Capítulo 6: El Fuego Fatuo de la Calabaza

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Deja que cuente una historia, sobre algo que tiene el primer mundo que quienes lo aman lo desconocen, y quiénes lo aborrecen mucho menos tiene la respuesta. Empezó desde que la primera imagen en blanco y negro fue presentada ante el mundo, y sus creadores aprovecharon esta nueva invención para hacerse una necesidad en el inconsciente colectivo. La mayor arma jamás construida por las mentes poderosas y macabras, la televisión, porque lo que tiene el potencial de cambiar al mundo, también tiene la capacidad de destruirlo. Fue así como la cultura estadounidense se fue sembrando poco a poco en lo que deseábamos. Cuando las fechas de la noche de todos los santos llegaban, de niños soñamos con disfrazarnos de monstruos de leyendas para salir a la calle, tocar la puerta y reclamar una recompensa prefabricada por el entretenimiento. Películas, especiales de Halloween de cada franquicia existente, telarañas falsas y murciélagos de plástico, provocaban el decir el popular dulce o truco. Es en una Noche de Brujas que nuestra historia se desarrolla, protagonizada por un extranjero, que no importa cuáles fueran los motivos que los llevaron al país del sueño americano, si no lo que le sucedió en su primera Noche de Difuntos, en tierras que no eran suyas.

Su nombre, como el rey bíblico, era David, quien se atrevió a aventurarse más allá de su mundo, de su cultura, con tal de buscar el bienestar en otro lugar, en este caso, Estados Unidos. Fue en Enero el día en que llegó, pero no estaba solo, su hermano lo esperaba para ofrecerme cobijo temporal en lo que empezaba a materializar su vida individual en el país de las posibilidades. No es necesario dar nombres al estado y ciudad en el que estaba habitando, su modus operandi seguía siendo el mismo de los recién llegados, su temprana edad de 23 años le permitía un trabajo de 12 horas, 2 horas para alistar las cosas tanto para ida cómo la venida, otras 2 de simple ocio, y un intento de 8 horas de sueño; era allí donde aprovechaba para quemar la batería de su juventud en algo que le sacaría provecho a largo plazo. Pero incluso con tan poco tiempo, aún sacaba momentos con su hermano, quien tenía una esposa, y ademas de eso, un hijo, su sobrino, con quien poco a poco se hizo cada vez más apegado. Podría olvidar la fresca primavera, el caluroso verano, pero jamas podría sacar de su memoria lo que le pasaría en ese oscuro otoño, cuando la última hoja color cafe estaba apunto de caer para anunciar el frío invierno. Sucedió una semana antes, David le ofreció a su hermano, a llevar a su sobrino de 4 años, a celebrar su primer Halloween, sin importar lo cansado que llegara, quería saber de esa experiencia de la que tanto presumía la televisión que en antaño veía, con los especiales de sus caricaturas favoritas. Cómo el viento avanzo libremente esa semana, hasta llegar al 31 de Octubre, a las 8 de la noche, David recién salido del trabajo llegó a su casa para cambiarse y llevarse consigo a su sobrino, disfrazado del clásico Ladrón de la Sangre, un pequeño Drácula al que sus padres no dejaban de tomarle fotos. Despidiendose, el joven con su sobrino salieron de la casa hacia las otras, el recorrido que harían no sería muy extenso, solo caminarían por las casas de toda la cuadra, las cuales eran un total de 9, incluyendo la suya, así que solo hacia falta un número par que cumpliera el reto de la noche. Cada jardín que cruzaron estaba decorado con monstruos falsos y calaveras de plásticos, adornando las entradas de sus hogares con calabazas sonrientes en cuyo interior no dejaba de brillar un fuego fatuo. Su sobrino se encontraba feliz por la experiencia que vivía, sin saber que su tío no podía creer que todo se viera de igual forma que lo recordaba, incluso habían adolescentes que mal gastaban papel higiénico y huevos solo porque alguna casa se atrevió a decir travesura en lugar de dulce, una sociedad prefabricada, fue lo que pensó el. Y a pesar de esa idea que vino a su mente, había algo que podía sentir, conocía el origen de dichas festividades, como los relatos paganos y comerciales se unieron para darle forma y que fuera algo que se pudiera consumir, pero permanecía una sensación de algo más, algo oscuro. Recorriendo el jardín de la última casa que tenían por visitar, David llevo a su sobrino a tomar los últimos dulces en su calabaza de plástico, bajando por un par de escalones para regresar a su hogar, que estaba apunto de dejar de compartir con la familia de su hermano

Algo había sucedido, y lo que pasó solo tomo cuestión de segundos, la Luna se llevó a las estrellas, el cielo estaba tan vacío como el vecindario en el dónde vivían, y los hogares que habían recorrido parecían desprovistos de vida en su interior, como el de una calabaza cuya pulpa le ha sido extirpada. Si sobrino no entiende lo que está sucediendo, el mucho menos al voltear y ver una vez más la casa que habían dejado atrás, igual que las otras, sin una chispa en su interior, con solo en su exterior una luz que provenía del fuego de una calabaza sonriente que flotaba, adornada con una túnica negra desgastada y rasgada que parecía darle un cuerpo por los brazos de tronco que salían de ella, adornados de cadenas con eslabones oxidados, sin piernas para caminar, pero con la capacidad de flotar hacia ellos. David miro a su sobrino, estaba hipnotizado por la manifestación, su calabaza de plástico se convirtió en una real, iluminada por un fuego sobrenatural. No podía moverse, pero su sobrino si, quien le entrego la pequeña calabaza como obsequio a la entidad. Con su premio, el ser floto hacia la casa vacío y al abrir la puerta, su cerrar provoco el pestañeo del tío y del sobrino, el último no recordaba nada, pero el primero lo recordó todo ¿Que podía decir? Era la pregunta que se hacía mientras su sobrino comía en la comodidad de su hogar los dulces que había recolectado, podría haber sido el estrés, pero si se trataba de algo más, lo tacharían de necesitar ir a un psiquiátrico. Así que fue su secreto, y durante los siguientes 7 años, sucedió lo mismo, con una diferencia notable, cada vez había más casas con calabazas, y menos sin ellas, como si cada noche de Halloween una fuera dejada. En sus ratos libres, busco el origen de las festividades, relacionado con brujas, muertos, veneración, y el relato de un hombre que con una calabaza encendida caminaba por la oscuridad del infierno, pero nada de esto le dió una respuesta. Al cumplir 12 años su sobrino, fue su último Halloween, la niñez se estaba despidiendo para dar paso a la adolescencia, y como siempre David lo acompaño, y volvieron a estar en ese trance, y entregar las última calabaza en llamas al espectro sonriente, para decorar las 8 casas de cascarón, una casa por cada noche de Halloween celebrada, finalmente desapareciendo todo, y quedando atrás como sé si tratara de un mal sueño, quizás para su sobrino, pero no para su tío. De vuelta en su tierra natal por las circunstancias de la vida, David no dejaba de pensar en lo que le pasó, venia de un lugar donde mujeres que lloran y hombres que silban eran los relatos de terror para asustar a los más pequeños, pero se había encontrado con algo diferente, un descubrimiento del cual nunca pensó haber Sido responsable, que la inocencia del ver el Halloween como una fecha para que saquen provecho quienes se lucran por los disfraces y luces vendidos, quizás se trate de un ritual, que alimenta a algo que está más allá de nuestra comprensión, lo que le hace preguntarse, si otros habrán experimentado lo mismo, y si todas esas festividades tan inocentes, acaso tendrán la misma naturaleza.

Fin...

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