Capítulo Uno

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MinHo podría ver a JiSung por siglos enteros.

Como ahora, cuando deseaba conservar en su memoria lo hermoso que se veía concentrado en su reflejo sobre el lago, sus pies balanceándose entre el agua y las manos arrojando algunas flores que habían arrancado del inmenso bosque. JiSung permanecía muy tranquilo, simplemente acurrucado en la burbuja de sus propios pensamientos, murmurando algunas palabras inconscientemente, quizá perdido en sus dolorosos recuerdos y dejando fluir parte de su aflicción en la naturaleza, con la brisa veraniega susurrándole algo lo suficientemente lindo como para hacerlo sonreír.

Ah, realmente MinHo jamás se cansaría de observarlo. A pesar del dolor en su pecho y la clara indiferencia de JiSung a su presencia, él siempre estaría allí; a su lado, guiándolo y amándolo incondicionalmente.

Porque de eso se trataba esta historia. De MinHo amando, y JiSung... JiSung sufriendo, en silencio y con lentitud.

HanJi siempre le decía que estaba bien por su cuenta, pero MinHo (en realidad, todos los demás) sabía que no era así. El chico, tan torpe y distraído como era, podría tropezarse por las verdes colinas y rodar cuesta abajo para terminar con alguna costilla rota, o también estaba la probabilidad de que se resbale en los puentes de madera que cruzaban los ríos y terminara flotando en el agua hasta resfriarse. JiSung siempre perdido en sus recuerdos y en sí mismo.

—¿Quieres volver a casa? —preguntó MinHo, la mitad de su cuerpo sumergida en el agua, apoyando sus brazos en la madera del muelle y con su cabeza ladeada, mirando el perfil de JiSung.

Tan bonito.

—Eh... —JiSung alzó la cabeza, ahora concentrado en el otro lado del lago, el agua danzando tranquilamente en un compás paciente—. Quisiera quedarme un rato más, lo sient-

—Está bien —le interrumpió MinHo, su boca deslizándose en una sonrisa—. Ya te dije que no tienes que disculparte por todo.

Han esbozó una pequeña sonrisa, asintiendo con la cabeza y recogiendo sus piernas para poder abrazarlas y apoyar su barbilla en las rodillas.

MinHo no sabía nadar, realmente era pésimo en ello, pero sí sabía que JiSung debía tener muchos puntos en los que distraerse o terminaría aburriéndose y, en el peor de los casos, hundiéndose aun más en su cabeza. MinHo no necesitaba que alguien le dijera qué hacer o qué no cuando estaba alrededor de JiSung; lo cual era la mayor parte del tiempo. Quería creer que conocía lo suficiente a Han como para saber de qué forma actuar o qué decir, cuidando sus palabras, evitando el contacto, sólo sonriéndole con paciencia y asintiendo, demostrándole que siempre estaba de su lado.

Por y para JiSung.

Así que, prefería nadar torpemente, incluso en algunos momentos casi ahogándose, para ganarse algunas miradas y débiles risas por parte de Han. Sonando angelical, pero débil también.

—Las flores son tan bonitas esta temporada —JiSung decía en voz baja, algo típico de él desde hace diez meses.

MinHo sonrió, jugueteando con los pétalos flotando lentamente. Hacía algunos círculos con sus dedos, JiSung suspirando ante el camino en fila que seguían los restos de flores.

—¿Cómo estás hoy? —preguntó con cuidado, ganándose una mirada curiosa por parte del menor.

—Uhm... Seis.

MinHo amplió la sonrisa en su rostro, ahora cruzando miradas con JiSung, quien se sonrojó antes de girar el rostro y apretar los labios en una mueca que pretendía ocultar su sonrisa avergonzada.

—Quizás ese seis podría convertirse en un diez si vienes a nadar conmigo —sugirió Lee, extendiendo su diestra hacia el menor.

—Tal vez otro día —fue lo único que dijo Han, abrazando con más fuerza sus piernas.

Y MinHo no lo presionó, sólo volvió a zambullirse hasta tener todo su cuerpo bajo el agua. Salió después de tres segundos porque olvidó tomar aire antes de hundirse, atragantándose con el agua mientras JiSung se reía de él, un poco más fuerte que antes.



Cuando volvieron a casa, Chan y Felix ya habían hecho la cena, el Sol había terminado de ocultarse y la Luna empezaba a asomarse con somnolencia y majestuosidad. MinHo no sabe cuántas horas pasaron él y JiSung en el lago, pero tampoco le importaba realmente. Cada segundo con JiSung alimentaba a su corazón anhelante de amor. Amor recíproco. Amor unilateral... Cualquiera estaba bien.

—Iré a cambiarme, ¡denme un momento!

Todos se sentaban en la mesa mientras MinHo iba a su habitación a buscar otro delgado suéter, ya que el que había llevado a su salida con Han se lo dio al menor de regreso. Una vez llegó, tomó el primero que encontró, pero antes de que pudiera salir y regresar al comedor, empezó a toser.

¿Se habría enfermado?

Pero un pequeño dolor se instaló en su pecho, como un pinchazo directo a su corazón, creciendo gradualmente hasta que se volvió insoportable y MinHo cayó de rodillas sobre el suelo de madera, presionando su pecho con ambas manos, la zona que dolía. No podía respirar, oh, Dios, él ni si quiera podía ver a través de las lágrimas que se acumulaban rápidamente en sus ojos hasta resbalar por sus mejillas y barbilla.

No quemaba, perforaba. Como si estuviesen incrustándole un tallo de flores tan delgado y largo a través del corazón. Era uno, y luego se volvieron más, ¿dos? ¿Tres? Punzando para aumentar su agonía y cortar su respiración, hasta cruzarlo y extenderse para llegar a sus pulmones. Los cortos segundos que corrían en el tiempo sintiéndose como una eternidad. Intentaba jadear, necesitaba respirar.

Entonces volvió a toser, más fuerte y sonando casi como un grito desgarrando su garganta, y lo vio.

Un pétalo de color blanco.

De repente se detuvo, ahora respirando con grandes bocanadas de aire en busca de recargar sus pulmones agonizantes, presionando su frente contra el suelo, con los ojos muy abiertos pensando que esto sólo podía y tenía que ser una pesadilla. Cuando consiguió calmarse, observó fijamente el pequeño pétalo tendido en frente suyo, frágil y suave, extendiéndose con cierta petulancia, como si se burlara de MinHo.

MinHo frunció el ceño, ¿habría tragado por accidente algunas de las flores que JiSung arrojó al lago? Sería algo estúpido, pero después de esto empezaba a considerarlo.

—¡MinHo, la comida se enfría!

Ante el fuerte llamado de ChangBin, MinHo tomó el pétalo con cuidado en su mano izquierda, mientras su diestra se encargaba de arrojar los pinceles de un frasco de vidrio. Lo dejó allí, parpadeando curiosamente cuando lo vio caer en balanceos divertidos, luciendo tan solitario a través del vidrio.

Se colocó su suéter y bajó con los demás para finalmente llenar su estómago. Chris bromeaba con la normalidad de siempre, ChangBin regañaba a los menores por haberse escapado al bosque sin avisarle a nadie, los demás estaban cuchicheando sobre quién sabe qué, y JiSung masticaba lentamente mientras jugaba con su comida, sin dedicarle una sola mirada a MinHo.

Lucía tan cotidiano, y MinHo se preguntó si todo había sido un sueño.


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