I.

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Sabía que lo que estabamos haciendo conllevaba cierto riesgo, eso hacía que me guste aún más. No era la primera vez que hacíamos esto, sin embargo la emoción y excitación que me provocaba era cada vez mayor. Con Emiliano nos veíamos de vez en cuando, a veces cuando se peleaba con su esposa, otras veces cuando estaba muy estresado, o simplemente cuando tenía ganas de verme. Solía llevarme a hoteles lujosos y pasábamos la noche entera teniendo sexo, él decía que soy mucho más hermosa y que me muevo mejor que su mujer, pero por alguna razón nunca la dejaba. De igual forma no tengo quejas, el "Dibu" Martinez me buscaba a mí, entre tantas chicas, sin importarle el hecho de que sea diez años menor que él, eso era más de lo que podía soñar.
Nos encontrábamos en su auto yendo al hotel, creía, eran alrededor de las once de la noche. Emiliano acariciaba mis piernas mientras conducía comiéndome con la mirada en cada semáforo, esa noche parecía más impaciente de lo normal.

— Estás hermosa hoy, me encanta cómo te quedan esas polleras — comentó con una sonrisa mordiéndose el labio inferior.

— Por eso las uso — respondí levantándola levemente.

Me miró como hipnotizado y me dio un beso metiendo su lengua en mi boca, luego me dio una cachetada y continuó manejando.

— ¿A qué hotel precioso vamos a ir hoy, mi amor? — pregunté acariciando mi mejilla por el dolor.

— No vamos a ir a un hotel, princesa.

— ¿Y a dónde entonces?

El auto se detuvo y Emiliano se inclinó hacia mí para besar mi cuello. No entendía nada, miré por la ventanilla y solo se veían árboles, parecíamos estar en medio de un bosque.

— ¿Qué? ¿No te calienta hacerlo acá conmigo? — preguntó sosteniendo mi cuello con una mano.

— Vos me calentás acá y en el baño de una YPF, solo que no me lo esperaba — respondí acercándome a su rostro.

— Después de haber ganado el Mundial la prensa está insoportable, bebé, y sabés que no nos pueden ver.

— Sí, ya sé — rodé los ojos haciéndome la enojada.

— Igual vos sos mía y te puedo coger donde yo quiera, ¿escuchaste?

Sin darme tiempo para responder, se bajó del auto para abrirme la puerta y meterme bruscamente en la parte trasera junto a él, colocándome sentada encima suyo. Comenzó a besarme con desesperación, apretando mis pechos y pellizcando mis pezones, lo que me hizo soltar algunos gemidos. Yo ya estaba tan excitada, él me calentaba con solo mirarme. Me movía sobre él lentamente mientras sentía cómo su miembro se iba poniendo cada vez más duro, y acariciaba su pelo con ambas manos mientras lo besaba con pasión, tan enamorada como siempre había estado. Él levantó mi falda y me pegó fuerte en el culo, a lo que respondí con un pequeño grito. Eso le encantaba, hacerme gritar, lastimarme y verme reaccionar. Decidí tomar la iniciativa y desaboché su pantalón para sacar su pene y masajearlo mientras aún lo besaba. Él soltó un gemido tirando la cabeza hacia atrás y eso me ponía impaciente por que me coja. Lamí mi otra mano llenándola de saliva y comencé a masturbarlo con ambas, complaciéndolo al máximo. Sabía que ya tenía ganas de cogerme, pero no había nada que me encantara más que satisfacerlo, por lo que intenté acomodarme para chupársela, aunque no tenía mucho espacio dentro del auto. Él lo notó, por lo que me tomó del brazo saliendo del vehículo.

— Acá afuera podés hacerlo más cómoda — dijo recargándose sobre el auto y apoyándome en el suelo.

Nunca lo había hecho al aire libre, pero sentí el pasto en mis rodillas, la brisa fresca de la noche de verano, y verlo desde abajo así de caliente con el pene tan duro que le llegaba al abdomen esperando por mí y no me pude resistir. Sin pensarlo me metí su miembro en la boca, lo más adentro que pude, y tomé con mis manos la base para masturbarlo al mismo tiempo que succionaba. Él comenzó a gemir con la voz ronca y tomó mi cabeza con sus manos para meter su pene más adentro. Por mi parte, ahogada y con los ojos llenos de lágrimas, continué subiendo la intensidad, no iba a parar hasta que acabara. Seguí hasta que su miembro comenzó a palpitar, él tomándome bien fuerte del pelo penetró mi boca hasta que me llenó de su líquido caliente.

— Qué bien lo hacés, nena — respondió algo agitado dándome la mano para reincorporarme — cómo te gusta complacerme.

Le sonreí y se acercó a limpiarme algunos pastos que habían quedado en mis rodillas, que por cierto tendrían oscuros moretones al día siguiente, y besó mi frente en un gesto sumamente tierno.

— ¿Te sentís bien, bebé? — preguntó.

— Sí Emi, me gusta estar acá con vos — le contesté acercandome a él.

— Al final sos una puta que le gusta que me la coja en todos lados, ¿no? Me encantás, sos toda mía princesa — respondió agarrándome el cuello con ambas manos y ejerciendo cierta presión.

Me empujó hacia el tronco de un enorme árbol para apoyarme en él y besarme entre mordidas y cachetadas, aún tomando mi cuello. Levantó mi pollera e hizo a un lado mi tanga, que ya estaba completamente mojada, lo cuál él percibió.

— ¿Así te ponés por mí? — se mordió el labio y me miró con incontenible deseo.

Me dio otra cachetada y bajó recorriendo mi cuerpo con besos hasta llegar a mi intimidad. Me quitó la ropa interior y metió uno de sus dedos en mí, habiéndolo mojado previamente con su saliva para comenzar a masturbarme. Al principio cuidaba de no hacer mucho ruido, ¿y si justo pasaba alguien por ahí? el bosque no estaba tan alejado de la ciudad y había casas cerca. El problema fue que cuando Emiliano pasó su lengua sobre mi clítoris, mi cuerpo pasó a ser suyo en vez de mío y ya no podía controlarme. Pasaba su lengua en círculos mientras metía cada vez más dedos dentro de mí, yo sentía tanto placer que olvidé dónde estábamos y solo quería ser suya. Aguanté muy poco tiempo, sinceramente, pero es que no debe existir ningún otro hombre en el mundo que te toque como Emiliano Martinez.

Acabé gritando su nombre y él se reincorporó para besarme románticamente.

— Soy muy linda, muy linda, me volvés loco.

Me cargó sosteniéndome de mis muslos y enrollé mis piernas en su cintura, apoyando mi espalda sobre el tronco. Apresurado comenzó a rozar mis pliegues con su pene, yo ya no aguantaba más.

— Dale, por favor — susurré en su oído ahogada en gemidos.

— ¿Por favor qué? — dijo con la voz firme.

— Por favor, cogeme — respondí tímida.

— Te encanta rogarme, estás desesperada por que te le meta, hija de puta. Así me gusta.

Metió su miembro entero dentro de mí de golpe, haciéndome gritar tanto de dolor como de placer, y comenzó a embestirme con fuerza. Clavé mis uñas en su espalda sin dejar de gemir a los gritos y escuchándo insultar, eso me encantaba, que me coja con bronca y que se descargue conmigo. Lo besé desesperada, así como él, con mordidas, y a él pareció encantarle. Movía sus caderas cada vez más rápido, más fuerte, con más intensidad; gemíamos en los labios del otro, muertos de placer, hasta que sentí como acababa dentro mío al mismo tiempo que mi líquido chorreaba de mi entrada.

— Qué bien te portás, mi princesa.

Como siempre, terminé cansadísima, y él me cargó hacia el auto dejándome en el asiento del acompañante. Me resultó extraño el hecho de que ya nos fuéramos, normalmente teníamos sexo toda la noche.

— ¿Ya me vas a llevar a casa? — pregunté haciéndome la triste.

Él me miró y rió.

— ¿A casa, nena? ¿Te pensás que eso es todo?

Lo miré confundida.

— Ahora sí bebé, vamos al hotel a darnos una ducha y acostarnos juntos, ¿qué te parece?

— Esa idea me gusta más — respondí tratando de contener mi felicidad.

Él volvió a mirarme mientras comenzaba a conducir.

— Algún día vas a ser mi mujer, princesa.

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Hermanasss, gracias por leer <3
Si me pudieran apoyar votando y con comentarios se los agradecería un montón.
Como siempre, perdónenme los daddy issues y no duden en dejarme sus pedidos y/o sugerencias.

Emiliano Martinez | One Shot +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora