamiento del día anterior era el capitán; eso, o fingía demasiado bien.

Jake se puso la ropa básica de entrenamiento que le habían dejado sobre la bancada bajo su taquilla y luego sacó sus zapatillas, unas Adidas negras con el logo en blanco, como las de casi todos los demás. Supuso que iba a ser un día de mucha carrera continua, dadas las instrucciones.

Pero se quedó corto.

Bastante corto.

Porque, cuando volvieron al campo, Tyler los estaba esperando. Se reunieron con él en el centro del campo y lo escucharon con atención.

Jake Becker. Usual BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora