•Capítulo 8

231 13 1
                                    

—Hola.

Sonrío cuando lo veo en la puerta de casa. Nicholas se mostró bastante emocionado cuando le dije que le mostraría cómo tocaba el piano.

Al final lo hice. Lo invité para que me escuchara tocar y... no puedo estar más nerviosa.

—Hola— respondo.

Nicholas frunce el ceño al ver que me quedo parada sin correrme para que pueda entrar.

—¿No vas a invitarme a pasar?— niego con la cabeza logrando que se confunda más. Estiro mi brazo hacia mi costado para poder agarrar mi bolso y colgarlo en mi hombro. Cuando lo hago, vuelvo mi vista hacía él— ¿Sophie?

—Iremos a otro lugar— salgo de mi casa y cierro la puerta— Andando que llegaremos tarde.

Puede que ahora seamos un poco más unidos, pero eso no evita que sea muy pronto como para invitarlo a mi casa. Tengo mis dudas y precauciones todavía. Decidí llevarlo a otro lugar que es muy importante para mí. O al menos, lo era.

Cuando estamos en la acera, miro hacia mis costados para buscar su auto, pero al no encontrarlo volteo hacia él.

—¿Viniste en auto?

—No— señala a su costado y la veo. Su bicicleta.

—Oh— digo y muerdo mi labio inferior pensando en qué hacer ahora. El lugar al cual quiero ir no está cerca, por lo que ahora no tengo la menor idea de como llegar hasta allí.

— ¿Pasa algo?— pregunta.

—No... es solo que el lugar es lejos y no llegaremos caminando.

—Todavía está la posibilidad de ir en bicicleta— cuando lo miro levanta una de sus cejas, invitándome a hacerlo.

—No creo que haya un lugar en tu bicicleta para que puedas llevarme, Nicholas.

Él comienza a reír por lo bajo y niega con su cabeza ¿ahora que?

—Estoy completamente seguro de que tienes una bicicleta propia— se encoge de hombros— podríamos ir juntos andando hasta allí.

Al principio fruncí el ceño, pensando en si tenía alguna y, luego caí en cuenta de que, efectivamente, la tenía.

—Espérame aquí— ordeno.

—¿Vas a dejarme solo?— inquiere dramáticamente antes de que me vaya.

—Era la idea, si— le contesto.

—Te acompaño, por si necesitas ayuda.

Suelto un suspiro y asiento. Nicholas agarra su bicicleta para dejarla dentro del parque y que no le pase nada.

Le hago un gesto con mi mano para que me siga hasta la pequeña puerta de madera que hay a un costado de la casa que da al jardín trasero. No tardo en destrabarla y ambos nos adentramos.

—Vaya, si que tienes un jardín grande.

Suelto una risa al tiempo que abro el pequeño galpón en el que guardamos cosas que ya no necesitamos dentro de la casa.

—Entra— le digo y él no duda en hacerlo— ¿Puedes pasar hasta donde está la bici y alzarla hasta mí?

Él asiente y comienza a hacer lo que le pedí.

Luego de varios minutos, logramos sacar mi bicicleta de color amarilla y, para que no se nos haga tarde, volvemos a la calle y comenzamos a andar juntos calle abajo.

Honestamente, la última vez que me subí a una bicicleta fue hace años. Recuerdo que antes la usaba mucho, pero deje de hacerlo sin razón existente.

Me la regalaron cuando cumplí los quince años y mi padre me llevaba al lago para andar por horas. Hay veces que me plantea volver a lo mismo, pero siempre le digo que no puedo. Y hay otras veces que me arrepiento, pero andando ahora, después de mucho tiempo, puede que acepte cuando me lo proponga de nuevo.

Regalo bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora