🌲 Capítulo 03 || Dolor 🌲

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Esa noche de desgracia acabó con la vida de todas las mujeres de la comunidad, sin embargo también marcó el comienzo de algo —o al menos— así lo sintió Ikan; como si fuese la primera vez que respirara correctamente, encontró una dirección a la cua...

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Esa noche de desgracia acabó con la vida de todas las mujeres de la comunidad, sin embargo también marcó el comienzo de algo —o al menos— así lo sintió Ikan; como si fuese la primera vez que respirara correctamente, encontró una dirección a la cual correr, ella.

En medio de las penumbras, con el corazón y los sentidos alterados, Ikan puso especial cuidado a la vigilancia; se encontraban bastante lejos de la manada, pero no tanto de la aldea, por lo que no durmió hasta que la claridad se filtró a través de las copas de los pinos.

La pequeña Diosa seguía durmiendo, y con un improvisado plan de escape en mente, él también cayó en un sueño.

* * *

Lo primero que vio no fue el techo de su habitación, tampoco el rostro de su madre iluminado por una sonrisa, fue el césped.

Se enderezó con un nudo en la garganta y los ojos hinchados; sus manos tantearon a su alrededor, sin apartar los ojos de lo que la rodeaba. Sus dedos llegaron al grimorio un segundo antes que sus ojos al lobo negro.

Este se encontraba a pocos metros de la cueva, echado junto a un tronco, a simple vista era de un mayor tamaño que el lobo visto en el precipicio.

No fue consiente de sí misma cuando se levantó y camino acercándose a la gran bestia hasta que solo los separaban dos pasos, se sentó frente a él. Paso poco tiempo para que el lobo despertara, ambos quedaron prendados de los ojos del otro. Violeta contra ámbar.

Fiorella extendió lentamente la mano queriendo pasarla por ese pelaje que parecía ser suave.

—¿Pue- puedo?

Ikan no entendió, pero se quedó quieto suponiendo por su mano lo que la pequeña Diosa pretendía.

Aquel primer contacto fue extraño, cargado de curiosidad, inocencia y seguridad. Fiorella pudo comprobar que, efectivamente, el pelaje era suave, y eso casi la hizo sonreír, no obstante, la razón por la cual no se encontraba en su cabaña la angustio lo suficiente para sacarla de ese extraño trance.

—Tengo que regresar —pensó en voz alta.

Fue por el grimorio bajo la atenta mirada del lobo.

* * *

Confundido y nunca tan encontrado, así estaba Ikan. No comprendió porque no se sentía capaz de alejarse, porque su necesidad de cuidarla y a la vez supo que lo haría.

La pequeña Diosa le dijo algo que no entendió hasta que, con un objeto sostenido entre sus brazos, avanzo por donde llegaron.

Intentó detenerla obstaculizándole el paso, pero ella solo le acariciaba detrás de las orejas y continuaba su camino. No se atrevió a gruñirle o asustarla para que desistiera, lo que menos quería era el miedo de ella.

De mala gana y muy alerta, caminó a su lado.

El olor de la sangre se hizo cada vez más presente, mezclado con el aroma de las víctimas y los lobos, Ikan supo mucho antes de llegar, que algunos de los suyos murieron, pero se sintió ajeno a ese hecho. Murieron buscando matarla y eso acababa con cualquier lealtad que pudo sentir por ellos.

El BosqueWhere stories live. Discover now