2. La complejidad de los sentimientos.

38 8 0
                                    

Z O E

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Z O E

24 de marzo, 2020




Había pasado toda la mañana en la cafetería en compañía de Astrid, deshaciendonos de todos los productos que habían expirado y los que estaban por hacerlo. El gerente nos había escrito la noche anterior para ver si podíamos pasar a limpiar las neveras y ambas aceptamos sin pensarlo dos veces, después de todo era la excusa perfecta para salir de nuestro hogares y distraernos un poco. No nos tomó mucho tiempo hacerlo, ya hacía un rato que habíamos terminado de limpiar y organizar todo, pero como iban a pagarnos el día, daba igual si nos quedábamos aquí un rato más charlando.

–Entonces, ¿cómo va todo con tu nuevo inquilino? –pregunta Astrid finalmente como quien no quiere la cosa mientras se lleva una galleta de avena a la boca.

Sé que ha estado buscando la manera de abordar el tema de manera de casual, pero no le he dado la oportunidad porque no sé si quiero hablar de ello, y ella lo entiende porque cambia el tema sin más: »Debes estar pasándotela horrible, odias estar encerrada en tu casa...

–Ha sido horrible –afirmo, bebiendo un poco del café frío frente a mí–, no importa que tan tarde me levante, el día siempre se me hace eterno.

–¿No te han dicho nada de la editorial?

–No, sólo enviaron un email, avisando que todos los proyectos habían quedado congelados hasta nuevo aviso.

–Deberías aprovechar este tiempo para volver a escribir –la miro, sabiendo que tiene razón, pero realmente hace meses que mi musa se tomó unas vacaciones sin fecha de regresó. No importaba cuánto tiempo me sentara frente al ordenador, las palabras simplemente no aparecían– Extraño escuchar tus ideas locas y leerte, sabes que soy tu fan número uno.

Y no mentía, realmente me era mi fan número uno, nadie me apoyaba tanto cómo lo hacía ella. Siempre tenía una opinión honesta, dónde alababa y criticaba mis trabajos de manera sincera y respetuosa, lo que me ayudaba demasiado a perfeccionar mis escritos. Ella incluso se había creado una cuenta en la plataforma donde solía publicar mis trabajos para regalarme corazoncitos y dejarme comentarios sobre las cosas insignificantes que yo pensé que nadie aparte de mí notaba.

Astrid realmente era una buena amiga, tan buena que me hacía sentir a veces cómo una mala por no ser tan detallista cómo ella.

–Hace cuatro casi nos besamos –suelto sin más, sintiendo el caliente expandiéndose por mis mejilla. A veces todo lo que puedo hacer para ser una buena amiga, es dejarla ser parte de mi vida y no mantenerla detrás del muro cómo al resto del mundo– y... he estado evitándolo desde entonces.

–Yo me lo hubiera besuqueado en el primer momento que cruzara la puerta de mi casa –me dice en un intento de consolarme. No suelo contarle este tipo de cosas, así que cuando lo hago usualmente la tomo por sorpresa y sus consejos siempre son igual de malos–. ¿Y qué más da? Has  estado evitándolo hace casi un año.

Una cuarentena contigoWhere stories live. Discover now