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El rojo de la luna sangrante me recuerda al de tu piel.

Fue cuando la calma y el silencio ahogó aquella noche de luna roja que la verdadera tragedia comenzó a salir a flote.

La adrenalina había abandonado casi por completo al herido cuerpo de Merlina cuando, junto con Bianca y Eugene, se reincorporó al grupo de adolescentes que con rodillas temblorosas y ojos nerviosos la recibieron.

"¿Dónde está Enid?".

La pregunta de Addams deshizo a más de uno cuando estos, de entre miradas pesadas y balbuceos indecisos, expusieron que no tenían idea alguna del paradero de la lobisona y que, de hecho, tenían la esperanza de que se encontrara con ella.

El grupo comenzó a discutir sobre si debían de ir en su búsqueda o esperar a las autoridades cuando un golpeteo acelerado y casi inentendible llamó la atención de Merlina, quien sin decir palabra alguna, abandonó al resto para perseguir a la mano andante que, a mayor velocidad, la guiaba por entre el laberíntico bosque cuyos árboles bloqueaban cualquier luz y sentido de orientación.

Se percibía a sí misma impropiamente lenta y torpe, probablemente siendo estos signos del desangramiento producto de la herida de flecha en su hombro izquierdo, mismo que notó ya no era capaz de mover cuando, de entre los claros de los arbustos, una imagen que congeló cada proceso automático de su cuerpo con estupor fue captada por aquella oscura mirada que se cristalizó en segundos.

El dolor la azotó de golpe cuando la adrenalina se esfumó junto a su aliento, el esfuerzo sobrehumano que le tomó poner a su corazón a volver a latir le pareció tan absurdo como la parálisis de sus extremidades.

"¿Enid?" la figura en el suelo a penas reaccionó ante su voz, aún así, fue suficiente para descubrir su lastimado y ensangrentado rostro ante la perpleja mirada de Addams "¡Enid!".

Corrió hacia ella, cayendo de rodillas junto a su delgado cuerpo bañado en rojo. Tomó su rostro entre sus manos, sus dedos apoyándose en su cuello en busca de algún pulso.

"Llegaste a tiempo" susurró la chica entre una débil sonrisa que removió las entrañas de la pelinegra con pesadumbre "Sí que le pateé el trasero a ese imbécil, ¿no?".

Las lágrimas escurrían por las mejillas de la rubia, disolviendo la sangre que, al correrse, exponían la palidez de aquella piel que siempre solía ruborizarse con vitalidad. Las tonalidades celestes de aquellos ojos que luchaban por mantenerse enfocados en la pelinegra junto a ella comenzaban a desvanecerse en un triste gris que Merlina pensó nunca encontraría en aquella mirada que siempre parecía estar repleta de color.

Las manos temblorosas de Addams apartaron las capas del abrigo de la chica que cubrían su estómago, sus ojos cerrándose con fuerza junto a la maldición que brotó de sus labios al divisar la cantidad absurda de sangre que escurría de las heridas abiertas que cruzaban la amplitud entera de su abdomen.

Merlina ignoró cada pensamiento ligeramente racional que llegaba a su cabeza intentando decirle que usar su chaqueta para detener la hemorragia era un acto inútil que de todas maneras hizo, ambas de sus manos presionando las heridas solo para escuchar el sufrir de la lobisona cuyos dedos rodearon sus muñecas, rogando entre sollozos que la dejara ir.

Intentó mantenerse firme, pero el agudo dolor que arrugaba el rostro pálido de la rubia sumado a aquellos chillidos de cachorro adolorido no le permitieron seguir.

Sentía que la estaba matando.

"Hay que llevarte a que te suturen" fue lo que salió de la voz ahogada de Addams, quien a penas notó el nudo en su garganta cuando la sensación de humedad comenzó a descender por sus mejillas. Se levantó entre tambaleos, tomando a la chica por debajo de los brazos solo para caer en cuenta de lo inútil que su cuerpo estaba siendo cuando de sus débiles y delgados brazos, no hubo fuerza que le permitiera alzarla por más de unos centímetros.

Frankenstein - WenclairWhere stories live. Discover now