CAPÍTULO 24

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-¿Qué hacemos aquí?- pregunta cuando entramos.
-Devolverte el regalo.- susurro en su oído.
Agarradas de la mano, recorremos la tienda.
-Lauren, no pienso dejar que me compres ropa.
-Necesitas algo para el fin de semana. Además tú también me compraste a mí.
-Eso fue diferente, yo me lo podía permitir.
Me detengo a mitad de pasillo, entre la sección de lencería y la de pijamas, y me giro hacia ella con las cejas arqueadas.
-¿Insinúas que yo no puedo permitírmelo?
-Lauren.- se pone seria y se cruza de brazos. Si supiera cómo me pone cuando hace eso...
-No insinúo que no puedes, solo que no debes. Podemos ir a casa de mis abuelos y cogeré todo lo que necesite.
Suspiro, introduzco los dedos en la cintura de sus pantalones y la atraigo hacia mí.
-Por favor.- musito, apoyando mi frente en la suya — Concédeme este capricho.
—Después beso su nariz, paso a su mejilla muerdo el lóbulo de su deliciosa oreja......
-Por favor.- susurro en su oído.
Camila me agarra de la sudadera y me besa en el cuello. -Está bien.- acepta.- Pero no te pases.
Sonrío feliz, la alzo por la cintura y doy vueltas con ella, entre los sujetadores, bragas y picardías.
-Buenos días.
Nos detenemos y miramos a la dependienta que se ha acercado a nosotras. Una mujer mayor y bien vestida que nos sonríe cordial.
-Buenos días.- devolvemos el saludo.
-¿Puedo ayudarles en algo?
-No, gracias, nosotras nos apañamos.- le digo.
-Muy bien. Si necesitan cualquier cosa, estoy en el mostrador.- dice, señalando detrás de ella.
-Gracias.- comentamos al unísono.
Nunca me ha gustado esto de ir de compras, pero con ella es diferente. Muy diferente. Me encanta ver como busca la ropa entre las perchas y por supuesto, me chifla acompañarla a los probadores. Tengo que hacer un gran esfuerzo para no colarme en el suyo y devorarla ahí mismo.
Cuarenta minutos después, salimos de la tienda cargadas con menos bolsas de las que me gustaría y marchamos al coche.
-Ese vestido azul te quedaba bien, no sé por qué no lo has cogido.- le digo.
-Dijimos lo básico para un fin de semana.
Guardo las bolsas en el maletero y montamos.
-Toma.- digo tendiéndole mi móvil.- Para que llames a tus abuelos y les digas que vas a pasar el finde fuera.
Camila lo coge y suspira.
-Y no les cuentes que estarás conmigo, por si Sorel les llama.
-Román se alterará mucho si no sabe de mí en todo el fin de semana.
-Que lo jodan.- gruño.
Camila sonríe y marca en mi Iphone.
-Abuela, soy yo, buenos días. Siento mucho lo que pasó ayer. Sí, estoy bien. Es que me enteré de una noticia que me alteró mucho.- le dice y me mira.- Sí, acabo de salir de su casa, pero escucha, me ha llamado Cayetana, mi compañera de universidad, ¿te acuerdas de ella? Bien, está en la ciudad y me ha invitado a pasar el fin de semana en la sierra. No, imagino que estarán sus padres. Pues... supongo que el domingo por la noche estaremos de vuelta.
Asiento conforme.
-No, ya tengo ropa.- sigue hablando.- Abuela, tengo que dejarte. Sí, te quiero, nos vemos el domingo, besos.
Cuelga y resopla.
-Odio mentir a mis abuelos.
-Tranquila.- la animo frotando su pierna.- Es por una buena causa. Además lo has hecho muy bien.
Sonríe y me devuelve el móvil.
-Soy hija de un narco, ¿recuerdas? Llevo la mentira en la sangre.
Niego con la cabeza y arranco el coche.
-¿Preparada para nuestro viaje?
-¿No vas a decirme adónde vamos?
-No.- sonrío.- Pero no es un viaje largo.
Suspira y se acomoda en el asiento.
-Pues vamos allá.- musita desganada.
Me carcajeo, me inclino sobre ella para besarla y ponemos rumbo a... a nuestro destino.
