I. A little death

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Las siluetas de las dos personas en la habitación, se perdían entre el humo del cigarrillo y la obscuridad, casi completa. El silencio que la envolvía, se rompía de vez en cuando debido a los gemidos de ella, suaves y sonoros, y los gruñidos complacidos de él, que no parecía siquiera esforzarse en hacerla desfallecer.

Se miraban a los ojos a pesar de la obscuridad y Denji podría jurar que aún así, veía perfectamente las pupilas de ámbar que lo atravesaban esbozando una sonrisa ínfima, casi imperceptible, pero que bailaba en las comisuras de los finos labios que lo besaban con suavidad y dejaban escapar dulces gemidos y palabras entrecortadas, tratando de contener el aliento.

Makima era una mujer.

Desde luego era hermosa y atraía las miradas de cualquiera que la mirase caminar por la calle, aún vestida en la ropa más masculina, que deliberadamente parecía apretarla en los sitios más inesperados de su curvilíneo cuerpo, especialmente los que más atraían a Denji, como si estuviera hecha a su medida, sólo para él (¡Qué ideas tan de mierda se le venían a Denji a la cabeza!). Los pechos entreabrían delicadamente la línea de los botones de su blusa impoluta, el pantalón parecía tratar de contener sus muslos gruesos en tanto envolvía su trasero y lo apretaba para su deleite. Por momentos durante el día, Denji se sentía incapaz de dejar de pensar en ella, pero lo que recordaba, a pesar de su cuerpo exquisito, era más la devoción que Makima demostraba hacia él al protegerlo de todo lo que podía tocarle. Solía comprarle comida y dejarle recargar su cabeza en su regazo mientras se recuperaba de sus transformaciones, lo guiaba a intentar nuevas cosas, y a descubrir todo aquello que no conocía y que sería bueno para él. Denji se dejó guiar y descubrió el mundo gracias a Makima, y por ello es que la recordaba todo el día, todos los días, la viese o no, porque ella era buena sin motivo con él y lo hacía sentir valioso, importante, como si nada ni nadie más fuese para ella más importante que él y eso lo animaba y lo hacía sentir bien.

Un día, luego de terminar con algunos demonios del distrito 4, Makima llevó a Denji a un hotel en otro distrito, a una hora de camino del distrito 4, dónde nadie pareció reparar en su presencia. A Denji le pareció extraño que el recepcionista simplemente les dejara entrar sin siquiera registrarse, con sólo deslizarle algunos billetes sobre el mostrador pero sin decir palabra, pero aparentemente, para Makima esto era de lo más común, de manera que él no cuestionó absolutamente nada y se dejó guiar, por un pasillo obscuro, de paredes macilentas y luces parpadeantes. Cuando finalmente llegaron a la habitación y la puerta rechinó, abriéndose, Makima cerró casi de inmediato, con tranquilidad. Denji, por su parte, parecía tratar de contener su corazón que latía desbocado, sin saber qué imaginar, cómo actuar, si había una razón por la que Makima lo había llevado allí. ¿Acaso él le gustaba?

Sus preguntas se disiparon cuando, sin esperarlo, Makima le tomó la mano y se acercó a él suavemente. Deslizó su mano sobre su pecho y entonces sintió cómo Denji estaba completamente descolocado, desorientado y la mano que antes estaba en el pecho de él, se elevó un poco, para tocarle el cuello y atraerlo a ella. En últimas fechas, y gracias a la mejora en la comida y descanso, Denji habia crecido y ahora le sacaba unos diez centímetros de estatura. Makima enteabrió los labios, y sin cerrar los ojos, por el contrario, haciendo contacto visual con los de él, le besó atrayendo su cabeza a la de ella.

Al principio, sus labios no se movieron, no supo cómo corresponder, la única ocasión que había besado a alguien, no había sido para nada como esperaba. Pero luego Makima también fue guiándolo y pronto Denji frotaba su lengua contra la de ella, que le dejaba hacer sin cuestionar ni alejarse. Comenzaba a sentir calor, a dejarse invadir por oleadas de deseo que comenzaron a hacer sentir su miembro completamente duro.
Makima solo correspondía, mirándole fijamente, como si en tanto estuviera excitándolo, también estuviese en otro sitio, como si pudiera estar en todas partes. Denji no pudo contenerse y solo deslizó uno de sus dedos entre los botones de la blusa de ella, rompiendo los hilos y dejándolos caer en un ruido sordo contra el suelo. La blusa se abrió y Denji pudo observar los pechos grandes y redondos, enfundados en un sostén obscuro, como si apuntaran hacia él, como si lo llamaran. Ansiosamente, Denji se dejó llevar y sus labios tocaron la piel donde los pechos de Makima lucian más rellenos, besándolos, tocándolos, aún sin descubrirlos, aún a pesar de que sentía que su miembro estallaría si no hacía algo al respecto. Ella no dijo nada ni lo guió a continuar, mas le dejó hacer, explorarla, olfatear su piel y saborear su cuerpo de las formas que él quisiera.

