𝐏𝐋 | Audaz, inteligente, curiosa, manipuladora, con una prominente y antigua belleza destacante de los Targaryen. Era lo que se escuchaba de quienes habían compartido algunas palabras, o un simple saludo, con la Princesa Valyria.
Aemond, no era qu...
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━━𝘞𝘪𝘭𝘭 𝘺𝘰𝘶 𝘩𝘰𝘭𝘥 𝘵𝘩𝘦 𝘭𝘪𝘯𝘦
𝘸𝘩𝘦𝘯 𝘦𝘷𝘦𝘳𝘺 𝘰𝘯𝘦 𝘰𝘧 𝘵𝘩𝘦𝘮 𝘩𝘢𝘴
𝘨𝘪𝘷𝘦𝘯 𝘶𝘱 𝘢𝘯𝘥 𝘨𝘪𝘷𝘦𝘯 𝘪𝘯, 𝘵𝘦𝘭𝘭 𝘮𝘦
𝘪𝘯 𝘵𝘩𝘪𝘴 𝘩𝘰𝘶𝘴𝘦 𝘰𝘧 𝘮𝘪𝘯𝘦━━
(Natural, Imagine dragons).
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Transcurridos cuatro meses residiendo en Dragonstone, sus pasatiempos habían cambiado. Ya no se trataba de tener una afición por la lectura, sino que había desarrollado un gusto promovido por los Maestres sobre dedicarse a la Historiografía de todo Westeros, Ciudades libres, y la Antigua Valyria.
Desde que los rayos del sol apenas llegaban a la orilla del mar, su cronograma no se detenía hasta la cena. Una hora santa para todos, por órdenes de Rhaenyra. Luego, apartaba tiempo para escuchar las historias del día de Lucerys, jóven que a menudo la acompañaba en sus clases.
Su relación familiar dentro de la estancia, prosperaba mejor de lo esperado.
Durante el día, era partícipe en sus actividades. Las jóvenes Velaryon eran ayudadas en sus clases de danzas tradicionales de la Casa Real. Con Jacaerys, compartía estrategias sobre el control que el reinando de su madre podría expandir. Lucerys, en cambio, le fascinaba escucharla al desenvolverse con cualquier tema que incluyera al apellido Targaryen.
Sin embargo, había días en los cuáles se alejaba para observar a su padre entrenar. Manteniendo distancias, descansaba sobre los peñascos junto a los dragones que se alojaban en los alrededores.
Los movimientos certeros, e implacables que protagonizaba Daemon, eran memorizados por la menor.
Ese era un día como cualquier otro, uno en el que había desistido de su rutina, optando por hacerle compañía al Príncipe Targaryen. Aunque, sería una tarde diferente tras la declaración hecha días anteriores; sin necesidad de atocigarle, dejó pasar tiempo para volver hablar sobre su creciente deseo de ser entrenada por él.
