Nocturne II

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Deimos me despierta. 

—Oh, lo siento...

Me he quedado dormido en sus brazos. 

—Ya hemos llegado —me informa.

¿Cómo me trajo a casa? No recuerdo que subiéramos a un auto o que tomáramos el autobús. Aunque la verdad es que no me importa si llegamos en carruaje o volando en una alfombra mágica. Sigo vivo y estoy con Deimos. No necesito nada más.

Saco la llave del bolsillo de mis jeans y se la doy a Deimos. Él suspira con resignación y abre la puerta. Como siempre, la mansión está a oscuras.

—Bien..., debo irme —dice, esperando pacientemente que lo suelte.

No quiero separarme de él. Sólo nos hemos un par de veces, y en circunstancias muy desafortunadas, pero ya se ha convertido en mi lugar seguro. Desearía pedirle que se quedara conmigo otra vez, pero sería una petición extremadamente egoísta y desconsiderada.

Es peligroso permanecer cerca de mí. 

Finalmente, quito mi brazo izquierdo de su cuello. Entonces él suelta mis piernas y pongo los pies en el suelo. Me tambaleo un poco, pero consigo mantener el equilibrio. 

Deimos me mira con preocupación, como si supiera lo que estoy sintiendo. Le sonrío para demostrarle que todo está bien. Cuánto quisiera que fuera cierto...

—Buenas noches —le digo, intentando sonar tranquilo.

—Buenas noches, Yeo Sun.

Pero ninguno de los dos se mueve. Nos miramos a los ojos. Sus ojos azules aún me atemorizan.

—Deimos... —murmuro, sin estar totalmente seguro de lo que estoy a punto de decir.

—¿Qué?

—Ha sido un placer conocerte. 

—¿Por qué me dices eso?

Vuelvo a sonreír.

—Adiós.

Entro en la mansión y cierro la puerta con suavidad. De inmediato mis ojos se llenan de lágrimas y empiezo a llorar desconsoladamente. Me cubro el rostro con las manos, desesperado.

Deimos no debió salvarme. Ahora podría estar descansando de mi habitual tormento. ¿Cuándo terminará mi sufrimiento? ¿Por qué mi vida se convirtió en esto? 

La puerta de entrada se abre repentinamente, pero ni siquiera me doy la vuelta. Seguro es otra alucinación. Casi puedo escuchar la horrorosa risa de mi otro yo. Casi puedo sentir su tacto sobre las marcas que sus garras dejaron sobre mi piel.

¿Ha venido a reclamar lo que es suyo? ¿Se ha cansado de jugar?

Sin embargo, unos brazos me rodean y una sensación cálida me inunda. 

Es Deimos.

De nuevo...

—Olvidé devolverte la llave —me explica. Apoya la barbilla en mi hombro y suspira—. ¿Puedo quedarme contigo?

—Deberías marcharte —respondo—. Lo siento, pero es por tu bien. No soy una buena compañía. 

—No te preocupes por mí. Nada puede lastimarme.

Me apoyo en él; su pecho es sólido y firme, como sus brazos. 

Como él. 

Y yo soy una pluma..., el viento podría llevarme lejos en cualquier momento. 

—De acuerdo. Quédate conmigo esta noche —accedo. 

¿Acaso tenía elección? Mi último deseo es permanecer cerca de él todo el tiempo que sea posible.

La Voz de Mi SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora