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El cuerpo lo sentía pesado, las voces a su alrededor las escuchaba lejanas y sus ojos parecían negarse a ser abiertos.

Los murmullos no paraban y eso aumentaba el nerviosismo de Jisung. ¿Es que acaso ya había muerto? ¿Así nada más? ¿Al final aquella llama de esperanza se había apagado?

Debería ser imposible, se negaba a acabar así.

Se forzó a sí mismo a abrir los ojos, aunque el dolor de cabeza era en demasía insoportable, lo hizo. Sin embargo, se vio obligado a cerrarlos nuevamente por la intensa luz con la que fue recibido. Y parecía que ninguna de las personas presentes había notado su reciente acción, pues seguían hablando de un tema que desconocía. Por lo que decidió prestarle atención a la conversación, luego intentaría otra cosa.

—No es posible que hayan sobrevivido por tanto tiempo sin ningún tipo de protección, señor. Creo que debería... —la voz de un hombre un tanto mayor fue interrumpida.

—Ya lo has repetido, Kang. Pero no me arriesgaré, uno de ellos está demasiado débil y el otro tiene el hombro lastimado. Y ni hablar de cómo están sus defensas. 

—Señor...

—Dejaré que se recuperen y es mi última palabra. 

Estuvo por salir, pero un quejido y el movimiento que visualizó desde el rabillo del ojo lo detuvieron. 

El pequeño rubio ahora se encontraba sentado, mirando con miedo a cada presente en la habitación. 

—Ho... —una enfermera se acercó con intenciones de revisarlo, pero este se removió, aumentando así el dolor en su hombro.

—Todos afuera —ordeno el castaño, quien Jisung reconoció como quien daba las órdenes. 

Sin rechistar, todos abandonaron la habitación, dejándolos solos.

—¿Dón-dónde estoy? ¿Quién eres tú? ¡Felix! —soltó con nerviosismo, intentando quitarse los aparatos que tomaban sus signos vitales y otro que le suministraba hidratación y alimento.

—En tu lugar, yo me quedaría quieto —dijo el otro sin inmutarse—. A menos que quieras que esa lesión en tu hombro empeore. Ah, y las heridas en tus manos vuelvan a sangrar.

Jisung miró sus manos, que en efecto, se mantenían vendadas. Entonces recordó, recordó haber corrido por todo el bosque, recordó haber gritado y golpeado aquella puerta hasta dar lo que pensó era su último aliento. 

—Felix...

—Tu amigo está bien —tranquilizó—. Con un resfriado mal cuidado, aún no despierta. Pero estará bien. Y yo necesito hablar contigo.

—No quiero —negó, desviando la mirada. 

En ese momento solo quería dormir y abrazar a su mejor amigo.

—No te estaba dando a elegir —atrajo una silla para sentarse a un costado de la camilla—. Mi nombre es Lee Minho. ¿Me podrías decir el tuyo?

Sin respuesta.

Y el Minho intentó, joder que intentó, suavizar su personalidad tosca y grosera que mantenía la mayor parte del tiempo. Pero el chiquillo frente a él parecía ser muy caprichoso.

—Mira, niño. Si no quieres colaborar, puedes regresar allá afuera y morir de quién sabe qué. No es mi obligación tenerte aquí, y aún así aquí estás.

Jisung le devolvió la mirada, se arrepintió al instante en que notó la dura mirada del castaño que ahora conocía como Minho.

—M-me llamo Jisung... H-Han Jisung.

Lost [Minsung]Where stories live. Discover now