Las horas con Camila pasan como segundos y un viaje de dos horas y media, es casi un suspiro. Solo paramos para estirar las piernas y tomar un café. Tras la breve parada, dejo que sea ella la que conduzca el resto del viaje y río, plenamente feliz, cuando sonríe animada y alegre por dejarla conducir mi Giulietta. Y eso que ella manejaba un Maserati.
-Mira que no tengo el carnet de conducir, ¿eh?- dice, abrochándose el cinturón.
-Tranquila, si nos paran yo respondo por ti.
-¿Vas a seguir sin decirme adónde vamos?
-Enseguida lo descubrirás. Tira.
No tengo palabras para describir lo que siento al verla conducir mi coche. Bueno sí, esposa. Esa palabra que jamás había visitado mi mente y ahora no quiere marcharse. Aunque tampoco quiero que se vaya. Mi proposición no ha sido planeada, pero nunca me reafirmaría tanto de algo que he dicho sin pensar.
-Lauren, deja de mirarme e indícame por dónde. Vuelvo a reír y agito la cabeza para centrarme.
-Coge la próxima salida.
-¿Salamanca?- pregunta perpleja, al leer el letrero de la autopista.- ¿Vamos a Salamanca?
-Sí.- sonrío.
-Entonces, ¿es cierto que eres de ahí?
-Sí.- contesto.- Ahí nací y ahí vive mi familia. Camila traga saliva y aprieta el volante, nerviosa.
-¿Vas a presentarme a tu familia?
-Quiero que conozcan a la mujer de mi vida. Me mira de soslayo y sonríe nerviosa.
-Les vas a encantar.- le digo, apoyando la mano en su pierna para transmitirle tranquilidad.
Mis padres, mi antiguo hogar, viven en la periferia de Salamanca, en una modesta casita de dos plantas con un pequeño terreno ajardinado y un desván que es como un museo a la infancia de sus hijas. Que somos tres, yo la mediana y la única hija intersexual.
-A la derecha en esta calle y hasta el fondo, ahí está la casa de mis padres.- le indico.
-Bien.
Sonrío porque a cada kilómetro que nos acercábamos, Camila se ha tensado más. No sé si podré sacarla del coche o tendré que cortar el techo. -Aquí, aparca donde quieras.
Lo hace detrás del Golf negro de mi cuñado. Hoy por lo visto toca comida familiar.
Camila exhala y para el motor.
-¿Estás nerviosa?
-Un poco.- contesta, frotándose las manos en los muslos.
Me llena de vida ver que no ha vuelto a ponerse el anillo. Ya sabía yo que no le tenía mucho apego.
Me quito el cinturón de seguridad y me inclino hacia ella. La agarró del mentón para que me mire y le doy un dulce beso en los labios.
-No estés nerviosa.- musito.- Van a estar encantados contigo.
-¿Cómo me vas a presentar?
Sonrío y froto mi nariz con la suya.
-Como mi novia. ¿No quieres?
-Sí, sí quiero.
Acaricio su mejilla y vuelvo a besarla.
-Abajo.- ordeno.
Salimos del coche, estiro la espalda y observo con algo de añoranza mi casa, las casas de mis vecinos y la calle donde jugaba de niña y que termina en campo abierto.
Parece que no ha pasado el tiempo.
Marchamos al maletero a coger la mochila y optamos por guardar también dentro, la poca ropa que se ha comprado Camila. Debo apretar un poco para logarlo.
-¡Vas a arrugarla!- exclama apartándome.
Me carcajeo y dejo que sea ella la que organice todo.
-¿Y qué diremos cuando nos pregunten cómo nos conocimos?- pregunta nerviosa mientras cierra la mochila.
Le quito el petate de las manos, cierro el maletero y la acorralo contra él. Me acerco para besarla y me elevo a los cielos cuando ella rodea mi cuello, hunde los dedos entre el pelo de mi nuca y se entrega al acto con pasión.
-Joder, nena.- jadeo junto a su boca.- Otro beso así y seré tu esclava de por vida.
Ella se ríe y me muerde el cuello.
-Lauren, ¡contéstame!- exclama picajosa.- ¿Qué diremos cuando pregunten cosas de pareja?
-Diremos la verdad, que yo estaba de misión en Valencia y te conocí cuando cabalgabas cual diosa amazona a lomos de Júpiter.
-¿La verdad?- se asusta.
La cojo de la mano y tiro de ella hacia la entrada.
-¿Cómo vamos a decir la verdad?
-Tranquila, no diremos los temas escabrosos. Mis hermanas son cotillas, pero se cortan cuando escuchan que estaba de misión.
-¿Hermanas?- se aterra todavía más.
Río, me giro hacia ella y la rodeo entre mis brazos.
-Dos.- le informo.- Teresa es la mayor y Paula la menor. De pequeñas me hacían la vida imposible.
Camila sonríe, le doy un pico rápido y llamo al timbre.
-Teresa está casada con Jorge, el dueño de ese Golf — le informo mientras señalo con la cabeza.- Tienen un niño de tres añitos, Jorgito, Gito para la familia.
-¿Eres tía?- se asombra.
-Sí.- le sonrío.- Paula es la... rebelde de la familia, por así decirlo, te caerá bien.
-¿Insinúas que soy rebelde?
-Sí.- contesto entre risas mientras timbro de nuevo.- Y eso me encanta. Vuelvo a besarla justo en el momento en que la puerta se abre. -¡Cariño!- grita mamá al verme.
Suelto a Camila (de mala gana, que conste) y abrazo a mi madre (con muchas ganas, que conste también).
Mi madre es la típica ama de casa a la que le encanta estar rodeada por su familia y cuidarla como la joya que es para ella. Es de estatura media, de complexión media y aunque ronde los 55 años, aparenta muchos menos gracias a la rebelde Paula que se encarga de modernizarla en ropa y peinados. Desde hace años lleva el pelo corto y en un tono castaño rubio. Tiene los ojos marrones, igual que mis hermanas. Yo heredé los míos de papá.
-¡¿Por qué no has avisado que venías?!
-Hola, mamá.- sonrío achuchándola.
Cuando nos separamos, retrocedo y agarro a Camila de la cintura.
-Mamá, ésta es Camila, mi novia. Camz, te presento a mi madre, Clara. Ambas sonríen y se saludan con dos besos.
-Encantada de conocerla.- le dice Camila.
-Lo mismo digo, bonita. Pasen pasen, ¿han comido? Estábamos a punto de hacerlo.
-No, mamá, y estamos hambrientas.
-Sentimos ser tan oportunas.- murmura Camila.
-No te preocupes, cielo.- dice mi madre mientras cierra la puerta.- Donde comen siete comen nueve, enseguida les hacemos sitio.
-Además mi madre siempre hace comida para un regimiento.- me mofo.
-¡Y bien que lo agradeces!
-Es cierto, come como una lima.- le da mi chica la razón.
Dejo la mochila con la ropa en la entrada y seguimos a mi madre por el pasillo en dirección al comedor.
-¡Miren quién se ha presentado por sorpresa!- anuncia mamá.- ¡Y acompañada!
Camila y yo hacemos acto de presencia y un inmenso barullo estalla en la mesa.
-Hola, familia.
-Buenas tardes, que aproveche.- saluda Camila, estrujándome la mano, nerviosa.
Paula es la primera en saltar de la silla y correr a abrazarme. Después saluda eufórica a mi chica. La siguiente es Teresa. Mis dos hermanas son clavadas, 26 y 31 años respectivamente, ambas espigadas y de pelo liso castaño.
La diferencia es que Paula viste ceñida y provocativa mientras que Teresa lo hace más holgada o con "ropa de mamá" como lo denomina Paula para picarla.
Jorge, mi cuñado, 33 años, tan alto como yo, delgado aunque con algo de barriga cervecera, moreno de ojos negros y trabaja como ingeniero técnico en una industria metalúrgica de la ciudad. Industria en la que mi hermana, su esposa desde hace cinco años, es administrativa.
Jorgito, Gito, es la alegría de la casa, por el que todos babeamos y es clavado a su padre.
-¡Tita Lolo!- grita corriendo hacia mí.
Me agacho y lo aúpo.
-¡Hola, colega! ¿Cómo está mi sobrino favorito?- pregunto y beso su rechoncho moflete.
-Bien.
Me giro hacia Camila con mi sobrino en brazos y veo que sonríe con un brillo especial en la mirada.
-Mira Gito, esta chica es Camila, mi novia. ¿A que es guapa? -Sí.
