Argentina vs Francia

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No me animé a visitar la cafetería, no me animé a preguntarle qué pasó ese día.
¿Cómo es posible que sus besos hayan sido tan íntimos, cómo es posible que se acerque tanto y cómo fue que el martes fui otra silla ocupada a quien atender?
Desde aquel al martes hasta el sábado, he pasado por diferentes estados.

He sido incrédula.
"Seguramente no me vio bien o capaz me vio con mi amiga y no quiso meterse".

He sido cruda.
"Es un hombre después de todo, ¿qué se puede esperar? Capaz como no tuvimos relaciones, me descartó".

He sido soñadora.
"Sabe dónde vivo, capaz cuando baje a comprar algo para cenar, me lo encuentre en la puerta esperando que lo perdone. Me dirá que todo está bien".

He sido, dejado de ser, he venido e ido con los pensamientos y sentimientos que le tengo. Ya dejé hace rato buscarle la lógica,  he dejado de ser práctica y razonal. 

Y ahora me encuentro un sábado a la tarde, caminando por el parque centenario escuchando 'August' mientras veo cada puesto en la calle con su respectivo artesano. Terminé comprando sahumerios de sándalo dulce porque leí en Twitter que eso era lo mejor para la selección. Veía a los chicos con sus padres intercambiando figuritas cerca del Museo de Ciencias Naturales. Evité pasar por la cafetería de camino a casa, como si pudiera ser tan fácil esquivar lo que pasó. Pasé la noche leyendo un libro que dejé tirado juntando polvo hace tiempo en la biblioteca. No quería estar con el celular y ver otro edit de Taylor Swift con los jugadores ni pensar en el partido de mañana que haría que piense en él otra vez. Esa noche dormí tan mal, me movía en la cama de un lado al otro. Solo pude dormir cuando mi cuerpo no pudo aguantar estar más despierto.

Los gritos fue lo primero que escuché, lo que me hizo despertar asustada y sobresaltada. Me senté rápido en la cama, perdida en tiempo y espacio. Miré alrededor y tomé el celular una vez que lo encontré tirado en la cama. No estaba cargado pero tenía batería suficiente para ver el reloj marcando las dos de la tarde. Tan pronto que lo entendí, sentí escalofríos y sudor frío. ¡El partido! Mi cuerpo se movió por su cuenta sin dejar ingresar ningún pensamiento. Recuperé la consciencia cuando ya estaba vestida para salir y con el celular en mano, corriendo hacia la cafetería. Escuchaba gritos, miré el celular y las alertas de google decían que estábamos finalizando el alargue. Argentina marcó 3 goles y Francia también. 

Llegué a la cafetería, la cábala me trajo acá, la cábala hizo que borrada todo lo que pensaba en relación a él y me arrastro de nuevo a esta esquina para enfrentarme a una cafetería cerrada. Las persianas bajas. Parada estuve unos minutos mirándola esperando que me brinde una respuesta a una pregunta que jamás hice en voz alta. Giré rápido al notar que alguien estaba sentado cerca de la cafetería y abrí la boca de sorpresa, sentí la garganta secarse. 

"Julián" pensé, paralizada ante su persona caminando hacia mi. Vistiendo la camiseta de la selección, con un short negro dejando a la vista de sus piernas y sus zapatillas gastadas de tantas salidas. Me miré con la misma incredulidad que le ofrecía, su caminar se detuvo a tres pasos frente de mi.

—Vamos a penales —le escuché decir, su voz apenas llegaba a mis oídos entre tantos gritos y nerviosismo de la misma quebrandose a medio camino.

—¿Ah?—me sacudió ese saludo que no fue un saludo sino una información. —Julián, ¿sos idiota? —solté sin medir mis palabras. La euforia de la final, el haber dormido mal, el hecho que me perdí gran parte de lo que estaba pasando por haber dormido mal y encima encontrarme con él en la esquina de esta cafetería para que lo primero que me diga sea eso después de cómo me ignoro antes. 

—No es el momento, están a punto de empezar los penales.

—Me ignoraste, ¿lo hiciste a propósito?

Cábala | Julián ÁlvarezWhere stories live. Discover now