07. El reloj de Lupin

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-¡Señorita Lupin! Si la clase no es de su agrado, puede retirarse.- Le desafió Snape.

Sidney tenía la cabeza recargada sobre el banco, usando un par de libros de almohada.

Snape reemplazaba a su padre, quien por la última luna llena no estaba muy bien.

-Un placer.- Murmuró adormilada. Tomó sus cosas con movimientos torpes y salio a paso lento. La puerta se cerró con fuerza tras su espalda.

Derek había acompañado a Lupin para calmarlo, puesto que los amigos que siempre lo hacian no estaban en Hogwarts, ella se coló, pero en medio de eso, Remus se descontroló.

Derek miró con reproche a Sidney, quien estaba moviendo la cola frente al cachorro mayor.
Se encontraban cerca del sauce boxeador.

El hombre lobo llegó, y se lanzó contra la pequeña.

La iba a morder, cuando el lobo lo empujó, distrayendolo.

Luego perdió el interes por Sidney.

Derek corrió, llevandoselo lejos.

Sidney se sentía adolorida, demasiado. Los musculos los tenía flojos, y luchaba para mantener su forma animaga.

Jake, el ciervo, llegó a su lado - de una manera desconocida- y la cargó entre su cornamenta.

Los ojos se le cerraban.

Sintió como la llevaba hacia el castillo.

Y a la mañana siguiente...

Despertó. Estaba en una cama muy cómoda y caliente.

Cerró los ojos y se giró. Apretó su mano alrededor de el torso musculoso de alguien y...

Y abrió los ojos, alarmada.

Si, era un abdomen muy musculoso. Levantó la mirada y se encontró con los verdes ojos de Jake.

-¡MIERDA!- Gritó por la sorpresa. Miró el reloj pulsera de el pelinegro y se cayó de la cama. Estaba vestida con unos pantalones sueltos a cuadros rojos y blancos, y una remera negra con el logo de una bebida muggle, la cual le quedaba enorme.

-¿Qué demonios te pasa?

-¡Que llego tarde, alcornoque!

Entró en la enfermería, y directamente paso por la cortina que cubria dos de las muchas camillas del lugar.

Remus estaba leyendo un libro, con vendas en sus brazos y rasguños en su cara.
Unos bastante feos.

-¡Sidney!- Dijo abandonando su lectura.

-Remus.- Asintió, poco interesada en él. Su atención recaía en Derek, que estaba inconsiente.

-Lamento lo de anoche. Realmente con la cuestion de mi problema...- Notó una mancha morada en el brazo de la niña. Esta inmediatamente bajó de sus codos las mangas de su camisa blanca con el logo de Hufflepuff, cubriendo sus delgados brazos.

-Si, no hay problema.- Murmuró, girando los ojos de manera imperceptible.

-Sabes, eso también lo hacía un amigo mio.- Remus tomó su libro, y siguió leyendo, esperando una respuesta.

-¿Ah, si? ¿Quién era?

Había descubierto que era muy curiosa, y por más de que se lleve mal, siempre terminaba preguntando.

Excepto cuando alguien le caía sumamente mal.

Y a pesar de todo, Remus Lupin no le desagradaba.

-Su nombre era...- Sidney encarnó una ceja.- Le decíamos Canuto.- Hizo un morrito.- No, no. Se que lo buscaras en la biblioteca. La cuestión es que lo hacía constantemente. Y no seguía las tradiciones.

-¿Tradiciones?¿Qué tipo de tradiciones?- Dejó su mochila en el piso.

-Su familia era de Sangre limpia. Querían que fuera un Slytherin, y que detestara a los hijos de muggles.

-Pero no fue así.

-Exacto.

-Ejem... Mejor me... me voy.- Sacó un paquete plateado y le dejó en la mesa de su hermano.

-Adios Sidn...- No le dejó terminar por el portazo que dio cuando salió.

Pasaba por un pasillo desconocido. Demonios. Pensó para sus adentros. Me perdí.

Dio tres vueltas por el mismo lugar, confundida. Y de repente vió una gran puerta.

-¡Pero si ésto no estaba aquí!- Murmuró para sí misma.

Empujó la gran puerta de madera, y entró en la sala.Había cinco candados, con formas diferentes.

El del medio, resaltaba por ser el más grande. Era de un color azul plateado.

A su derecha, uno negro brillante.

A su izquierda, uno que cambiaba de color.

En la punta derecha, uno gris.

Y en la punta izquierda, uno celeste.

Lo curioso es que no tenían la forma para las llaves convencionales.

Tenían forma de animales... Irreconocibles a simpre vista. Pero no tanto si uno los veía detenidamente.

El candado más grande empezó a vibrar. Dio un paso hacia atrás, y en ese momento letras plateadas empezaron a relucir sobre su cabeza.

"Lupin"

Increíblemente, las letras se encogieron hasta quedar de un tamaño extremadamente pequeño. Descendieron hasta su pecho, en el lugar del corazón, y desaparecieron ahí.

Sus ojos relucieron en plateado. Y luego regresaron a su color normal.

Un calor la inundó. ¿Qué le estaba pasando? Miró sus manos, no había nada raro en ellas.

Tomó su morral, que había quedado tirado por el asombro, y salió corriendo de ahí.

Se dirigió al pasillo de la cocina, y fue directo a la sala común.  

Pasó totalmente de Jake, aunque en el fondo esto le doliera. Y se metió rápidamente a su habitación.

Se encerró en su cama con un hechizo, y se tomó la cabeza con sus dos manos.

¡Merlín! Sentía cosquilleos cubriendo su barriga, y sus manos se retorcían inquietas de manera inconsciente.

Finalmente suspiró. Y sacó el hechizo. 

Se sentó sobre su cama, y tomó su bolso como por quinta vez en el día. Luego salió de la habitación y fue a sentarse  en un sillón. La sala común estaba vacía, a excepción de ella.

Cosa rara, ya que siempre estaba casi llena.

Una mano tapó su boca y su nariz.

Y, luego de forcejear un poco, una luz verde la cegó.

Y perdió el conocimiento.  

Little LupinWhere stories live. Discover now