-Tú sí que eres guapo.- responde Camila acariciando su mejilla. -¿Le das un beso?- pregunto a Gito.
Le acerco a mi chica, la besa en la mejilla y después se oculta vergonzoso en mi cuello, provocando risotadas en todos nosotros.
Dejo al peque de la familia en el suelo para que corra hacia su padre y saludo a Carlos, "Charlie", novio de mi hermanita Paula. Llevan poco tiempo saliendo y solo lo he visto en un par de ocasiones, pero desde que sabe que soy policía, me mira con respeto y algo de nerviosismo. No que lo que fuera a detener! Aunque más le vale que no haga daño a mi hermana. Por Paula sé que trabaja de técnico informático en una tienda de ordenadores, pero juro por Dios que tiene pinta de todo menos de eso. De hecho, y a espaldas de mi hermana por supuesto, he investigado por si tenía ficha policial. No era el caso.
Hoy al menos se ha dignado a llevar las rastas recogidas en una coleta, pero como siempre, lleva chancletas de... no sé ni de qué están hechas, ¿de esparto? Y sí, estamos en Mayo, mes de las flores, y la temperatura es decente, pero hay que verlo cuando llueve a mares.
Puede que sea muy criticona, pero tampoco me gustan esos dos piercings que lleva a cada lado de la boca, en el labio inferior. Según mi hermana Tere, cuando mis padres lo conocieron, se pasaron horas mirándoselos. Hasta lloré de la risa al imaginármelos. Y no lo pienso más, que volveré a partirme de la risa otra vez.
Cuando Tere me llamó por teléfono para hablarme de Charlie, lo imaginé como un hippie, pero no pude estar más errada. No viste como tal, a excepción de las chanclas, su físico es muy musculado y está bastante tatuado. Lo sé porque desde el primer día, lo vi casi desnudo.
El último en saludarnos aunque no por eso menos importante, es mi padre, Michael Jauregui.
-Hola, papá.- digo abrazándolo.
Mi padre es tan alto como yo, de ojos verdes como los míos, pelo corto negro con briznas grisáceas, de la edad de mi madre y fuertecillo. Fue militar y todavía conserva una buena planta aunque ya esté retirado por problemas de cadera. La derecha la lleva de titanio y gracias a Dios y a los médicos, está como un chaval.
-¿Qué tal, hija?- me pregunta.- ¿El trabajo bien?
-Sí, muy bien. Libraba este fin de semana y he decidido venir a presentarles a Camila.
Mis padres lo pasaron algo mal cuando me trasladaron de aquí a Madrid y no se tomaron muy bien el hecho de que fuese yo quien solicitara el traslado. ¿Por qué lo hice? Me apetecía trabajar en la capital.
Y mirando a mi chica, ahora sé que fue lo mejor que pude hacer, aunque hayamos pasado por lo que hemos pasado.
Hago las presentaciones entre mi padre y mi chica, y sonrío feliz y divertida, cuando papá me mira mientras la abraza y me guiña un ojo en señal de "me gusta esta chica para ti".
-Bueno, a la mesa, que se enfría la comida.- ordena mamá dando palmadas. Mientras estábamos saludando y con ayuda de mi hermana mayor, nos han preparado el sitio en la mesa.
Igual que una perfecta pareja y bajo la atenta y anonadada mirada de las mujeres de mi familia, ayudo a Camz a quitarse la cazadora, la cuelgo en el respaldo de mi silla y corro hacia atrás la suya para que tome asiento junto a la presidencia que ocupa papá.
-Gracias.- me sonríe algo ruborizada.
Ocupo la mía, a su lado, y le doy un rápido beso en los labios.
-De nada.
Paula sonríe, sentada frente a mí, a su izquierda está mi cuñado y a su diestra su novio. La otra presidencia la ocupa mamá y entre Tere y un servidor, se encuentra el
canijo.
-Hora de jalar, todos a comer y callar.- reza papá.
Los presentes rompemos a reír y como ha dicho, empezamos a comer.
Mi padre y mi cuñado charlan distendidos con mi chica y aunque quiero meter baza y controlar que no le pregunten algo... incómodo, es imposible ya que Gito no hace más que llamarme para contarme cosas del cole y sus amiguitos. Incluso aparta la cara de la cuchara que le tiende su madre, para hacerlo.
Río casi de desesperación y Paula lo hace de diversión. Se ha dado cuenta que intento acercarme a Camila, pero que el canijo no me lo permite.
Mi madre es una gran cocinera, excepcional, y solo he conocido a otra que es casi tan buena como ella, Adela, y digo casi porque madre no hay más que una.
Tras la comilona, banquete, ponerse las botas... llámalo como quieras, hacemos la sobremesa en el salón con unos cafelitos y pastas. Jorge se ha llevado a Gito a una de las habitaciones de arriba porque el pobre se caía de sueño. Papá, para mi gran sorpresa, está con Charlie en el pequeño escritorio del salón aprendiendo a usar el ordenador. Las demás, incluida Camila, parlotean en los sofás de cosas de chicas, y yo, por mucho que intento prestar atención, el gran Morfeo ha venido a visitarme, al igual que a mi querido Gito. Sentada junto a mi chica y con una mano entre las de ella, cierro los ojos y deslizo la cabeza hasta apoyarla en su hombro.
-Lauren, hija, sube a tu habitación a echarte una cabezada.
-Eso. Y deja de usar a la pobre Camila de almohada — añade Paula.
Mi chica se ríe y yo sonrío adormilada.
-Umm... no.- gruño.- Aquí estoy bien.
Me acomodo mejor en el sofá, más cerca de Camila, y ronroneo gozosa cuando noto su cálida mano deslizarse por el perfil de mi cara.
-Lolo.- susurra, acelerando mis latidos.- Sube a echarte una siesta. Ronroneo cual león domesticado.
-Así estás descansada para enseñarme después la ciudad.- añade.
Sonrío y oculto la cara en su cuello. Me encanta como huele. Ese perfume me recuerda a mi primer día en la Villa, cuando ella entró en la habitación para decirme que iba a salir de marcha con sus amigas, para decirme que la llamara en caso de necesitar algo. El día que probé sus dulces labios por primera vez.
-¡Me apunto a ese plan!- exclama Paula.
-Claro.- acepta mi chica entre risas, por la euforia de mi hermanita. Pierdo apoyo y estabilidad cuando Camz se levanta del sofá y abro los ojos todo lo que puedo, que no es mucho, para ver adónde va. Está de pie frente a mí y me tiende las manos.
-Vamos.- me sonríe.- Que te llevo a tu habitación para que duermas un poco.
Sonrío, cojo sus manos y me levanto cuando tira de mí. No puedo evitar rodearla entre mis brazos y hundir la cara en su cuello.
-¡Ohoo... que tiernas!- babea Tere.
-Anda, vamos.- ríe mi novia.
Ummm... como me gusta eso de "mi novia", pero ansío poder llamarla "mi esposa".
Recogemos su cazadora del respaldo del sofá y marchamos hacia el pasillo. -¡No tardes en bajar, Camila, que tenemos que contarte muchas cositas de Lauren!- grita Paula, jovial.
-¡Bajaré enseguida!- responde ella, divertida.
-No pienso dejar que bajes.- murmuro y Camz estalla en carcajadas.
De paso a las escaleras, recogemos de la entrada la mochila con nuestra ropa y subimos al primer piso. Mi antigua habitación, la que siempre uso cuando vengo a casa de mis padres, está al fondo del pasillo, frente a la antigua habitación de mis hermanas donde ahora echan la siesta, cada uno en una cama, padre e hijo.
Mi cuarto está como siempre, a excepción de que ya no hay tantas cosas mías. Me veo hace veinte años jugando al scalextric sobre la alfombra o hace diez, enclaustrada en el escritorio estudiando para las oposiciones. Entramos, cierro la puerta y observo a Camila moverse por la habitación. -Es bonita.- me sonríe, acercándose al armario.
Lo abre, mira el interior y deja la mochila y cazadora.
-Luego ordeno la ropa.- comenta.- Venga, a la cama.
Sonrío y voy hacia ella. La cojo entre mis brazos, la beso y la llevo hacia mi cama.
-Túmbate conmigo.- susurro junto a sus labios.
-No, que no dormirás.- contesta jocosa.- Y quiero que estés descansada para que luego salgamos.
Sus piernas topan con el colchón y acaricio su atractivo cuerpo por encima de la camiseta. Ella agarra los bajos de mi sudadera gris, me la saca por la cabeza y la arroja a los pies de la cama dejándome en camiseta.
