Capítulo 3

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Alessia está trabajando en uno de sus diseños para la empresa que está organizando. El sueño de la famosa modelo es empoderar la mayor distribución de modas por toda Florencia e Italia y luego a nivel internacional.

Desde muy temprano se ha dedicado a corregir bocetos de los vestidos que piensa crear y ahora hace la comparación de los bosquejos y las diferentes telas cuando ingresa Fabrizzio a su oficina.

Ella nota la elegancia del caballero en cuestión y frunce el ceño. Él nunca le ha dado buena espina.

— ¿Tú qué haces aquí a esta hora? — pregunta la mujer mirándolo primero su reloj y luego a él a los ojos.

En ese momento ella se encuentra recargada en el escritorio mirando los papeles que tiene sobre él. Al verlo se incorpora.

Es notable la tensión en su rostro y el esfuerzo que hace el hombre para contenerse. Sin embargo, él respira dejando escapar una corriente de aire de su pulmones de manera susceptible y con una sonrisa se le acerca.

—Quiero que nos tomemos un café —dijo cortante.

Ella solo suspiró. Cada vez que lo veía o se encontraba ella terminaba enredada de la peor manera. Él para ella era como un ave de mal agüero.

—Ahora estoy muy ocupada, además no demora en venir mi novio— ella sabía que esas palabras lo ofendieron.

Él viró el rostro para que ella no viera lo incómodo que se sentía al solo mencionar a Massimo.

—Por favor, necesito pedirte un favor — los ojos de Fabrizzio devoraron la figura esbelta y elegante de la mujer.

Ella arqueó una de sus cejas perfiladas.

—Está bien, pero que sea rápido —la mujer dejó todo sobre su escritorio y se alejó, luego tomó su bolso de marca y siguió al hombre.

Llegaron a un lujoso restaurante y después que los atendieron él suspiro.

—Necesito de tu ayuda— con osadía tomó la mano de la joven que reposaba sobre la mesa — eres la única persona en la que confío.

Fabrizzio tenía guardado cierto secreto que perjudica la relación que ella tenía con Massimo.

— ¿Qué sería? — respiró profundo y soltó su mano de aquel agarre que la incomodaba.

—Quiero quitarle el hotel Atrium Diamont a tu novio.

Ella que en esos momentos llevaba la taza de café a la boca y se detuvo de inmediato al oírlo.

— ¿Que dijiste? — preguntó llena de confusión.

— ¿Lo qué oíste? — sonrió de manera extraña —quiero que tú me ayudes a destruir ese hotel. —Quiero llevarlo a la quiebra.

Ella lo observó con detenimiento.

—¿Aún no dejas ese resentimiento por ser pobre? — La pregunta fue hecha con una voz apagada — ya es hora de que cambies y suelte ese rencor que al único que le va a hacer daño es a ti.

Fabrizzio tomó un trago de su café.

—Ayúdame solo quiero que un escándalo lo obligue a darme el control del hotel —manifestó molesto por las palabras de la mujer.

— ¿Qué saco yo con eso? — Le sostuvo la inquisidora mirada— yo salgo perjudicada. El prometió que en ese lugar nos casaríamos y nuestros hijos serían ahí bautizados. Ese lugar es muy importante para él.

La mujer sabía que sus palabras los atormentaban.

—Esas son solo patrañas, él jamás se va a casar —respondió el hombre con furia— ni contigo ni con otra. Él ama mucho su libertad y recuerda que tú tampoco tendrás hijos— una sonrisa iluminó el rostro del hombre al ver que ella se tensaba al hablar él.

Al ver el silencio de ella prosiguió con su ataque.

— ¿Acaso no recuerdas lo que pasó la noche que te llevé de urgencia y me hice pasar por tu prometido? — su sonrisa se extendió haciéndolo ver diabólico.

Ella apretó los labios.

Alessia ya sabía que él usaría ese secreto cuando necesitara presionar para obtener algo de ella.

—No lo he olvidado — su voz estaba cargada de temor y enojo — y ¿qué quiere que haga?

Él bajo la mirada a la taza, sus ojos brillaban de satisfacción de saber que la tendría de aliada.

Aunque su felicidad se empañada cuando sus pensamientos volaban al recuerdo de haber visto a su esposa en compañía de Massimo esa misma mañana.

—Quiero que lo convenzas de que me venda sus acciones o de lo contrario de que me ceda la presidencia del hotel – cada palabra estaba llena de amargura.

Ella suspiró muy profundo para poder hablar lo que la iba a condenar.

—Yo hablaré con él y trataré de convencerlo — ella vio la mirada de satisfacción del hombre— no te aseguro nada, pero haré todo lo posible.

Él sonrió complacido al oírla.

—Muy bien— llamó al mesero y pagó la cuenta— a partir de hoy somos socios y cuando necesites de mi ayuda sabes que cuentas conmigo.

Ambos se levantaron y salieron del restaurante.

Alessia caminó con pasos lentos.

Ella tenía una relación muy superficial con Massimo y no le daba la seguridad que ella tanto quería. Ella quería ser la esposa del hombre más rico de Florencia, pero siempre había algún tipo de contratiempo o él ponía obstáculo para llegar al tema del matrimonio. Por lo que había visto Massimo no tenía ninguna intención de matrimonio.

Por eso daría la lucha por que él se casara con ella, sin importar que ella nunca lo había amado.

—Yo seré la esposa de Massimo Lombardo— sonrió ante aquella nueva meta— cueste lo que cueste.

Alessia iba tan concentrada en su nuevo ardid que el sonido del teléfono la sobre saltó.

—Bueno— dijo distraída sin fijarse en el hombre que la miraba con cara de pocas amigos.

—¿Con quién estabas? — le preguntó molesto.

—Estaba con una amigo— dijo ella nerviosa con una sonrisa en el rostro al reconocer la voz — ¿Dónde estás? – le preguntó y miro hacia el frente cuando vio al hombre que la mira con los ojos entrecerrados— ¡Vaya, pero si está aquí!

El alto y muy elegante hombre se le acercó y sin que ella se diera cuenta él atrapo sus labios haciéndola estremecer tanto de placer como de sorpresa.

—Pero ¡estás loco! —le gritó ella nerviosa y miraba a todos lados— ¡Sabes que soy una mujer comprometida!

Ahí delante de ella estaba un hombre elegante guapo y con una sonrisa que la hacia humedecer de solo recordar las noches que él pasaba con ella. Las veces que hicieron sexo duro y salvaje.

—Si, totalmente loco por ti y he venido a luchar por tu amor— dijo el hombre con un acento francés— no me importa que estes al lado de un millonario y ególatra hombre. ¡Tu será mía!

Fabrizzio de donde estaba vio toda aquella romántica escena y sonrió. Cada vez que Alessia tratara de alejarse o de no ayudarlo tendría la forma de chantajearla para conseguir lo que tanto él deseaba.

Desde su auto un hombre tomaba fotos mientras Fabrizzio solo reía feliz de su buena suerte.

Una esposa para el italianoWhere stories live. Discover now