2: Una felicidad en fallar y la verdad.

71 19 114
                                    



Yo: Vete a la mierda.

.I.


Bloqueo el chat y apago el celular.

Se que debía bloquearlo apenas me lo recibí pero decidí llegar a mi casa para que un milagro me dijera que ese mensaje no estaba en mi teléfono. Muy pocas personas saben de eso y la foto fue tomada de una cámara de seguridad de mala calidad. Pero aún así se nota que soy yo.

Camino de un lado para otro, viendo los apuntes que tengo, preocupado de que exista el más terrible caso de que eso llegue a mis padres.

Aunque también tengo que pensar que es lo que quiere. O si quiera porque lo está haciendo. ¿Acaso ese tipejo con el que me agarre tiene esos contactos? ¡¿Por qué estas cosas me pasan a mi?!

—¡Daniel!

El grito de mi madre hace que deje de caminar y me pongo tenso. Camino fuera de mi cuarto para ir escaleras abajo de la cocina.

La verdad no me puedo quejar o que alguien diga que mi casa es fea porque estaría mintiendo. Y eso se lo debo a papá, ya que toda su organización y los detalles de arquitectura que planificó en nuestra casa fueron precisamente calculados. Al igual que los números de mamá para que el suelo y las vigas que sostienen esta casa no nos vengan abajo.

Hablando de ella, está quitándose el mandil y doblándolo, mientras mi hermana más pequeña extiende sus brazos a su dirección con una sonrisa. Doy gracias a las probabilidades de crossing over, o llamado intercambio genético, de mis padres en aquella criatura que todavía no haya demostrado rebeldía ni capricho.

Por ahora.

Ese trabajo de biología con Chris nos dejó marcados.

Cambiando de tema, se preguntarán, ¿Cómo dos seres de diferentes ámbitos de trabajo, sin hablar que son rivales, pudieron crear una familia?

Digamos que diez arquitectos no podían con mi madre porque al final de cada proyecto todos la alababan y el número once, mi padre, tuvo que recibir un flechazo con solo verla. Claramente ella prefería pelear para ganar como seria cada proyecto, pero se sorprendió cuando él le propuso trabajar en equipo. Algo que ningún arquitecto le preguntó.

Fue cuestión de acuerdos, algunos choques y otras cosas que preferiría no pensar que están donde están. Además del esfuerzo que pusieron cada uno. Cosa que valoro.

—An... —dice mi hermanita haciendo que mi madre me vea.

—Mande.

—Vamos a ir al jardín botánico. Tu papá puso un nuevo centro de cultivo para el jardín comunitario y daremos un paseo.

Aquello lo dice con orgullo de su esposo que dudo que se acuerde que tengo un examen dentro de poco. Además de que con ese mensaje no me siento cómodo al salir hoy.

—En otra ocasión iré —digo al notar que casi todos me ven.

Me miran con esa mirada que detesto. Desaprobación.

—Hijo, tómate un descanso.

—Si, vamos.

—Paso, tengo unos apuntes que entender. Diviértanse.

Camino de vuelta a mi cuarto escuchando cómo se van y empiezan a hablar.

—A veces me pregunto porqué es así de encerrado.

Los últimos dos vasos (En proceso)Where stories live. Discover now