𝟎𝟑

31 4 4
                                    

Volverte a ver es un sinónimo de felicidad gratuita y el poder tocarte es una bendición. Y tú, como el otoño más cruel te asomas por la ventana, esperando a su víctima

⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐒: 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐧𝐞𝐯𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐨𝐜𝐞𝐚𝐧𝐨 𝐲 𝐝𝐞𝐬𝐢𝐞𝐫𝐭𝐨𝐬 𝐭𝐫𝐨𝐩𝐢𝐜𝐚𝐥𝐞𝐬
⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯

Vitrales tintados. Vitrales resplandecientes. Vitrales que emanan un calor exorbitante. El calor se aloja en el pecho sensible y las mejillas se tintan del color de una fresa apunto de explotar, las piernas se vuelven débiles y los labios le tiemblan por decir algo. Cualquier cosa.

- No me sueltes...

Murmullos internos que no salen al exterior por causas desconocidas que el no entiende. Que no logra comprender, e igual que un niño, se pierde entre los iris de la persona que lo sostiene con firmeza sin llegar a dañarle. La luz que cruza y los baña es solo el toque especial para caer en las profundidades de un sentimiento famoso pero desconocido, tan usado y tan olvidado, ese tipo de sentimientos que emergen de la paz para evolucionar en excitación y euforia.

Una euforia jamás vivida.

- Jamás te soltaría, mientras yo esté aquí tu eres invencible...

Las respuestas llegan cuál cantico y oración, el hombre frente a el lo acobija con su cuerpo y le hace sentir un sinfín de sentimientos que viajan directamente a su vientre con el corazón latiendo a mil por hora, su piel siente las yemas de aquellas manos recorrer su frágil cuerpo con ternura, el toque es distinto y carece de un toque fraternal o parental; es más romántico y ardiente en pasión.

Sus ojos se cierran con tranquilidad como si el sueño le llegará sin avisar, pero, cuál niño en su cuna, duerme con tranquilidad al saber que en esos brazos que lo mecen está seguro. Una mano se cuela por sus cabellos hasta su mejilla y el como un buen niño se acurruca en ella dejando que una pequeña risita traviesa salga del contrario y el sonríe con vergüenza pero no se aleja. Nunca se aleja.

- Eres mi hogar Kageyama...

El hombre que lo sostiene tiembla de pies a cabeza, lo siente en el alma y el, con el disfraz de alguien más se siente impuro, como alguien quien no tiene derecho de ser visto ni amado por nadie y mucho menos por un ser tan especial como lo es el.

- Tu eres mi hogar, eres mi fe, eres todo Hinata...

Sus pequeñas narices juegan entre si antes de acercarse un poco más para sellar todo pacto y Shoyo no puede creer que este a punto de ser suyo, le tiembla el cuerpo por escucharlo, por escuchar esas palabras que lo harán llegar a las nubes.

- Eres mío...

Y en un abrir de ojos, el sueño termina. Shoyo se levanta exaltado y con las mejillas calientes por ese sueño tan penetrante.

- ¿Por qué sigo soñando contigo? - la vergüenza le invade y los sentimientos crecen, su mente le viene jugando malas pasadas desde hace dos semanas.

Más en específico desde la última vez que lo vio, en primera instancia creyó que aquel hombre se había ido y que seguramente jamás regresaría, pero, algo en el le daba la respuesta contraría porque en muchas ocasiones se sentía vigilado a la distancia. Verlo de nueva cuenta remueve sentimientos en su pecho de esos que te quitan el sueño y te dejan en la ruina tan rápido como llegaron, tan difícil de irse y tan eternos para quedarse; Tobio le quita el sueño y le da sueños nuevos por querer realizar como esos abrazos cálidos y los jugueteos de narices traviesas revueltas con eternas noches de algo que el padre le ha dicho que es pasión, está última es un sueño que le frustra y le hace unir sus piernas presionando su sexo por emociones algo acaloradas.

𝐌𝐀𝐑𝐘 𝐎𝐍 𝐀 𝐂𝐑𝐎𝐒𝐒Onde histórias criam vida. Descubra agora