-Túmbate.- ordena seductora.
Pongo cara de cordero degollado, a la que ella responde con una risotada, y me dejo caer sobre la colcha azul, como un peso muerto. ¡Qué cómoda es mi camita!
Camila me quita las zapatillas y calcetines, y después coloca las manos en la cinturilla de mis tejanos desgastados.
-¿Llevas?- pregunta divertida.
Sonrío y me encojo de hombros.
-Prueba a ver.
Ella vuelve a reír y mete una mano dentro de mis pantalones. Tan solo el mínimo roce de sus dedos por encima del bóxer, hace reaccionar mi adormilado miembro.
-Vas a despertar a la bestia.- jadeo calentándome.
Camila sigue riendo y me quita los pantalones. Me cruzo las manos por detrás de la cabeza y me abro de piernas para que vea el bulto que ha provocado su tacto.
-No me provoques que estamos en casa de tus padres, con toda tu familia y un niño de tres años durmiendo en la habitación de enfrente.
-Mi mayor hobbie es provocarte.- contesto burlona.
Mi chica sonríe jovial, apoya una rodilla en la cama y se inclina hacia mí, acercando su boca a la mía mientras desliza juguetona una mano por encima de mi camiseta.
-¿Quieres que te provoque yo a ti?- musita pícara.
Exhalo y asiento conforme noto su mano bajar.
-¡Oh!- jadeo cuando esa mano juguetona se cuela dentro de mis calzoncillos y toca mi zona sexual.- ¡Camila!
Cierro los ojos, abro la boca jadeando por sus caricias y echo la cabeza hacia atrás, de puro gozo.
-¿Te gusta?- susurra rozando mis labios con los suyos.
-¡Sí!- gimo y elevo la pelvis hacia su mano.
Tengo el pene semierecto, "morcillona" como diría Torrente, pero sus divinas y virtuosas caricias me la van a poner como una roca.
-No me hagas esto si no piensas culminar, amor.
Camila me besa y extrae su prodigiosa mano para colarla esta vez bajo mi camiseta y acariciar mi pecho. Poco a poco y con algo de mi ayuda, me la quita y sigue con sus ardientes caricias y mimos.
Segundos después se aparta, me cubre con parte de la colcha y yo me siento abandonada y desamparada sin su cercanía y su tacto. Extiendo los brazos por encima de la colcha y miro como dobla y ordena mi ropa. -Echate la siesta conmigo.- vuelvo a pedir.
-No tengo sueño.- sonríe.- Esta noche, a diferencia de ti, he dormido. Y muy bien además.
-Al menos túmbate a mi lado hasta que lo haga.
Deja mi ropa sobre la cómoda cajonera y se acerca. Le hago sitio y la rodeo con un brazo y una pierna cuando se acomoda contra el cabezal liso de la cama. Aprovecho para descansar la cabeza en su pecho y besar
gustosa su escote. Ella me rodea entre sus brazos y acaricia espalda y pelo.
-Gracias por traerme.- susurra.
Me aferro un poco más a ella.
-A ti por venir.- respondo adormilada.
Los masajes son tan tiernos, cariñosos y relajantes, que consiguen lo que se propone. Que caiga en un profundo estado de semi inconsciencia. Despierto por un manotazo en el brazo. Me revuelvo e incorporo un poco, y veo a Gito al lado de la cama, que me observa sonriente.
-¡Hey, colega!- murmuro atontada y me froto los ojos.
-Tita, te he ganado.
-Ya lo veo, campeón.
-¡Oye, Gito!- exclama Jorge entrando en la habitación.- Deja que la tía siga durmiendo y no la molestes.
-No, tranquilo.- contesto.- Me ha hecho un favor, sino habría seguido así hasta mañana. ¿Qué hora es?
-Las siete y media.- responde, cogiendo a su hijo en brazos.
-¡Siete y media!- exclamo y salto de la cama. ¡¿Llevo dos horas y media durmiendo?! ¿Por qué no me habrá despertado Camila?
Me visto a toda prisa, con las risotadas de mi sobrino de fondo. Le divierte verme tan acelerada.
-¿Ya ha visto Teresa ese tatuaje?- pregunta mi cuñado.
-No.- niego sonriente.
Puesta la ropa, paso por el baño para darme un aseo rápido y después bajo en busca de mi chica. Las intensas carcajadas y el bullicioso jolgorio, me dan la pista de que debo ir a la cocina.
-¡¿Pero, qué ojos?!- se sorprende Camila.
Frunzo el ceño y me detengo en la pared del pasillo, junto a la entrada de la cocina, para curiosear.
-Parecía extranjera, ¿verdad?- habla Paula. -Ya lo creo.- musita mi chica.
pasillo, junto a la entrada
¿De quién cojones estarán hablando?
-Pues sí, cielo.- murmura mamá.- Cuando nos íbamos a veranear, todo el mundo pensaba
que Lauren era extranjera.
Sonrío, suspiro y apoyo la cabeza en la pared. ¿Será posible que le estén enseñando los álbumes familiares?
-¿No se dejaba cortar el pelo?- se intriga Camila.
-¡Ay, hija! Berreaba como si la fueran a decapitar.
Las cuatro mujeres estallan en carcajadas. ¿Qué estarán bebiendo? Me pregunto.
-Doy fe de ello.- confirma Tere.- Odiaba que le tocaran el pelo.
-¿Y cuándo se dejó?- curiosea mi chica.
Me encanta que quiera saber de mí.
-No lo hizo.- contesta mamá.- Michael se lo cortó una noche mientras dormía.
-¡Qué me dices!- alucina Camila y se parte de la risa.
Yo me llevo un puño a la boca e intento amortiguar la mía. Recuerdo ese día, o mejor dicho, esa noche, muy bien. Cuando desperté y vi todo mi pelo esparcido por la almohada y la cama... pensé...
-La pobre pensó que se le había caído solo.- relata mamá sin dejar de reír.
El trío la sigue.
-Y dinos Camila, ahora que tenemos confianza, ¿cómo te conquistó nuestra Lauren?- cotillea una descarada Paula.
Me cruzo de brazos y pongo atención.
-Bueno...- empieza ella.- Nada más verla ya me conquistó.
Sonrío y agacho la cabeza. Ella sí que me conquistó y cautivó nada más verla.
-¿Cómo se conocieron?- pregunta esta vez, mi hermana mayor.
Me tenso al escuchar la pregunta y me preparo por si debo entrar a socorrerla.
-Pues fue un día que yo paseaba con Júpiter por un campo cercano a mi casa y ella iba en coche por una carretera cercana.- relata.- Lauren... paró en el arcén y yo me acerqué pensando que necesitaba ayuda. Me fascinaron sus ojos, su mirada.
Inspiro y exhalo temblorosa. ¡Dios, cómo la quiero!
-¿Solo sus ojos?- murmura pícara, Paula.
Y vuelven a estallar en risas.
-¿Quién es Júpiter?- pregunta mamá.
-Mi caballo.
Una mano me agarra del hombro y me vuelvo, cortando la conexión con la cocina. Papá sonríe detrás mío.
-El que escucha por los rincones, oye sus malas versiones.- refranea. Sonrío y asiento.
-Le están enseñando fotos.
-Lo sé.- asiente papá.- Ella quería verte de pequeña. Vuelvo a exhalar, cada vez más cautivada por mi preciosa novia y con el corazón bombeando enamorada. Mi idea de traerla era esa, que me conociera realmente y conociera a mi familia.
-Has dado en el clavo, hija.- me felicita apretándome el hombro.- Es inteligente, educada, simpática... y qué decir de lo guapa que es. No hay muchas chicas así.
-No las hay.- le aseguro.- Camila es única.
-¿Hay algún otro motivo por el que la hayas traído hoy?
Miro a mi padre y éste me observa sonriente, con la llama de la sospecha en su mirada.
-Quiero casarme con ella.- le informo.
Decírselo, decirlo en voz alta, lo hace más real y enloquece mi corazón. No voy a contarle que ya se lo he pedido y que Camila no ha contestado por temor a que pueda volver a hacerle daño. Espero que este fin de semana le quede muy claro lo que siento por ella, lo que quiero con ella y que su respuesta sea un contundente "Sí, sí quiero".
Papá me arrastra hacia él y me abraza fuerte. Yo se lo devuelvo.
-Estoy muy orgulloso de ti, Lauren, y aunque me gustaría que la hubieses traído antes... les doy mi total bendición. Quiero a esa chica de nuera. -Gracias, papá.- musito sonriente y a la vez emocionada.
Nos separamos y palmea mi mejilla un par de veces.
-¿Qué hacen aquí?- pregunta Paula, asomándose por la puerta de la cocina.- ¿Poniendo la oreja como dos marujas?
Papá y yo reímos, y accedemos al interior de la cocina. Mi chica se encuentra sentada en la pequeña mesa de madera, junto a mi madre y mi hermana mayor. Frente a ellas, varias tazas de café vacías y una enorme pila de álbumes fotográficos.
Me acerco a ella sonriente y ésta se levanta de la silla, igual. Rodeo su cintura con un brazo, acaricio su mejilla y a pesar de que tengamos cuatro pares de ojos clavados en nosotras, la beso dulcemente en los labios mientras la aferro fuerte a mí.
-¿Qué tal estás?
-Muy bien.- contesta alegre.
-¿Por qué me has dejado dormir tanto?
-Subí un par de veces, pero estabas tan a gusto que me dio pena despertarte.
Suspiro y vuelvo a besarla.
-¡Lauren, ya, no seas lapa!- exclama Paula.
Las dos reímos y me separo, pero sin dejar de rodearla con el brazo. -Así que han estado viendo fotos.- murmuro y miro a mamá.
-Y no solo eso.- contesta misteriosa.- ¿Quieres un café con leche, cariño?
-Sí, gracias.
Tomo asiento en la silla que ocupaba mi chica y tiro de ella para que se siente sobre mis piernas. Considero que ya hemos pasado mucho tiempo separadas. Yo abarco su cintura y ella pasa el brazo por mi cuello, hundiendo los dedos entre el pelo de mi nuca.
-Hemos hablado de salir esta noche de marchuqui.- me dice Paula, sentándose frente a nosotras.
-¿Quienes?- curioseo.
-Ustedes dos, Tere y Jorge, Charlie y yo.- explica.
Miro a mi hermana mayor, sorprendida de que quiera salir de fiesta.
-Sí, chica sí. Estas dos me han convencido y los papás se quedan encantados con Gito.
-Adoro a mi nieto y me encanta tenerlo en casa.- comenta mi madre según coloca el café frente a mí.
-¿Te apetece?- pregunto a Camila.
Ella sonríe y asiente.
-Está bien.- acepto.- Pero antes, Camila y yo nos vamos a ir a cenar por ahí.
La nombrada me mira alucinada.
-¿Cenita romántica, hermana?- se mofa Tere.
-Por supuesto.- afirmo contundente.
Mi chica sonríe feliz, mis hermanas se burlan diciendo que soy una romanticona, mi madre se lamenta porque ya contaba con nosotras para la cena y mi padre, silencioso y con una cerveza en la mano, asiente orgulloso. -¿Dónde está Charlie?- pregunto a su novia mientras cojo el café para darle un sorbo.
-En el ordenador.- contesta papá por ella.- Instalando un nuevo... firegües... firegüel... como se diga eso.
-Firewall papá, firewall.- corrije Pau en un perfecto inglés.
Todos rompemos a reír, incluso él mismo.
-Es que lo estaba diciendo en español.- argumenta él.
Y reímos otro poco más.
-¿Qué tienes en el brazo?- pregunta mi madre de sopetón.
-¿Dónde?
Sé que se refiere al tatuaje, del que apenas se le ve la punta inferior y me hago la loca mirando mi antebrazo y codo.
-¡No te hagas la tonta, muchacha!- exclama y río.
-Es un tatuaje.- contesto y miro a mi chica.
-¡¿A ver?!- pide rauda, Paulita.
Me levanto la manga izquierda de la camiseta roja y dejó que mis hermanas lo vean.
-¡¿Un tatuaje?!- alza la voz mamá.- ¡La madre que te parió que fui yo!
¿No sabes que eso es para toda la vida?
Sigo riendo por lo exagerada que es en estos temas. De adolescente quise ponerme un piercing en la ceja y ella me dijo que me lo pondría en... exacto, en el lugar que visitó esta tarde la mano de Camila.
-Eso espero, sino que se prepare el tatuador.- me jacto.

Bulletproof Romance (camren gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora