2: Manzana podrida

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Cuando el despertador sonó a las 5:30, Colin quiso ponerse a llorar sobre su almohada, pero, en lugar de eso, estiró un brazo y desconectó el despertador

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Cuando el despertador sonó a las 5:30, Colin quiso ponerse a llorar sobre su almohada, pero, en lugar de eso, estiró un brazo y desconectó el despertador. Maldita sea. Cuando estaban en Italia, el despertador no sonaba hasta las 8 de la mañana, y, cuando lo desconectaba, era para busquearse con su esposa hasta quedar exhausto sobre el cuerpo de ella. En una ocasión, después de follarla en misionero, se había vuelto a dormir por media hora más.

Ahora se sentía demasiado lejos de esa vida.

Emma se despertó en su abrazo.

—Tuve un sueño —dijo con los ojos cerrados, abrazándolo más fuerte—. Estábamos en nuestra casita de ratón y te marchabas a la uni sin hacerme el amor.

—No fue un sueño, fue una pesadilla —rio, poniéndose automáticamente de mejor humor.

—Estaba bromeando. Sé que estamos en nuestra casita de ratón... y que son las 5:30 de la mañana... y que no desayunaré tostadas con mantequilla de cabra —cubrió su cara con una mano, lamentándose con lloriqueos actuados.

—Bueno... Aún puedo hacerte el amor.

—Algo es algo —exhaló con frustración, bajando su mano.

Colin se echó a reír, a continuación, se acostó de lado para tenerla de cara, le acarició el cabello con los dedos, poniéndolo detrás de su oreja, mientras se miraban. No tenían ganas de hacer el amor. Tal vez el horario los había golpeado, tal vez era la melancolía post vacaciones o, simplemente, el placer que sentían en sus corazones al contemplarse en silencio, sin hacer otra cosa.

—Entonces, pasarás la tarde con Gael y Gi.

—Eso creo. Tal vez no la tarde entera. Quiero ordenar mis cosas sola.

—Muy bien.

—Te esperaré para abrir los obsequios de Shizu y de mi abuela.

—Dios, sí, no los olvido.

Aunque su abuela Grace los había spoileado en la boda.

«—Jakey me dijo que a Cole le gusta cocinar —les había dicho la anciana, sentada en la mesa redonda de mantel blanco, acompañada del tío Jamie y familia—, así que mi regalo está destinado para que Colin haga feliz a su esposa.

—Abuela —le había dicho Sid—, eso se interpreta de mil formas.

Emma se había sonrojado, parada frente a la mesa, en cambio, Colin trató de no borrar su sonrisa mientras pensaba en que Sid tenía 15 jodidos años».

—¿Cenamos pasta para llorar y lamentarnos juntos? —preguntó ella, en medio de una sonrisa.

Colin sonrió.

—Encargaré de La Toscana y pasaré a retirarla de regreso para acá. Es una cita —declaró.

El Renacer de Emma© #4Where stories live. Discover now