We a made to love

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Jiang Cheng se atragantó exageradamente cuando Lan Qiren terminó de hablar.

—¡¿Usted nos está invitando a una fiesta en su casa?! —gritó frenético, al borde de un colapso mental. Instintivamente buscó la mirada de su esposo para cerciorarse de que había escuchado bien. Lan Huan lo confirmó con una máscara de pálido pavor—. ¿Crees que está a punto de morirse? —siseó en voz baja, ganándose un golpe amistoso en el brazo como reprimenda.

—No digas eso A-Cheng —le regañó Lan Huan, frunciendo el ceño—. Tío es joven y saludable, quizás solo... está aburrido, no sé...¿Tal vez nos extraña?

—¿Insinúas que Lan Qiren extraña a mi hermano? —enfatizó lentamente, asimilando su pobre excusa. Lan XiChen gimió horrorizado cuando la comprensión lo invadió, su cara cayendo a la cuna de sus manos.

—Tienes razón. ¡Oh Dios mío, mi tío se va a morir!

Era una frase inverosímil y, francamente, absurda como el mismo pensamiento, pero Lan Huan no estaba razonando en lo absoluto, ocupado en su aturdimiento. Fueron las exclamaciones de indignación del viejo barba de chivo lo que les recordó al par de sobrinos que todavía se hallaba vivito y coleando en la línea telefónica.

—¡No voy a morirme! —refunfuñó el anciano, para decepción de Jiang Cheng. Chasqueando la lengua se reclinó en su asiento, esbozando un puchero—. Les llamé porque es mi deseo que pasemos las fiestas decembrinas como lo que somos, una familia.

Lan XiChen iba a responder cuando WanYin le interrumpió todavía dudoso y desconfiado.

—¿También invitó a Wei WuXian?

—Desgraciadamente tuve que hacerlo o WangJi no vendría —se lamentó el viejo chivo, realmente afligido. El Jiang encontró hilarante su sentido del humor—. ¿Cuento con ustedes, entonces?

—Sí, tío —accedió obedientemente Lan Huan—. Nos vemos esta noche.

Inmediatamente después de colgar la llamada se giró hacia su esposo con una expresión dividida entre la culpabilidad y la vergüenza.

—¡Maté al tío por tu culpa! —le acusó, sus ojitos adorablemente severos e implacables.

Jiang Cheng se soltó a reír, negando una y otra vez mientras lo señalaba con un dedo.

—¡Estaba sorprendido, eso es todo! ! ¡¿Cómo va a ser mi culpa?!

De hecho, la palabra sorprendido era quedarse corto. Tal vez irreal era lo más adecuado a la situación.

Lan Qiren era un hombre inexorable, con un carácter estricto y una personalidad rigurosa, su vida personal y profesional manejada en control absoluto. Ni una cana al jodido aire. Era la perfecta personificación de lo que debía ser un adulto, por ese motivo una fiesta organizada por el viejo cascarrabias sonaba como un disparate absurdo que nadie en sus cabales imaginaría. O eso pensó hasta hace cinco minutos donde los puso al tanto de la celebración navideña que planeo para sus sobrinos y sus esposos. Fue impactante por muchas razones: la más importante es que, como todo buen padre, el viejo anciano adoraba a sus retoños pero a las parejas de ambos... bueno, no eran de sus personas favoritas en el planeta.

Afortunadamente, el título de "yerno preferido" pertenecía a Jiang Cheng, victorioso luego de honrosas batallas que duraron bastantes años. Wei Ying, quién era la mismísima encarnación de la depravación e inmoralidad, simplemente era demasiado para los ojos virginales de Lan Qiren y preservaba la etiqueta de la desgracia en la familia. Solo Dios sabía la tragedia que sucedería si alguna vez viese lo libidinosos que se ponían sus amados sobrinos con vodka en la sangre. Siendo sinceros, Jiang Cheng estaba dispuesto a correr el riesgo si se daba la oportunidad; la combinación de Lan XiChen, borracho como una cuba y cachondo como la mierda era una maravilla que raras veces pasaba pero que disfrutaba al máximo. Era un ganar-ganar por donde se viera.

Honey, you look perfect tonightWhere stories live. Discover now