- Denji- kun...
- Señorita Makima... Tu... ¿Estás interesada en Aki? - Denji besaba y tocaba los pechos de Makima sin aún descubrirlos ni tocar ninguna otra parte de su cuerpo. Esta sonrió.
- No lo estoy. ¿Por qué lo dices?
- Es que... Él dice que tú... Serás para él.
- ¿Eso lo decide él o... Lo decido yo? - Makima se deslizó un poco hacia enfrente y sus manos comenzaron a desabotonar el pantalón de Denji mientras éste, sin saber qué hacer, le dejó pero comenzó a temblar.
- Lo decides tú - Denji murmuraba, mientras Makima echó hacia atrás la cabeza y Denji hundió sus labios en su cuello, obligándola a gemir ansiosa, contra su voluntad.
- Entonces la respuesta es que si yo decido, decido que me devores tú.

Denji no pudo contenerse. Quería tocarla. Quería estar dentro de ella. Quería tocar sus pechos, probarlos, acariciarlos, quería arrancarle todos los gemidos que no sabía que podría arrancarle, quería oírla decir su nombre y poseerla. Ni en sus sueños más bizarros, se habría imaginado que un día estaría a solas con Makima, la líder del distrito, la encargada de aniquilar a todos los demonios, pero allí estaban y ella estaba pidiéndole que la devorase.

Recordó que no era la primera vez que alguien se lo pedía. El día que Himeno, la pareja de Aki y su jefa, le había pedido a Denji que tuvieran sexo, éste se había negado. Por ella, por Makima. Esta vez no podía negársele a ella, porque sentía una necesidad tan primitiva e imperiosa de penetrarla, que sentía que ella podía escuchar sus deseos, como si se los estuviera diciendo en voz alta, como si tuviera alguna especie de habilidad para hurgar en su mente y lograr oír todo aquello que le apenaba decir en voz alta.

Denji, guiando a Makima a la cama, la tumbó en ella y desde arriba, estaba observándola. Makima por su parte, sintió un deseo que no entendía, como una especie de desesperación, así que sin pensarlo, desabrochó por completo el pantalón de Denji y éste, con cierta ansiedad, se lo retiró. Makima pasó su mano sobre el miembro de Denji, mirándolo nuevamente a los ojos casi en total obscuridad, recordando que tenía el cuerpo algo mutilado por pagar una deuda inmensa de su padre, pero esto no la ahuyentó, sino que tuvo un efecto afrodisíaco, como si le hubieran dicho que le crecería el miembro infinitamente. Y eso fue todo. Makima se incorporó un poco y subió sobre él, ahora tumbándolo contra la cama. Sin ceremonias, se retiró la ropa y su sostén, semitransparente y sus panties, los dejó puestos sobre su cuerpo que situó sobre Denji, que ahora estaba más desorientado pero era muy tarde. Podía sentir el sexo húmedo de Makima sobre su miembro, erecto, podía sentir como se hinchaba y tocaba sus partes íntimas.
Se sintió completamente en la gloria, como si jamás hubiese sentido tal nivel de placer.

No deseaba renunciar a esa vida. Si para conservar todo aquello, debía matar a todos los demonios, así lo haría.

Sus manos se situaron, una cada lado de las caderas de la mujer que acababa de retirarse el sostén frente a él y sin poder soportarlo más, hizo a un lado la ropa interior de ella, e introdujo su miembro sin más, sin preguntas, sin preocupación, con ansiedad y fuerza, porque quería ver en sus ojos lo que sea que sintiera.

Makima permaneció sobre él, mirándole fijamente, dejando escapar algunos gemidos que era incapaz de contener. Sus pechos se movían al ritmo de sus embestidas, en un movimiento como si la sentase sobre su miembro duro, como si quisiera empalarla con él, como si pretendiera castigarla sensualmente por alguna falta imaginaria. Makima podía sentir ese deseo primitivo, porque Makima podía saberlo y oírlo todo, porque dentro de Denji, más dentro de lo que él sabía, había algo que Makima añoraba y para obtenerlo, necesitaba primero convencer a su cuerpo de que la necesitaba, de que era su esclavo y de que desearía serlo para siempre.

Makima se movió sobre su miembro, cada vez más duro y dos de sus dedos se deslizaron entre sus piernas, masturbándose a sí misma frente a él, que, al final un muchacho joven y anhelante, quería sentirlo, hacerlo y tenerlo todo y la dejó moverse sobre él, de tal modo que sin poder contenerse más, eyaculó por primera vez dentro de ella, que lo miraba complacida y para darle gusto, gimió sensualmente cuando sintió que su miembro se sacudió dentro de ella, llenándola de su deseo.

She's always listeningWhere stories live. Discover now