Keep your friends close, but your enemies closer

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Se descubrió pensando en Carlos frente a su computadora por sexta vez en una hora

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Se descubrió pensando en Carlos frente a su computadora por sexta vez en una hora.

Soltó un suspiro, al recordar la sensación de sus labios sobre los suyos y maldijo que ambos estuvieran tan ocupados para ni siquiera poder colarse en su oficina aunque fuera un breve momento.

Para ambos se sintió como un destello, pero había pasado media hora desde que habían comenzado a repartirse besos entre abrazos y caricias con un silencio rotundo que dominaba la habitación, hasta que un par de golpes en la puerta los sacaron de su realidad inédita y los devolvieron en un sobresalto de sorpresa a sus roles habituales sin levantar sospechas ajenas.

Lando ya sabía que sentirse amado se sentía bien.

Pero amar y ser correspondido era algo que sobrepasaba sus niveles de felicidad alguna vez experimentados.

Aún no podía estar seguro de amar a Carlos completamente, pero estaba en camino de hacerlo.

En muy buen camino.

Chasqueó la lengua cuando el reloj le advirtió que había perdido otros diez minutos divagando entre los pensamientos de su cabeza.

En su defensa, revisar las cosas personales de la víctima no eran de gran ayuda para sacarlo de su distracción, si la víctima resultaba ser tan aburrida como al parecer lo había sido Max Verstappen.

Le costaba entender cómo un chico joven, millonario, con un brillante futuro y una familia, aunque fuera alquilada, parecía tan plano y vacío, como si desde hacía mucho tiempo atrás se hubiera muerto en vida. No viajaba, si salía de fiesta era por petición de su esposa, no consumía alcohol, no gastaba su dinero en lujos propios, no iba al cine, ni a conciertos, ni a partidos de algún deporte.

Lo más emocionante era la compra de un pase Vip para el gran premio de Mónaco de la fórmula 1, que tenía más de dos años.

Su rutina era la misma desde hacía más de diez años. Salía a correr a las siete durante una hora, hacía el mismo recorrido por toda la ciudad, paraba en la panadería a dos cuadras de su casa, compraba un croissant, y si estaba muy alocado un bagel, para su desayuno. Trabajaba de nueve a una, y el menú de su almuerzo variaba por quince días y se volvía a repetir. Los mismos quince platos que llevaba comiendo dos veces al mes por doce meses de diez años seguidos. A las dos retomaba su trabajo hasta las cuatro. Pasaba tiempo en familia dos horas. Cenaba con alguno de sus amigos o con todos a las siete en punto en el mismo restaurante todos los viernes, y el resto de días pedía domicilios para la casa. De nueve a diez se daba una hora para hacer lo que fuera, que casi siempre era leer, con algún par de excepciones, y dormía de diez y media a seis y media.

Siempre le gustó el dinero, pero si iba a ser alguien así de aburrido, monótono y ocupado, mejor se lo dejaba a alguien más.

Una mueca apareció en su boca al revisar los correos tan fríos e impersonales que mantenía con su padre. Sabía que era un hombre duro entre otras cosas, pero para ser el único familiar cercano después de que muriera su esposa, era realmente tosco con su propio hijo.

Mysteries  //【Carlando】Where stories live. Discover now