02. Al Reinar las Tinieblas.

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En mi caminar con el Señor, una de mis más grandes luchas ha sido el legalismo. Mi corazón está inclinado hacia querer ganarme el favor de Dios, y a seguir reglas no bíblicas creyendo que lo son. He aprendido que el legalismo es un monstruo cruel, despiadado y mentiroso. Nos roba nuestro gozo, trae amargura y apatía a nuestra relación con Dios y nos aleja de nuestros hermanos en la fe.

Mi anhelo es que el legalismo sea erradicado por completo del corazón de cada creyente. Así que, pensando en esto, escribí la siguiente historia corta, en la cual, busco retratar al legalismo como un monstruo visible que aleja al creyente de su rey -Cristo-, y como para poder ser libre necesita a a su Señor y a sus hermanos en la fe.

***

Lucas estaba arrodillado en el suelo.

Los párpados le pesaban.

Escuchaba el zumbido en sus oídos.

Sentía la sangre escurrir de sus labios y nariz.

Todo su cuerpo dolía.

La presión que sentía en el pecho amenazaba con ahogarlo.

Su respiración jamás había sido tan agitada.

Mientras, la sangre de su costado escurría entre sus dedos.

La herida era mortal.

El monstruo estaba furioso, pues Lucas había logrado liberarse físicamente de su control, pero no se movía, estaba esperando. La criatura era una figura amorfa. Una sombra llena de tentáculos, cuya oscuridad resultaba aterradora. Portaba un cráneo humano sobre el rostro, como si de una máscara se tratara.

El chico estaba en medio de un claro en el bosque. Las copas de los árboles se extendían por kilómetros a su alrededor. Miró por un instante a la lejanía, donde debía estar su familia y su rey, a quien había jurado servir.

Respiró profundo y suspiró. Notó que olía a tierra mojada. Hacía frío y la brisa helaba sus manos. Todo lo que podía escuchar era el zumbido en sus oídos.

Sabía que tenía que irse de inmediato, mientras tenía tiempo, antes de que su vida terminara, y sí, ese había sido su plan original, pero un terrible miedo acababa de atravesarle el corazón. La criatura no había dicho nada, pero entendió lo que trataba de expresar en lo profundo de su mente, como un susurro en los recovecos de su cabeza. Si él se iba, deshonraría a su rey. Su rey lo castigaría, lo abandonaría. Debía quedarse con el monstruo si quería vivir.

Trató de luchar contra la voz. «Es mentira», se decía, pero el susurro a cada segundo se hacía más potente, más creíble. La culpa se deslizaba por sus intestinos lentamente, como veneno. «Es mentira», volvía a decirse, pero sentía como si la ira del rey estuviera sobre su cabeza.

Así, Lucas decidió quedarse. Si lo hacía, el rey perdonaría por su corazón rebelde y sanaría su herida. O al menos, eso había dicho el monstruo. Los tentáculos de la criatura se acercaron a él, dejando salir una bruma que comenzaba a acercarse. El joven chico respiró profundamente y aceptó su destino.

Entonces, vislumbró una espada golpeando el cuerpo del monstruo. Lucas volteó, y vio a su hermano mayor: Caleb.

—¡Corre! ¡Yo lo detengo! —dijo este.

Lucas se quedó unos segundos sin moverse. El miedo todavía se sentía como una daga aguda sobre su pecho, pero sus pensamientos se acaban de volver un poco más nítidos.

Estaba en peligro allí.

Necesitaba volver a casa.

Tenía que hacerle caso a su hermano.

Al Final de Nuestros CaminosWhere stories live. Discover now