Estare hay

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Al día siguiente, él se fue a buscar el coche y lo llevó a casa de ella.

En aquellos pocos días juntos, _____ se había dado cuenta de que nunca había olvidado a James. Su vida en París le parecía como un paréntesis en el que había estado esperando volverlo a ver.
James quería que dejara su trabajo y se quedara en Londres. Sin embargo, su propuesta no incluía promesas de futuro. Serían amantes, nada más.

Él se lo había dejado claro desde el principio, igual que con todas las mujeres con las que había salido.

Antes de irse, _____ habló con la compañía de seguros y con su padre, y le dejó una lista con las cosas que iban a necesitar reparación cuando volviera.

Mientras James conducía, alejándose de la casa, ella miró hacia atrás y le pareció que todo había sido un sueño. Se preguntó cómo iba a poder enfrentarse al mundo real y, como si le hubiera leído la mente, él le agarró la mano.

–He estado pensando que igual debería acompañarte a París. Hace mucho que no tengo vacaciones...

_____ había tenido tiempo de pensar en todo. Desde su perspectiva, se había dado de bruces con su pasado y había descubierto que nunca había conseguido dejarlo atrás.
Había comprendido lo fácil que era convertir un enamoramiento de adolescencia en un desesperado amor adulto. Ella no tenía armas con las que protegerse el corazón del hombre que se lo había robado.
No obstante, no era ninguna estúpida. Sabía que a James le gustaba. Él adoraba su cuerpo. Pero no había más.

Él le había avisado que no esperara más que sexo y ella lo había convencido de que era de la misma opinión.

Aunque no había tenido el suficiente sentido común como para apartarse de él, había sido capaz de no confesarle lo que sentía, para poder separarse de él con la cabeza bien alta, cuando llegara el momento.

–¿Venir conmigo a París? James... no van a ser vacaciones para mí.
–Me doy cuenta de que tú tendrás que trabajar, pero yo podría arreglármelas para conseguir una semana libre.

Sería maravilloso, pensó _____, poder ir a la oficina, sabiendo que él la estaría esperando a la salida, poder enseñarle sus cafés y restaurantes favoritos, mostrarle esa panadería donde preparaban deliciosos bollos y su mercado de verduras preferido. Podría presentárselo a sus amigos y, después, irse a la cama con él y hacer el amor...
Sin embargo, su sueño se hizo pedazos al estrellarse con la realidad. _____ sabía, sin sombra de duda, que si le seguía el juego no haría más que hundirse en un pozo del que no iba a poder salir con facilidad.

–Llevas varios días sin ir a la oficina. ¿Cómo vas a poder escaparte una semana a París?

Él sonrió con satisfacción.

–Porque soy el jefe. Yo mando. Es una de las cosas buenas del trabajo. Además, tengo personas de confianza en las que puedo delegar. Están deseando demostrarme lo capaces de que son de cubrirme en mi ausencia.
–Bueno, lo siento, pero no creo que fuera muy buena idea.
–¿Por qué no? –quiso saber él, deslizando las manos entre las piernas de ella.

Al instante, a _____ se le humedeció la ropa interior.
James volvió a poner la mano en el volante. No podía dejar de tocarla y sabía que a ella le pasaba lo mismo. Había veces que, con solo mirarla, podía adivinar que estaba mojada y caliente, lista para él. Entonces, ¿qué tenía de malo aprovechar el tiempo que pudieran estar juntos?

–Me siento muy culpable por dejarlos en la estacada.
–No los dejas en la estacada –protestó él–. Tus razones son muy comprensibles. Tu padre se está haciendo mayor... el accidente de tu casa ha demostrado que, cada vez, harás más falta aquí... Te ha salido una oferta de trabajo y tienes que aprovechar la oportunidad mientras dure... Vas a entrenar a tu sustituta durante un tiempo. ¿Por qué crees que estás dejándolos en la estacada?
–Porque así es.
–Pues no entiendo tu lógica.

_____ chasqueó la lengua y suspiró. Para él, todo era blanco y negro nada más.

–Desde mi punto de vista, has actuado de una forma práctica e inteligente –aseguró él.
–Bueno, pues entonces, no quiero que me distraigas de lo que tengo que hacer en París.
–Pero ya sabes que puede ser una distracción muy divertida... –susurró él con tono provocativo.
–Estaré allí dos semanas. O, tal vez, tres. No mucho más. Lo justo para recoger mis cosas, guardar en cajas las cosas que tengo en mi piso, salir con mis amigos...

Eso último era lo que más molestaba a James, que no pudo evitar hacer una mueca. No quería ni pensar en que, en honor a las despedidas, ella acabara haciendo el amor una última vez con su amiguito francés... Solo de pensarlo, se ponía enfermo. Aunque no debía darle más vueltas. ¡Ella no era la clase de mujer que se acostaba con un amigo por los viejos tiempos!

_____ se dio cuenta de su cambio de expresión y sonrió porque, aunque sabía que no podía esperar nada serio de él, su posesividad le resultaba halagadora.

La chica a la que nunca miro ( adaptación )Where stories live. Discover now