5. Lecciones paternales, confesiones y la habitación 305

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5. LECCIONES PATERNALES, CONFESIONES Y LA HABITACIÓN 305

COLTON

Son las tres de la madrugada cuando mi primo detiene el coche en Market Street, donde viven mis padres. No ha querido preguntarme nada durante el camino, y yo tampoco he sido capaz de intentar justificar algo que no tiene explicación posible.

—Joder, Greg, a mi madre le dará un susto de cojones, ¿por qué me has traído aquí?

—Porque creo que un par de días alejado de la universidad, te vendrán bien —explica mientras salimos del coche y nos dirigimos al ascensor—. Vaya pinta tienes —comenta al ver mis manos amoratadas y con algunos cortes.

—Estoy muerto de sueño, tío, solo quiero dormir.

Saco las llaves para abrir la puerta del ático, pero no soy capaz de atinar en la cerradura, así que es él quien la abre por mí. Enciende la luz del enorme salón y apenas acabo de sentarme en uno de los sofás cuando mi padre sale con un pantalón corto de chándal y cara de dormido.

—¿Qué cojones pasa? ¿Qué hacéis aquí? ¿Estáis bien?

—¿Josh? —Escucho la voz de mi madre desde la habitación, y cómo se aproxima por el pasillo.

—Tranquila, mocosa, son Colton y Greg.

—Cariño, ¿qué ha pasado? —pregunta ella mientras se acerca y se sienta en el sofá a mi lado.

—¿A quién has pegado? —Mi padre señala mis manos, Greg se aleja por el pasillo hacia la cocina y cierra la puerta para darnos intimidad, yo suspiro y me dejo caer hacia atrás.

—A unos contenedores.

—¿Cómo se llama? —pregunta entonces tras chasquear la lengua y sentarse en la mesa frente a mí.

—¿Quién?

—La chica por la que te has dado de hostias con un contenedor.

—No hay ninguna... —No prosigo porque alza una ceja y dibuja una pequeña sonrisa.

—Soy tu padre, sé que la hay, Colton.

—Cuéntanoslo, igual podemos ayudarte, cielo. —Mi madre, que se ha acercado a un armario a por el botiquín, pasa una gasa por encima de los cortes.

—No, vosotros no lo entenderíais.

—Prueba, igual te sorprendes. —Mi padre intercambia una mirada cómplice con mi madre, yo me encojo de hombros.

—No sabría ni qué deciros, todo ha pasado muy deprisa y yo no... —Niego con la cabeza para mí mismo con la mirada perdida en algún punto del suelo—. Hace un mes ni siquiera la soportaba y esta noche casi cometo el mayor error de mi vida.

—Me cago en la puta, Colton. —Mi padre se levanta y se lleva las manos a la cabeza al mismo tiempo que mi madre le hace un gesto con la mano para que se calme.

—Ya lo sé, ¿vale? Lo sé de sobra, joder. —Me pongo en pie y abro la puerta de la terraza para que entre un poco de aire, estoy empezando a sentirme mareado.

—De todas las chicas que hay en el campus, en la puta ciudad, ¿tenía que ser Chelsea?

—¿De verdad le estás haciendo esa pregunta a tu hijo, Josh? —Mi madre lo mira con las cejas alzadas y una mano en la cadera.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Le aplaudo? —recrimina nervioso.

—No, le dejas hablar, le escuchas y le comprendes. Porque por si lo has olvidado...

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora