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Eran la una de la mañana. Me encontraba sentada en el sofá, impaciente, esperando a que Alex llegara a la casa. No lo había vuelto a ver desde la tarde de ese mismo día, cuando me confesó algo sobre que su hermana había fallecido. Y que Matthew tenía que ver con eso.

Las suposiciones me comían la cabeza. ¿La había hecho una infeliz? Entonces, ¿qué?, ¿Matthew y su hermana eran pareja? ¿Qué fue lo que le hizo?

—No lo esperes despierta.

Me giré para encontrarme con Asher bajando las escaleras. Estaba al tanto de lo sucedido con Alex y también lo que a él le pasaba. Después de todo, eran mejores amigos. El rubio se sentó a mi lado y pinchó mi hombro con su dedo. Sonreí sin ánimos.

—¿Crees que vuelva dentro de mucho? —dudé. Él suspiró, como si no supiera la respuesta.

—Sinceramente, no lo sé.

—No me gusta que esté afuera por la noche.

—No te preocupes tanto, Ali. Después de todo, te cae mal. ¿O no? —preguntó. Asher no era ningún tonto. Había logrado conocerme tanto que sabía que eso no era verdad, y que lo preguntaba por el simple hecho de hacerme pensar. Me encogí de hombros.

—No es la persona que más quiero en el mundo...

—Porque esa soy yo —interrumpió y reí.

—...pero tampoco es que me cae mal como para estar tranquila en mi cama mientras él desaparece a las tantas de la noche —concluí—. Se marchó a las dos de la tarde, Ash. ¿Qué estará haciendo?

—Conociéndolo, no volverá muy cuerdo a casa.

Abrí mis ojos como platos.

—¡¿Dices que puede estar en el hospital por una sobredosis? —chillé.

—¿Qué? ¡¡No!! —se apresuró a decir.

—Por Dios, Asher, casi me infartas —reproché, llevándome una mano al corazón. El rió.

—Sólo digo que tal vez esté en algún bar —dijo. Sin embargo, sus suposiciones no lograban calmarme del todo.

—¿Y si le agarra un coma alcohólico? ¿O si se atraganta con un shot de vodka y...?

—Ali, cálmate. Si sigues así, comenzaré a pensar que te gusta —insinuó. Alcé mis cejas, extrañada.

—Cierra la boca —dije. Ya se me comenzaba a pegar el vocabulario de Alex. Se seguía así, acabaría insultado a todo el que se me cruzase y detestando la vida. Si lo pensaba mejor, no era tan mala idea.

—Iré a dormir. No te pases la noche esperando a que llegue, ¿si? —pidió y asentí lentamente con la cabeza. El suspiró, cansado, porque en parte sabía que no le haría caso.

Se levantó del sofá y, antes de volver arriba, me lanzó una mantita que estaba al otro lado del sofá. Le sonreí en respuesta y plantó un beso en mi cabeza. Luego de eso, se marchó.

Aburrida, mirando a la puerta, agotada, me entretuve tarareando una canción de algún programa de mi infancia. Los minutos se pasaban y yo encontraba algo para matar el aburrimiento de distintas formas. Levantando las piernas sobre el respaldo del sofá, cantando por lo bajo, jugueteando con un hilo de mi remera o contando los pocos autos que pasaban por la calle por el sonido del motor.

Eran las tres de la madrugada cuando encendí la televisión, las tres y cuarto cuando me quedé dormida y las cuatro cuando sentí que algo me rozaba los brazos.

Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora