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Gojo Satoru era un adolescente medianamente normal.

Claro.

Cualquiera adoptaría a los hijos de su casi asesino.

Evidentemente, esto es sarcasmo. Igualmente, ¿qué culpa tienen los niños? Lo único que tienen es la mala suerte de tener un padre como el que tenían.

Igualmente, una cosa que Satoru no admitirá nunca es que Toji Fushiguro solo hizo una cosa bien.

Decir que su hijo iba a ser vendido a los Zen'in.

Bien, si, puede ser algo cruel para un niño de.. ¿Cinco, seis años? Pero al menos rectificó.

Bueno, también era una buena jugada de aquel sucio hombre en el corrupto mundo de la Hechicería.

Tampoco olvidar que no era solo un niño al que había abandonado a su suerte si no que eran dos.

Que padre más asqueroso, a parte de persona.

Y eso que solo pudo cruzar unas cuantas palabras con aquel hombre.

Definitivamente Toji Fushiguro había formado un clásico efecto mariposa.

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Aquel alto albino caminaba por las calles. Pronto se haría de noche, al parecer. Se encontraba por unas calles.. Bastante pobres, si era honesto. Aunque... No hacía falta ser adivino para notar aquel "pequeño" detalle.

Pudo divisar una figura a la lejanía. Un niño. Bajo (evidentemente.), pelo despeinado, y una mochila a sus espaldas.

Bingo.

Satoru caminó, siguiendo los pasos de aquel niño. En cierto punto, paró su paso frenéticamente. Decidió hablar, finalmente.

-Fushiguro... Megumi-kun, ¿no? —Preguntó, aquel chico se giró, dejando ver su rostro.

Era idéntico a su padre. Misma expresión, mismo color de pelo, ojos... De tal palo tal astilla.

No se percató de la mueca de desagrado, para nada discreta en su rostro.

Tan obvia era su mueca que el menor se dió cuenta de aquella cara.

-¿Quién eres tú? Además... ¿Qué pasa con esa cara? —Cuestionó el menor de forma directa, sin rodeos ni nada similar, mirando a aquel esbelto y alto joven.

-Ah, es sólo que son igualitos, como dos gotas de agua.  —Contestó, sin esforzarse por el momento de apartar aquella mueca de su rostro.—

Hubo un silencio. Al parecer aquel chico era callado.

-¿Sabes? Tu padre pertenecía al clan Zen'in, una buena familia de hechiceros. Pero como no podía alcanzarme abandonó el clan y te tuvo a tí. —Explicó, alzando una de sus manos, la derecha para ser específicos para poder expresarse aún mejor.—

-Tu también puedes verlos, ¿Verdad? —Cuestionó, haciendo referencia a las conocidas por los hechiceros, maldiciones, sin esperar momentáneamente una respuesta.— También te das cuenta del poder que tienes.

No hubo respuesta. El mayor, de altura y edad alzó su otra mano.

-Al clan Zen'in le encanta el talento. —Informó, moviendo sus manos de una manera...peculiar.—  Nosotros solemos despertar nuestros hechizos entre los cuatro a seis años. Y además esa es la edad preferible para venderlos. O sea Megumi, que dejarte a cargo de el Clan Zen'in... Fue la mejor jugada que hizo tu padre. —Satoru, con una de sus manos simbolizó el dinero.—

Aún no había respuesta. El mayor se puso de cuclillas, con sus piernas bastante separadas. Igualmente, eso último no era un detalle demasiado importante.

-Estás enojado, ¿verdad? Pero bueno, yo me encargaré de...

-Que me importa. —Megumi interrumpió, finalmente hablando.— No me importa dónde esté ni lo que esté haciendo. Hace años que no lo veo, así que no me acuerdo ni de su cara. Pero ahora ya entendí más o menos la situación...

Satoru abrió ligeramente más los ojos con curiosidad. Aquel chico era muy maduro para su edad. Esbozó una sonrisa en su rostro, aunque en ningún momento al hablar con aquel niño había desaparecido.

-La madre de Tsumiki tampoco volvió. Nosotros ya cumplimos nuestro cometido.  Ya no les servimos de nada. —Sus labios nuevamente se sellaron nuevamente. El albino ladeó a un lado su cabeza.

-¿En serio eres de primer grado? —Cuestionó, con aquella sonrisa que no parecía no irse en ningún momento. Megumi Fushiguro era realmente listo y maduro, nota mental.—

-Bueno, que va. Cuando quieras saber de tu padre, pregúntame. —El joven con lentes volvió a su posición inicial, le dolía ligeramente la espalda al estar de cuclillas tanto tiempo.— Creo que puede ser bastante entretenido. —admitió.— En fin, vamos al grano. ¿Qué quieres hacer? ¿Ir con el clan Zen'in? —Preguntó, en aquella situación esperando una respuesta, dirigiendo su mirada al mejor.—

-¿Qué pasará con Tsumiki? ¿Si voy allí podrá ser feliz? Depende de eso. —Preguntó el chico con aquel cabello color mar, dirigiendo su mirada a aquel joven algo, como un poste de luz. El mayor rió internamente.—

-No. Estoy seguro al cien por ciento de que no. Eso te lo puedo asegurar. —Informó, dirigiendo su deslumbrante mirada, ocultada por aquellas gafas al pequeño al cuál hablaba en ese mismo momento.—

Soltó una risa, lo cuál provocó el ceño fruncido de Megumi. Igualito al padre. Se acercó al chico, para luego revolver su cabello, si es que era posible hacerlo, con su mano.—

-Muy bien. Yo me encargo del resto. —Anunció, apartando cuidadosamente, pero con rapidez la mano de la cabellera del más pequeño, para, como acto seguido girarse, y alzar la mano con la que le despeinó para señalarle vagamente.—

-Pero te voy a pedir que te esfuerces mucho, ¿bien? ¡Da lo mejor de ti! Hazte fuerte. —Cambió su tono, a uno ligeramente más serio y maduro.— Lo suficiente para que yo no te deje atrás.

Si bien era cruel decirle eso a un niño en la situación de Megumi, no importaba especialmente en aquel momento. Se despidió con la mano y comenzó a caminar. Ayudaría a aquellos dos niños. Tsumiki, supondría que era familiar cercana de Megumi.

Iba a admitir que era algo dulce el hecho de que pusiera primeramente la felicidad de su hermana antes que la suya. Era algo muy maduro para un niño de su edad, y algo realmente honorable.

También admitiría que la madurez de aquel pequeño podía formar confusiones respecto a su edad o curso. Era realmente inteligente, o eso supuso.

Bueno, igualmente, ya lo tenía todo planeado.

Ayudaría a aquellos niños económicamente y con temas de Hechicería, respecto a Megumi. Ya que, después de todo no sabía si Tsumiki contenía energía maldita.

No se encariñaría de ninguna manera. Después de todo, a Gojo Satoru no le gustaban especialmente los niños, además, ¡prometió no hacer de niñera nunca más!

Solo ayudaría a esos chicos económicamente y con temas respecto a la Hechicería.

No sé encariñaría.

¿Verdad?

𝙈𝙊𝘾𝙆𝙄𝙉𝙂𝘽𝙄𝙍𝘿. 𝙅𝙅𝙆Where stories live. Discover now