XI

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Los rugidos del público creaban ondas vibratorias en todo el lugar. El aroma del sudor y de la sangre se aunaba en el aire y entraba en las fosas nasales de las espectadoras. La voz de la réferi, indicando a las ganadoras y perdedoras de cada round, se alzaba sobre el resto y creaba oleadas de adrenalina al gritar el nombre de las indiscutibles campeonas. Tzuyu secó el sudor de su frente, escupiendo al suelo la sangre que brotó de las cortaduras internas en su boca, la mujer frente a ella, una peleadora de Brasil de la cual Tzuyu había escuchado varios rumores, sonreía; no esperaba la participación de una rival digna esa noche y Nicholas iba a tener que darle explicaciones. El árbitro indicó que podían continuar la pelea; Tzuyu hizo oscilar sus hombros y levantó los puños en defensa cuando su contrincante se abalanzó contra ella con un juego de patadas bajas y rodillazos, Tzuyu conectó un golpe en el diafragma de la mujer y el público gritó su nombre. Esquivaba algunos golpes, recibía otros, pero el destino de esa pelea ya estaba escrito, Tzuyu iba a destrozarla. Cayó al suelo y se levantó de golpe, impulsándose con sus manos a los costados de su cabeza y curvando su espalda, sus piernas hicieron de resorte y la ayudaron a colocarse de pie en un solo segundo, giró sobre su eje y con una pierna a la altura de su pecho, lanzó una patada que encajó directamente en la quijada de la contraria; podía sentir como el aire que entraba a sus pulmones quemaba todo a su paso y su cuerpo secretaba adrenalina y fuego, siendo solventada por el sabor metálico de su propia sangre, por el dolor nímio de su cuerpo. Quería destrozar a la mujer frente a ella, la tomó del cuello, alzándola en el aire y haciéndola caer sobre sus hombros, se enredó en el cuerpo de la brasileña en una llave y logró capturar su pierna izquierda. Las vociferaciones del público exigían que terminara con la vida de su oponente y sonrió, sabiendo que por esa noche, la corona permanecería en su cabeza. El bramido de dolor de la mujer cuando le rompió una pierna fué la señal de que la pelea había terminado. Todas alababan a su Emperadora y entregaban sus pútridas almas a la reina de aquel infierno. Tzuyu alzó los brazos y girando en todas direcciones, vió a Sojung en una esquina, aplaudiendo con ambas cejas enarcadas y una sonrisa complaciente. Tzuyu quiso retarla ahí mismo y acabar de una vez con los rumores que comenzaban a aparecer, indicando que la oriental era incluso mejor que ella.

—Bien hecho, Tzuyu. —La Réferi palmeó su hombro y bajó del ring.

Se colocó las prendas de vestir que aguardaban por ella, con rapidez. Las felicitaciones de su mecenas a su espalda, sonaban como un molesto zumbido y sin responder, abandonó el sector apartado donde estaban los peces gordos, gruñó y golpeó a aquellas que intentaban acercarse a ella. En ese momento solo había un pensamiento en su cabeza; venganza. Los escalones que conducían a la salida de aquel antro se le hicieron eternos, quizá era la ansiedad de saber que cada segundo que pasaba, era un segundo menos que podría usar torturando a esas bastardas. Vió a Momo; su compañera se encontraba afuera de las puertas que guiaban al Under, sostenía un cigarrillo con la boca y su esculpido torso estaba al desnudo, solamente con el Top deportivo que usaban en las peleas. Esa noche también había peleado, llevándose 2 vidas con sus manos.

—Ya están ahí. —Masculló calmadamente.

Tzuyu asintió, vió la venda en el tobillo de Momo y gruñó por lo bajo.

—Tu pie. —Exigió saber.

No era normal en ella preocuparse por otras, pero una de las peleadoras que luchó contra Momo, al verse humillada por ésta y en un acto de desesperación, desde el suelo agarró el pie de la Princesa y lo desgarró con sus dientes cual caníbal, por encima del tobillo. Era la primera vez que veían algo así...

—Nada de lo que preocuparse, vamos. —Tzuyu no insistió.

El camino hacia las alcantarillas fué en completo silencio por parte de Tzuyu. Momo le comentaba algunas cosas de la prisión, algunos ajustes de cuentas que debían hacerse y cobros de insumos que la Emperadora dió en su momento a algunas súbditas, también le informó sobre los preparativos para la realización de La Fosa y Tzuyu escuchó atentamente. Momo siempre era la primera en enterarse de todo respecto a los sórdidos juegos que sus mecenas creaban para ellas y uno de esos era La Fosa, ese no era un simple torneo de los bajos mundos, era una guerra de supervivencia animal. Momo no participaba, Reynolds sabía que su peleadora no tenía posibilidades si Tzuyu se presentaba y la Emperadora estaba nimiamente agradecida de no tener que asesinar a su compañera. La Fosa se realizaba una vez al año en una locación secreta fuera de Camp Alderson, las peleadoras luchaban en una fosa de tierra como si fueran gladiadoras de la antigua Roma, con armas otorgadas a capricho de los mecenas y con una sola vencedora, La única sobreviviente. Tzuyu había peleado dos veces, ambas resultando victoriosa y creía que Nicholas estaba aplazando su enfrentamiento con Sojung para hacerlas pelear en la fosa. No era idiota, Nicholas no necesitaba 2 peleadoras y si las mantenía era para obtener algún gran beneficio de ello. La reputación de Ha crecía cada día y seguramente muchos apostarían a favor de ella cuando les tocara enfrentarse en La Fosa. Lo único que Tzuyu no sabía, era por quien apostaría su mecenas.

Tzuyu vió a sus mujeres afuera del umbral que conducía a las alcantarillas, recibió sus guantes de castigo, aquellos trozos de tela en cuero con nudillos metálicos que usaba para castigar a las que osaban desobedecerla, tomó el fierro con punta oxidada que Momo le ofreció y remojó sus labios, colocándose una pañoleta negra por encima del tabique nasal, tapando la mitad de su rostro. Respiró por última vez el aire húmedo antes de descender a aquellas cloacas podridas.

—Ahí están. —Momo señaló a 5 mujeres encapuchadas y también cubrió su rostro con una pañoleta.

—¿Encontraste a un chivo expiatorio? — .Preguntó Tzuyu en dirección a Momo. — Sí, tranquila, que la Princesa lo tiene todo cubierto, tú solo diviértete.

El paladar de Tzuyu cosquilleó cuando pasó la punta de su lengua por él, poco le importaba el tóxico olor de aquel lugar pues todo su cuerpo vibraba de la emoción. Ver a las guardias con grilletes en los pies y de manos atadas, igual como había estado ella tantas veces, le daba una sensación de placer enfermizo.

—Hmm, vaya, ¿qué me han dejado aquí? —.Tzuyu caminó alrededor de las mujeres, sacándoles la capucha a una por una.

Sentía el aroma del miedo emanar por sus cuerpos, los temblores en los que se retorcían y detuvo sus pasos, quedando frente a una de ellas. El rostro gordo y lloroso de la mujer la hizo curvar sus labios en una sonrisa.

— Y..yo, yo no la golpeé, lo Juro, p..por favor, perdóneme la vida. — Suplicó en un balbuceo.

Tzuyu no escuchaba sus palabras, su cabeza viajaba de vuelta en el tiempo, al momento en que vió a su corderita, al momento en que Sana se arrimó a su pecho buscando ser protegida por ella.

—Voy a contarles una historia, es una maldita mariconería, pero espero que escuchen en silencio o tendré que cortarles la lengua. Retomó su camino con la vista fija en el suelo donde el fango se incrustaba en sus botas militares.-Hace mucho tiempo, el Diablo convenció a Dios para que una vez cada 1000 años le enviara a una de sus ángeles, le prometió que si una de esas divinas criaturas descendía al infierno, él dejaría libres las almas de 1000 mujeres, 1 por año; Dios aceptó ciegamente, pero no quiso ser quien decidiera que ángel descendería y sufriría aquel tormento, así que reunió a todos sus querubines y les preguntó si alguna de ellas tenía el valor para tomar el lugar de un cordero de sacrificio... naturalmente nadie quería, entonces pensaron que lo mejor sería dejarlo a la suerte, cada una sacó una pluma de sus alas y decidieron que aquella que tuviera la pluma más pequeña, sería la desafortunada; la suerte escogió a una pequeña ángel de ojos café para ser la cordera del Diablo. El recuerdo de Sana se hizo presente y no pudo evitar sonreír bajo la pañoleta que le tapaba la boca.-El infierno la quebrantó con su maldita oscuridad, los demonios le cortaron las alas y la cubrieron en lamentos; la desdichada ángel, lloró mares de diamantes y pensó que moriría antes de que se cumplieran los 1000 años, fué en ese entonces que el Diablo la reclamó... hechizado por las pequeñas chispas de luz que su ángel dejaba al paso, resplandeciendo cada lugar en el que se encontraba, pero el Diablo no tenía ni puta idea de cómo tratar a una angelita, así que la lastimó, demasiado; se desesperaba al no poder tocarla, porque sus manos estaban hechas para arrebatar almas y sus garras para lastimar a quien tocase; pensó en deshacerse de la pequeña ángel antes de enloquecer al no poder tenerla y entonces... algo que los celestiales llamarían un milagro, ocurrió; su pequeña ángel quiso ser tocada, aún cuando sabía que sería lastimada.

Recordó las primeras semanas, cómo todo era tan extraño y nuevo para ella; como no lograba comprender que sus acciones podían lastimar a Sana.

—¿Pueden creerlo? esa ángel quiso que el hijo de puta del Diablo la tocara, es que era tonta la mamona. Soltó una corta carcajada. -¿Y saben qué ocurrió? El infierno se congeló en ese momento, cuando el Diablo enterró sus garras en la tersa piel de su ángel por vez primera y se sepultó así mismo en el acto porque sin darse cuenta, mientras él tocaba al ángel, ésta lo tocaba a él... y nadie jamás había tocado al Diablo.


Elimine el capitulo por accidente cuando trataba de subir el otro.     

𝕻𝖗𝖎𝖘𝖎𝖔𝖓𝖊𝖗𝖆 - 𝕾𝖆𝖙𝖟𝖚Where stories live. Discover now