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Una noche, donde las estrellas presagiaban el tiempo con sus caídas al vacío en el eterno universo, los aldeanos festejaban con licores y danzas acompasadas con las risas infantiles de las puras almas nuevas, que con juguetes de feria corrían por el lugar, los ancianos, en su tranquila resolución sonreían al firmamento con una mortal calma, que solo la edad permite desarrollar, y los indiscretos jovenzuelos rondaban gandules por el lugar, ajenos a todo el regocijo y evitando a toda costa inmergirsen en la efusiva festividad, se alejaron del lugar.
Los chicos en su búsqueda de silencio, se dirigieron con prontitud a la plazoleta inferior de aquel recinto, congregándose alrededor de una hoguera de menor tamaño, dispuesta para iluminar el monumento, que solemne se alzaba en tonos rojizos entre un mar de Lycoris radiatas, los jóvenes se limitaron a admirar a la mujer de bronce, repasando sus finas líneas, desde la suave mirada, pasando por sus pómulos y sonrisa lúgubre, sus débiles hombros y las gráciles manos en alza al firmamento, sus piernas firmes en contraposto con una delicada rotación, sus ropajes drapeados como si el viento aún se pudiera imponer sobre ellos, haciéndolos danzar a su antojo y finalmente sobre su mano, una pequeña brújula con un fuego fatuo saliente, que orgulloso se proclamaba conocedor de un camino, dictando un sentir, y provocando un palpitar en sus observadores, uno de los jóvenes habló, profundamente conmovido clamó al cielo – ¡Oh, salvadora!, hoy es tu día, y nosotros agradecemos tu favor, con tu amor nos salvaste y al mundo dotaste de luz, con tu muerte nos liberaste y nos diste un sendero de libertad- los jóvenes conmovidos por las solemnes palabras agacharon la mirada, un viento les empujó ligeramente y en un momento todo se apagó, los risueños cantares se perdieron, la luz naranja de la fogata se extinguió y el viento no sopló, de un momento a otro, el fuego de la estatua avivó en un verde sin igual; la estatua ya no era de cobre, la mujer mostraba una nívea piel, ella les miró, y en sus ojos había dolor; los chicos no se inmutaron ante el cambio, ella le sostuvo su mirar, llorando, algo oscuro su ropa manchó y ahora el fuego marcaba detrás de los jóvenes, ellos voltearon a mirar, cuerpos se hallaban en el lugar, la espesa sustancia negruzca corría como un rio con mortal caudal, en un segundo adquirió forma, una urraca se alzó y posándose al lado de la mujer entre las flores, crascitó, los jóvenes se acercaron a los cuerpos pausadamente, al agacharse uno de ellos notó que sus ropas estaban manchadas de sangre, un zumbido los ensordeció y las fogatas se volvieron a iluminar, todos los adolescentes estaban empapados de sangre y unos cuantos niños al mirarlos lloraron aterrados, gritando imploraban piedad alejándose a gatas y tropezones del grupo, la mujer en la estatua habló, su voz solemne y fuerte pero quebrada pronunció -Alejaos de mi pueblo, alejaos, ¡BESTIAS!-.
Los muchachos confundidos cuestionaron en su mirar, analizando los cuerpos y los niños presas del pánico corrieron al bosque, ellos los habían matado, ellos mataron al pueblo, ellos y solo ellos fueron el terror que la mujer desterró y que celebraban aquellas risueñas personas del comienzo, pero ¿cómo?, cansados llegaron a un campo de las mismas flores rojas de la estatua, ahí reposaba un pilar grabado con 6 nombres y una fecha, donde, a su vez se narraba el suceso y los fallecidos en sus manos.
Las risas y la música se volvieron a oír, las personas del comienzo estaban ahí, y entonces una anciana paró la música y las personas se concentraron en ella, la más vieja de todos, los miró directamente, uno por uno y finalmente habló –  Hace 50 años, 6 jóvenes mataron a todos, menos a nosotros, los niños, que por nuestra salvadora ardieron en fuego y de sus cenizas brotaron estas flores, representando el doloroso cambio de nuestro pueblo – los jóvenes llorando se arrodillaron, arrepentidos por su actuar, recordando el odio que impulsó sus acciones – hoy esas 6 almas nos acompañan, para finalmente conseguir un descanso perpetuo, entendiendo que es inútil volver sobre lo que ha sido y ya no es, hoy damos un fin y un nuevo comienzo, como la urraca que nos dio esperanza en tribulado tiempo, finalmente, el mal del pueblo termina y se extingue como nuestra noche estrellada- finalizado el discurso los jóvenes agradecieron, hoy en día se cuenta esta historia, con el fin de advertir a los más pequeños el poder de nuestro corazón, el poder desbocado de un sentir que puede provocar caos y sombras.

Seis Almas Y Un Sentir/Six Souls And One FeelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora