¿Ante el acoso debo hacer como si nada?

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—Ahí esta esa estúpida—comentó una chica mientras se ocultaba entre los casilleros con otras dos chicas.

—Vaya la sorpresa que se va a llevar.

La chica que estaba siendo observada abrió su casillero y cayeron unas flores marchitas. Había un muñeco de peluche con un cuchillo enterrado y algunas frases asquerosas dirigidas a ella. La chica quería llorar pero no podía ya que no quería demostrarles a los demás que lograron su objetivo.

—Pobre, ¿estás triste?—dijo una de las chicas que estaban escondidas y salieron con los brazos cruzados demostrando superioridad.

—¿Por qué?—preguntó la chica con ganas de llorar pero por más que intentaba no hacerlo pequeñas gotas rodaban por sus mejillas.

—¿Por qué crees? No mereces estar aquí con nosotros en el mismo lugar. Eres un estorbo para todos. ¿Qué tal si desapareces para siempre?

—¿Qué les hice para que me traten así?—mencionó ya con lágrimas en sus ojos.

—Pues, existir, tu existencia nos molesta, muérete de una vez por todas, no queremos verte nunca más—dijo la chica que planeó todo con una sonrisa malvada.

—¡Dejénla en paz!

Se escuchó la voz de otra chica acercándose y se interpuso entre las chicas y la acosada. Esta era Elizabeth, la mejor amiga de María, la que estaban acosando. Elizabeth estaba muy enojada y no soportaba que le hicieran esas cosas a su amiga sin razón alguna, solo porque a ellas les molestaba.

—Ya llegó tu salvadora, que tonto, no eres nada sin ella.

—Ya paren las tres y lárguense de aquí—mencionó Elizabeth más enojada que nunca y las chicas solo se fueron, pero aún así nunca iban a parar. Se volteó para ver a su amiga llorando mirando al suelo—¿Estás bien? ¿Qué te hicieron?—dijo más calmada mientras la sostenía de los hombros buscando alguna herida.

—N-no, no me hicieron nada—dijo con la voz entrecortada.

—Está bien, ya pasó—dijo Elizabeth abrazando a su amiga para calmarla.

Las dos se dirigieron a su salón para comenzar las clases. Cuando María se acerca a su asiento se espanta. Elizabeth se acerca a ella con confusión y observó su mesa. Estaba destrozada, tenía innumerables frases de muerte y su silla estaba rota. Elizabeth sintió una rabia tan grande que iba a preguntar quién fue pero María la detuvo tomándole el brazo. La chica se sentó en otro asiento vacío mientras que su amiga fue a su asiento y al momento entró el profesor.

En toda la clase las chicas que le hacían bullying le comenzaron a tirar papeles en forma de bola a María. Ella soportó, no quería que la regañaran por su culpa. Pero su paciencia llegó a un límite cuando una de las chicas le tiró una piedra directo a la cabeza. María se levantó alterada y adolorida gritándole a las muchachas que fingieron como si nada hubiera pasado. El profesor la castigó por interrumpir su clase y ésta salió del aula quedándose en el pasillo a esperar que terminará el turno. Elizabeth no pudo hacer nada, solo callarse y en cuanto se fuera el profesor, ir a consolarla.

Sonó la campana y Elizabeth salió inmediatamente de allí para buscar a su amiga, pero no estaba. La buscó por todos los pasillos y no la encontraba. Salió al patio donde por fin la encontró sentada en las gradas. La chica, más calmada, subió a su encuentro y se sentó a su lado. Esta no dijo nada se quedaron el silencio hasta que María habló.

—¿Por qué yo?—mencionó con una voz apagada, apenas un susurro.

Elizabeth la miró con tristeza porque no podía responderle, ni ella sabía el por qué la escogieron como objeto de bullying.

Relatos OscurosWhere stories live. Discover now