El Jardín Perenne

Conexión

—Recuerden estudiar para el examen del lunes —anuncio antes de que los alumnos salgan del salón de clases.

—Hasta el lunes, miss Martin.

—Buen fin de semana, señorita Scott. —Suspiro cuando todos mis alumnos salen de clases. Ha sido una semana infernal y con la semana de exámenes a la vuelta de la esquina sé que la cantidad de trabajo será doble.

Me siento como una estrella de rock cuando voy a estacionamiento, saludando a las personas que me topo. Creo que los chicos me quieren, o al menos eso me hacen creer. En realidad, ser docente no estaba en mis planes, pero mi padre me hizo cambiar de opinión. Al inicio no sentía la emoción de esto, con el tiempo comprendí la importancia de mi labor y comencé a disfrutarlo. Muchos y muchos alumnos han pasado por mi aula lo que ha hecho que mi motivación crezca cada día; esto no implica tener días en los que quieres mandar a todos al demonio o que tu cabeza tiene tantas cosas en mente que buscas tu café cuando lo tienes en la mano.

Entro a mi auto y lo único que puedo ver en mi mente es mi cama y una buena taza de café. Apenas enciendo el coche y unas cuantas gotas de lluvia se dejan caer. Antes del largo camino a casa paso por un poco de pan para acompañar lo que pinta para ser una tarde gris.

Siento un poco de la tensión desaparecer cuando la llave entra a la cerradura de mi puerta de entrada, apago la alarma, me quito las zapatillas y siento cosquillas en mis pantorrillas.

—Hola, Oreo. —Me agacho para acariciar su cabeza, suelta un pequeño maullido y corre a su plato de comida. Es nuestro ritual, yo llego y lo tengo que alimentar de inmediato porque, supongo, tanta alegría de verme le da hambre.

Horneo el pan con algo de ajo para acompañar lo que quedó de pasta del día anterior. La tranquilidad de vivir a las afueras de la ciudad solo se ve empañada por tener que comprar todo lo que necesito desde antes porque el viaje al centro de la ciudad donde se encuentra todo es de más de media hora. Papá mandó a poner la alarma que de inmediato alerta a la policía. Sí, mi tío, el hermano de papá es el Capitán de la policía y ambos estuvieron de acuerdo con esto, sin mi consentimiento, más no me quejo.

Acomodo todo en la cocina, vuelvo a activar la alarma y me dispongo a ir a la cama, Oreo ya está en su lugar acostumbrado cerca de donde van mis pies. Ha sido mi fiel compañero desde hace varios años y un recordatorio de lo que perdí. Últimamente esa parte se ha ido disipando, pero no lo suficiente. Acaricio su tersa barriga cuando me acerco a él, se estira y regresa a dormir. Entiendo el mensaje, debo dejarlo descansar. Cuando hago lo propio la imagen de Sarah viene a mí, teníamos casi dos años juntas cuando decidimos adoptar al gato. Dos meses después ella estaba haciendo las maletas diciendo que esto no era lo que quería, que se sentía demasiado serio y que si quería me podía quedar con Oreo. ¿Cómo el corazón se puede equivocar tan grandemente con alguien?

Sí, había amor entre nosotras, al menos de mi parte, ella siempre se mostraba feliz y al final resultó que no la conocía en absoluto. Comienzo a tronar mis dedos, la ansiedad creciendo en mí, la marejada de pensamientos negativos se abre paso por mi cabeza, así que tomo la agenda de mi buró y anoto "hacer cita con Lizzy". La mujer ha sido fundamental para estar completa de alguna forma, aunque ya ha pasado casi un año de esto, la herida sigue fresca y grande. La traición y dolor que sentí fueron tan grandes que, literalmente, sentí mi corazón romperse.

Así que solo somos Oreo y yo, y así será por mucho tiempo, o al menos, hasta que pueda confiar en mí misma de nuevo y en alguien más. Suspiro, siento las lágrimas acumularse en mis ojos, hacia mucho que no lloraba por ella. Aunque ya no era muy seguido, de cuando en cuando su fantasma aparecía y me hacía tambalear. Pongo algo de música en mi teléfono y el temporizador para que se apague. Cierro los ojos y pido a todos los cielos que ella no se aparezca en mis sueños.