06: El viejo y el niño

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Los personajes no me pertenecen, todos sus derechos a los respectivos creadores
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89 a.C:

No sabía cuánto tiempo había oído hablar a ese hombre, sobre algún problema en el oeste. Siempre era lo mismo, falta de recaudación de impuestos aquí o despliegue de una ley por aquí. Una rutina bastante aburrida.

Casi cuarenta años haciendo técnicamente lo mismo y aún sin acostumbrarse, la corona seguía pesando y el trono no dejaba de ser una silla incómoda.

Vaya, ¿tanto tiempo ya? Juró que aunque su estado físico y mental había superado el peso de los años y la vejez, de alguna manera su parte espiritual ha intentado permanecer en una época muy anterior a su coronación, cuando sólo era un tercer hijo sin ninguna responsabilidad.

Que decepción saber que esos recuerdos no eran más que eso. Ya no es aquel niño, sólo es Jaehaerys I. Su cuerpo ya no es tan ágil y sus arrugas marcan sus años tanto como sus ojos cansados, lo único nuevo en él siempre han sido sus finos ropajes y la corona que aún brilla.

 Su cuerpo ya no es tan ágil y sus arrugas marcan sus años tanto como sus ojos cansados, lo único nuevo en él siempre han sido sus finos ropajes y la corona que aún brilla

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Pero que su apariencia no engañe a nadie, aún tiene fuerza para combatir cualquier desafío a su autoridad, ya sea con palabras o con hierro.

-¿Qué solución propone, Majestad?- la voz del consejero te devuelve bruscamente al presente.

Colocó su cuerpo sobre el trono, con cuidado de no cortarse con una esquina. Nunca le había ocurrido, pero más valía prevenir que curar

-La que siempre llevamos en estos casos- responde intentando no sonar desinteresado o cansado.

Los presentes se fijan en él, los más jóvenes empiezan a murmurar entre ellos. Cómo le entretienen los recién llegados a todo el tablero político. ¿Son tan desvergonzados que hablan de él cuando lo tienen delante?

-¿Algo que aportar en la sala?- pregunta y todos callan- Mis nobles señores- sus ojos viajan hasta donde están los tres menos discretos del grupo.

Los chicos parecen palidecer, pues no soportan las miradas de los demás. Uno se pregunta hasta qué punto los padres han sido flexibles y no han educado a sus hijos para el entorno hostil de cualquier gobierno.

-No es nada. Milord- se apresuró a hablar uno.

-Mmm...Aconsejo no malgastar saliva en cosas sin importancia y no murmurar tan despreocupadamente- un fantasma de sonrisa socarrona se formó en sus labios-. Porque hasta el más mínimo... pensamiento... equivocado... puede rebotar en las paredes- es una advertencia general, los mayores la captan y asienten, los más jóvenes parecen erizarse ante eso.

Luego hace un gesto para que se abran las puertas, no perderá más tiempo con nobles de casas menores que apenas gobernaban las Tierras de la Corona, hablará con su consejo privado más tarde sobre asuntos de mayor consideración.

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