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Ese día el chico extraño no lo visitaría, cosas personales, fue lo que dijo para justificarse, por lo que estaba libre para hacer cualquier cosa.
Pero ese era exactamente el punto, no sabía que hacer, pasaba casi todos sus días con el castaño, disfrutando su compañía y añorando cuando esta se ausentaba.
Estaba seguro que era lo que le pasaba. Se sentía cómodo con él, era uno de sus primeros amigos, por eso se sentía así, que su corazón se acelere poco a poco, llegando al punto en donde, o escucha la voz del contrario, o escuchaba su corazón, o que cada vez que miraba hacia algún lugar, su mirada siempre se encontraba con el chico, era inevitable, pero normal, pues era su amigo, o que se le hiciera muy difícil sacarlo de su cabeza, con sus risas y acciones, y como se sorprendía a cada cosa nueva que le enseñaba, o como este nunca lo juzgó por sus ojos, sus bellos ojos, era lo que siempre le decía, mientras le dedica una sonrisa, su sonrisa, lo denominó, pues había notado que sólo sonríe así con él, pero era completamente normal, eran amigos, después de todo.

Meneó la cabeza, tratando de alejar inútilmente aquellos pensamientos invasores que siempre lograban colarse a su mente.

Decidió que iría al pueblo cercano, había encontrado un trabajo, gracias al castaño, donde, a pesar de que murmuraban a sus espaldas, tenía un pago, bajo, si, pero lo tenía, podiendo así ayudar a su madre con los alimentos y provisiones, pues no eran unas personas muy adineradas, con meses donde pasaban rozando monetariamente.

Tomó el mismo camino de siempre, metido nuevamente en sus continuos pensamientos que lo volvían a atormentar, hasta que las voces provenientes de adelante le dieron a entender que había llegado a su destino.

Entró con la cabeza gacha, ya que aún no se sentía cómodo con las miradas que recibía, todas criticando algo que él no podía controlar, nunca ha podido y nunca podrá.

°°°

- ¡Esperame! - La voz de un pequeño niño resonó por esa parte del bosque.
Sus acompañantes rieron.
- Vamos, no seas llorón, no me iré sin ti - Le dedicó una leve sonrisa para calmarlo.
Estaban jugando, y se divertían.
La madre acomodó la manta en el pasto.
- Muy bien niños, ayúdenme a arreglar el picnic - Ambos corrieron, acatando la orden.
Pusieron unos tres platos, tres vasos, y unas cuantas galletas caseras, más un jarrón con leche de vaca.
Al verlos tan ansiosos, suspiró y rió.
- Vayan a jugar, mis niños, que yo cuido las galletas - Los niños saltaron de alegría, y corrieron en todo aquel lugar.
Era una parte del bosque levemente apartada, donde árboles los rodeaban, pero en el medio, donde ellos estaban, había un pequeño lugar libre de estos, con un lago no tan lejos, y con un rayo de sol, el cual solo brindaba calidez, y no calor.
El menor cayó al suelo, se sentó y al ver que estaba herido, unas lágrimas corrieron por su rostro.
La mayor, pero no por mucho, al verlo, no pudo evitar soltar una carcajada, recibiendo una reprimenda de parte de su madre.
Se acercó caminando hacia él.
- No llores, ¿recuerdas? Eres un super héroe, y los super héroes no lloran, si no que ayudan a las demás personas. Eres un guerrero, no eres débil - Estaba acostumbrado a ese pequeño discurso, pero no se aburría de él, amaba escucharla decir esas palabras, palabras que eran dirigidas exactamente hacia él.
Sus ojos brillaron, y no por las lágrimas.
Se limpió un poco la tierra, y con ayuda de su hermana, se paró, para después secarse las lágrimas que ya habían terminado de caer.
La madre no podía estar menos orgullosa de sus dos únicos hijos, pero la diversión no podía durar tanto, no para ellos.
Un hombre apareció súbitamente en aquel lugar.
- ¿Qué hacen ustedes aquí? - Su voz irradiaba furia, pero su expresión era calmada.
Ambas mujeres se miraron, horrorizadas.
- Padre, fue mi idea lo ju- No pudo terminar su oración, pues fue interrumpido por el mayor.
- Callate, los hombres no ruegan, ahora, ustedes dos, ¿por qué no están en la casa? Llegué y no había comida - Su expresión se volvió cada vez más oscura a medida que hablaba.
La mujer empezó a tiritar, y bajó la cabeza.
- Lo lamento, querido, perdí la noción del tiempo - Intentó escusarse.
- No - El hombre no era el único que irradiaba furia.
- Estábamos divirtiendonos, ¿qué no lo ves? Y tu tienes manos en perfecto estado, ve a hacerte la comida tu solo - Aquellas palabras prácticamente cellaron su centencia.
El hombre caminó hacia ella, y le agarró fuertemente del pelo, tirándola hacia atrás.
- ¡Por favor, papá! - Gritó el menor.
- ¡Callate! Eres un maricon, te dije que los hombres no ruegan - Y apretó más fuerte su agarre.
- Todo esto es tu culpa, si hubieses sido hombre, todo iría mejor - La miró, completamente enojado, pero ella no se intimidó a eso, era más fuerte de lo que creía.
- P-Por favor, cariño, es mi culpa - Intentó nuevamente escusarse, y salvar a su hija, pero fue ignorada por él.
- Te crees muy fuerte ¿eh?, pues veremos que tan fuerte eres -

No abría la puerta, por más que la golpeara.
Escuchaba a sus padres pelearse fuera de la casa, gritos de parte de su padre, y ruegos y llantos de parte de su madre. Le partía el alma escuchar a su madre así.
- Hermana, por favor - Sus lágrimas volvían a salir, tenía miedo, mucho miedo, era solo un niño, él no merecía eso.
Cuando ya se iba a rendir, la puerta fue abierta súbitamente, encontrándose a su hermana mayor.
Se miraron por unos segundos.
Ella estaba llena de moretones y hematomas, no podía verla así, pero aún de esa manera, ella le dedicaba una sonrisa orgullosa.
Lo invitó a entrar, y cerró la puerta a su espalda.
Quedó petrificado.
- ¿Qué-Qué haces con esa mochila? - No quería pensar lo que estaba pensado.
Ella simplemente le sonrió.
- Me voy a escapar - Dijo con simpleza.
Iba a gritarle que no podía hacer eso, que no podía dejarlo solo, pero una mano tapó su boca.
- Guarda silencio, no lo deben saber aún, no me dejarán irme - Al ver que el contrario lo entendió, sacó su mano y se alejó un poco de él, para estar cara a cara.
- Sabes que no seré feliz aquí, pero tu si puedes. Ese hombre siempre quizo un hijo, no una hija, por eso es que me trata así, pero a ti no te tratará así, te lo aseguro - Empezó su explicación.
- Me iré, eso ya lo decidí, pero eso no significa que te deje para siempre - Lágrimas corrían por su rostro, pero tenía una mirada que expresaba exactamente lo que decía. Estaba decidida.
- Cuando me vaya, vas a esperar unos segundos y saldrás a avisarle a él, eso lo distraera y podrás liberar a mamá por ese momento de sus golpes, pero ella no tiene que saber lo que te digo, se pondrá muy triste - Ambos lloraban.
Agarró su mochila y abrió la ventana, pero antes de salir, corrió hacia su hermano menor y lo abrazó con toda su fuerza y cariño.
- Nos volveremos a ver, te lo juro -
- ¿Me lo prometes? - Su voz era temblorosa.
- Te lo prometo -
El abrazo duró varios segundos, hasta que se separaron, y ella se subió a la ventana, dispuesta a salir.
- Y no lo olvides, te amo, mi pequeño guerrero, mi guerrero de ojos hermosos, Samuel -
Se secó las lágrimas.
- Tu tampoco lo olvides, te amo, mi gran guerrera, Akira -

Se despertó súbitamente.
Mierda. Pensó. Estaba harto de esos sueños que lo acechaban últimamente, de aquellos recuerdos.

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Oh por dios, juro que este capitulo salió muchísimo mejor de lo que planee en un inicio.

En el anterior capitulo, pregunté sobre qué versión querían ver primero, me dijeron que el de Vegetta, así que aquí está, pero no lo olviden, haré todo lo posible para hacer las otras versiones también.

Sin nada más que decir...

¡Nos leemos en el próximo capítulo! 🐺💚🐻

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Entre Mundos || RubegettaWhere stories live. Discover now