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Era el 26 de noviembre de 2022. Y se estaba llevando a cabo el partido entre México y Argentina en el Estadio Lusail.

Las gradas llenas, pigmentadas de los tintes del equipo tricolor y del albiceleste. Los vitoreos de los aficionados llenando todo el área. Las luces cegadoras y las cámaras apuntando a las estrellas en el campo.

Lionel Messi. Un hombre soltero de 35 años, jugando su último mundial; esta vez acompañado de su mejor amiga de la infancia, Anto, con la en otra vida pudo haber tenido un romance de no ser porque en esta, a él no le gustaban las mujeres. Sino los hombres, y desde este partido, uno en especial.

Guillermo Ochoa. Igualmente célibe y de 37 años. Quien disfrutaba de la compañía femenina casual y sin compromiso. También jugando su último mundial como portero de la selección mexicana.

El partido terminó con dos goles a cero a favor del equipo sudamericano. Leo se sentía satisfecho con el resultado pero en su cabeza, rondaba algo más. Quería acercarse al tipo de rizos, sentir su cercanía aunque fuera sólo un segundo. Por lo que usó de excusa la felicitación mutua de los equipos al final del partido.

Después de eso, se dirigieron cada uno a sus respectivos vestidores.

–¡Leo! ¿Venís a celebrar?– habló Rodrigo De Paul.

–Sí, ahora voy– Leo se dirigió a los vestidores del equipo contrario rezando por encontrarse con Ochoa y sin nadie que los interrumpiera.

Pareció que Dios lo había escuchado porque se encontró precisamente con lo que buscaba.

–Hey– saludó Guillermo con una ligera sonrisa.

Lionel se quedó petrificado sintiendo un ligero rubor en sus mejillas.

–Yo... sólo quería felicitarte, fue un placer jugar con vos– luchaba por no apartar su mirada del contrario y neutralizar su corazón acelerado.

Sin embargo, no le salió muy bien porque el arquero pudo notar sus intentos por ocultar su nerviosismo. Aunque le gustaba. De alguna manera, el hombre enfrente de él, le atraía.

–¿Vas a ir a celebrar?–

–Sí, sólo que...– tomó aire. –Me gustaría verte otro día. Podría invitarte un trago–

Memo no iba a mentir. Esa invitación lo había tomado por sorpresa.

–Seguro. ¿Mañana por la tarde?–

–Si me levanto de la resaca, sí– ambos rieron. –Podés pasarme tu número para avisarte–

Y así fue como ingeniosamente consiguió el número de su nuevo crush.

Se despidieron. Messi se fue a celebrar con sus amigos y Ochoa a descansar a su hotel sin poder quitarse al jugador estrella de la cabeza lo que restaba del día ni en toda la mañana siguiente.

"Vamos a ver cómo fluye esto"

Arte del encabezado: @/morenoaleida991 en twitter

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Tan efímero y tan eterno [Messi x Ochoa]Where stories live. Discover now