Espejismos

75 4 0
                                    

Eufóricos, nos lanzamos hacia la entrada de la gran ciudad de Nueva York. En ese momento era la más feliz del mundo. Por fin algo nos salía bien... pero... ¿qué? ¿Qué era eso que se adentraba en mis oídos? Era lo que siempre resulta molesto en momentos incómodos, incluso más molesto que el ruido. Era... silencio. Un silencio reinante e inquietante. Mi sonrisa se me borró del rostro y poco a poco fui quedándome atrás, aminorando la marcha.

-Esperad... ¡Esperad!-grité.

-¿Qué pasa ahora señorita aguafiestas?-me regañó Logan, quien recibió un buen pisotón de Esther.

-Ups...-fingió mi amiga-. La cuestión es que ella tiene razón. ¿No lo veis?

Ya estábamos en Nueva York, o eso creía. Había oído que aquella ciudad era muy ruidosa. Sobre todo el barrio de Manhattan pero en ese mismo momento estábamos allí... y...

-Es cierto...-murmuró Natalia.

-No hay...-continuó Lucía.

-Absolutamente...-siguió Guille.

-Nadie...-concluimos todos.

-Está todo en silencio. Pero, es imposible... Ahí está el Empire State... y ahí la Estatua de la Libertad. No hay indicios de guerra ni de bombas. Ni siquiera de un mero desalojo por alguna fuga de gas, y no hay ni un alma.-analizó Seth.

Otra vez con los problemas. Todo era un problema tras otro. Sólo pedía piedad. Habíamos salido del Campamento Mestizo y recorrido todo Long Island en busca de una condenada parada de autobús y, cuando por fin encontramos una, resultó ser que era una trampa de un dracanae, hombre no muy avispado. Después de aquello no fuimos capaces de luchar juntos y empezó una pelea entre nosotros mismos que sólo paró gracias a un estúpido juego de móvil. Conseguimos salir del vehículo mientras éste se precipitaba en el vacío (¿tendríamos que pagar por daños al transporte público?). Acto seguido tuve la maldita pesadilla que aún no había contado y que, en algún instante, inevitablemente tendría que narrar. Y ahora nos encontramos con una Nueva York completamente vacía. No me extrañaría que se hubieran ido todos. Hasta yo misma pienso que damos mala suerte. Pero aquel caso no me parecía de esos. Ya me habían evitado muchas veces en mi vida y esa no era una de ellas. Además, ¿cómo iban a enterarse los 8 406 106 neoyorquinos de que íbamos a ir? Esa era una reflexión muy poco inteligente por mi parte.

-Chicos... aquí hay gato encerrado...-dije.

-¿Un gato? ¿Dónde?-respondió Logan.

Lo miré con cara de asombro y desesperación.

-Deberíamos hacer grupos para explorar el terreno.-propuso Guille.

-Me parece bien.-intervino Lucía.

-Sí. Éstos son los grupos: Paula, Seth y yo, Logan y Esther, y Lucía y Guille.-indicó Natalia.

-De acuerdo.-señalé.

Nos separamos y nos pusimos a explorar. Natalia, Seth y yo fuimos por Broadway. Las grandes pantallas del barrio estaban todas apagadas y los teatros cerrados a cal y canto.

-No tengo muy claro lo que está pasando.-dijo mi novio.

-Ni yo, pero este sitio, tanto si es Nueva York o no, me da malas vibraciones.-convino Natalia.

Mientras ellos seguían hablando y prestando atención a cada detalle, yo reflexionaba sobre me pesadilla de aquella noche. Todavía tenía miedo de que sucediera de verdad, pero todavía más de tener que contarlo. La cabeza me daba vueltas y de vez en cuando, cuando miraba mis manos las veía manchadas de sangre. Entonces, todo mi cuerpo temblaba y mis músculos se tensaban pero debía esconderlo para no alarmar a mis amigos. Y, en ese momento, era imperativo saber lo que estaba pasando. Natalia se aproximó a mí, pues notaba que estaba nerviosa por algo.

La Última Batalla del Olimpo || TERMINADA ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora